Las manos del sueño, poesía que habla por todos, reflexión indispensable en la pandemia

                                                                                                        por Adriana Sylvia Narvaja,

periodista y docente de Quilmes, Argentina (1961-)

 No saben

lo que hicieron.


Le entregaron

a un ser posesivo,

violento,

territorial,

inmaduro

y enfermo

un arma de destrucción masiva

llamada “amor”.


Nos entregaron

para jugar

un arma de destrucción masiva

llamada “amor”.”

Jorge Alonso Curiel 

        El tiempo pasa y se escurre entre los dedos como arena. Pasan los días, vienen las noches, vuelven los días. A veces, en un almuerzo, recordamos a la gente que ya no está, o que no vemos hace rato. Hechos, eventos, risas, llantos. “Es la vida” decimos los más grandes. Aquel conocido que fue tan importante, que hacía excelentemente bien su trabajo, hoy ya no está. Aquella señora tan organizada, tan capaz, que llegara a jefa en oficina, hoy con los años es un pichón de gorrión, vulnerable a todo. Sí, el tiempo pasa, y no lo podemos detener con las manos.

        Hoy, en pandemia, el tiempo parece haberse detenido. Nos vemos a los que amamos, nos hablamos por Zoom (y nos sentimos ridículos) pero es mejor eso al silencio completo, al silencio de tantas cosas que quisiéramos decir. Y nos damos cuenta que antes, el año pasado por ejemplo, tampoco las dijimos. Ése es el problema: no las dijimos. Recordamos que vivíamos corriendo y no tuvimos tiempo de nada. Ahora, en pandemia, tenemos tiempo, pero no tenemos a quien decírselas. No podemos vernos. No podemos tocarnos. No podemos saludar al que queremos. No podemos besarlo. Pero la pandemia nos llama a error: es mentira el detenerse del tiempo. Es mentira. La verdad es que es que el tiempo sigue pasando igual, no se detiene. La noticia es que, en verdad, el tiempo no se ha detenido.  Y tomar conciencia de todo esto necesariamente nos lleva a la reflexión…

        Así lo sentimos mientras leíamos el hermoso libro que ha publicado nuestro escritor amigo, Jorge Alonso Curiel, un poemario imprescindible para esta época, titulado “Las manos del sueño”, primera edición 2020.  Imprescindible por su reflexión sobre la vida, necesario porque nos deja el alma en un vuelo, pensando, pensando. Porque al tener más tiempo, podemos leer. Y reflexionar. En el desayuno nos comentamos los sueños de la noche, sueños que como la arena se escapan de las manos. Pero las manos ¿dónde están? ¿dónde estaban antes, cuando no nos fijábamos en tantas cosas, en tantos sueños? ¿Por qué corríamos sin pensar adónde íbamos?

        Las Ediciones Vitruvio han hecho bien: le dieron lugar a quien lo merece. Una exquisita tapa negra, contundente. Una edición de lo mejor, prolija, puntual: lo dicho está dicho y no hay más que decir, hay que leer el poema. Y los poemas se deslizan como los sueños, como los pensamientos, y nos muestra a un hombre, Curiel, parado en un risco, en medio de la tormenta, pensando, sintiendo, con algunos sueños rotos ya (la vida suele ser dura y difícil para todos, pero especialmente para las ilusiones…), pero con una madurez de pensamiento que nos lleva a decirle: “Curiel, no deje pasar el tiempo, no pierda la esperanza, viva cada día, respire y sienta el sol”. Y se lo diremos. Pero también nos llega al corazón la verdad de la vida y de su transcurso, que él nos cuenta en sus poemas. 

        Porque Curiel es un enorme comunicador, si nos atenemos al sentido de la palabra “comunicación” que enseñamos en la escuela. Comunicar es “hacer común”, hablar de lo que sentimos y pensamos y que todos sienten y piensan. Porque somos todos seres humanos (y eso lo remarca muy bien el poema), quizá un poco Sapiens, quizá un poco menos. Pero con una lucecita de esperanza en el fondo que es el amor, “el arma de destrucción masiva” al decir de Curiel. Arma que nos entregaron aún (aún) sabiendo cómo somos: posesivos, violentos, territoriales, y un poco enfermos. Imposible no enfermarse: cuando nacemos, todos nacemos para morir. Y con el tiempo lo iremos descubriendo. Al crecer tendremos esa desgarradora sensación, la de no saber cuándo llega nuestra fecha de vencimiento, que todos la traemos… Y eso enferma a cualquiera.

Mientras tanto, y para olvidarnos de este vencimiento de nuestro tiempo, llenamos la vida de sueños, de ilusiones, de trabajos, de paseos, de amores, de conflictos, de tareas, de más tareas, de amigos, muchas cosas que tuvimos que dejar por la pandemia… sabiendo que todo terminará. O negándolo, omitiendo ese final, que es lo mismo. Porque si lo ocultamos en el fondo del pozo de nuestra mente, igual seguirá allí, latiendo. Porque es una idea que no se va, nunca se va del todo. Es la idea del fin que nos espera…

Pero, mientras tanto, tengamos conciencia, que es mejor que la negación. Porque ser conscientes nos ayuda a darle a los “enorme problemas” que mañana no existirán (ni le importarán a nadie), el lugar justo, sin negaciones y sin esquives. Tengamos paz, y tengamos amor, y leamos este poemario que nos hace reflexionar y alimenta nuestra alma. Si algo necesitamos en esta época (y siempre), es combustible. El poema lo tiene siempre a mano para nosotros.

Hermoso poemario “Las manos del sueño”, no dejen de leerlo, al poemario y a Curiel. Quizá, contra la muerte, podamos tejer un tejido de cariño entre todos, con un poco de amor de destrucción masiva (destrucción de odio, destrucción de lo malo, de lo mediocre y de lo estúpido del Homo Sapiens) y formemos una red. Como en los sueños, en los que aparecen vivos y muertos, amigos y enemigos, risas y angustias, mantengámos unidos todos. 

Y apoyemos siempre a los que escriben, y fundamentalmente, a los poetas. Porque ellos, con sus versos que son como las hileras de ese tejido, nos dicen que esa red existe, que no es sueño, que es real. Que como poetas que son, hablan por todos, y usan sus manos para escribir lo que es de todos. Y tejen y destejen, como Penélope, esta red de amor y cariño que nos une a todos (o a casi todos).

Y nos aseguran que, si un día faltamos, otro habrá en nuestro lugar, también tejiendo, también amando, también escribiendo. Muerte, el poema viene a anunciarte tu derrota.

Mientras tanto, seguimos viviendo. 

Las fotos del libro pertenecen al autor y poeta Jorge Alonso Curiel, y las demás imágenes son de la web. 
La escultura pertenece al artista plástico Xuanying Liang.

Le damos genuinamente las gracias al autor por la dedicatoria y por su libro tan hermoso, y le deseamos lo mejor. 

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2 comentarios:

  1. Muchisimas gracias. ¡Qué lujo de reseña!

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    1. Muchas gracias, a mí me encantó este poemario, ojalá se difunda mucho para que todos lo conozcan!

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