Habla Napoleón Bonaparte (segunda parte)

por Napoleón Bonaparte,
militar corso (1769-1821)
Encuentro con la Josefina, Emperatriz

        “Fue durante mi comandancia en París cuando conocí a Madame de Beauharnais (Josefina). Antes del desarme de las Secciones, se presentó ante el comando un muchacho de doce años, pidiendo la devolución de una espada que había pertenecido a su padre, antiguo general que había servido a la República. Este joven era Eugène de Beauharnais, futuro Virrey de Italia. Conmovido por el carácter de su pedido y por el candor de este joven, accedí a su pedido. Eugène estalló en llanto cuando tuvo en sus manos la espada de su padre. Quedó tan emocionado por la afectuosidad con que lo traté, que Madame de Beauharnais se sintió obligada a invitarme a su casa al día siguiente, para agradecer mi gesto. Todos conocen el gran donaire de la Emperatriz Josefina y sus dulces y atractivos modales. La atracción mutua fue inmediata, transformándose pronto en una amistad íntima y tierna, y en poco tiempo, en matrimonio”. 
 Oleo sobre lienzo de Francois Gérard, de Josefina, Emperatriz de Francia, primera esposa (entre 1794 y 1810)
de Napoleón Bonaparte. María Josefina Rosa Tascher de la Pagerie, vizcondesa de Beauharnais, había nacido
en Martinica el 23 de junio de 1763. Murió en Francia en 1814, cuando Napoleón estaba prisionero en la Isla de Elba.
Napoleón se separó de ella por no haberle podido dar un hijo heredero, pero la consideró siempre como su gran amor. 
El divorcio de Josefina
Un sacrificio doloroso – Negociando un nuevo matrimonio

        "El divorcio de la Emperatriz Josefina es un acontecimiento sin par en la historia. No cambió, en ningún aspecto, la unión de las dos familias. Fue un sacrificio doloroso, igualmente triste para ambos consortes, pero realizado en interés del Estado. El matrimonio está considerado en Francia como un acto civil y un sacramento religioso; es requisito para concretar su disolución la doble intervención de la autoridad civil y de la Iglesia. 
        El Senado fue la autoridad civil competente para declarar la disolución de mi matrimonio. Ambos consortes declaramos nuestro consentimiento al divorcio en un consejo de familia. Esta ceremonia tuvo lugar en los magníficos aposentos de las Tullerías. Fue emotivo en extremo: todos quienes lo presenciaron, lloraron. Una vez certificada la autorización por el Archicanciller del Imperio, la disolución del matrimonio fue decretada por el Senado. 
        La Emperatriz abandonó las Tullerías y se dirigió a Malmaison. Todo el moblaje de mis aposentos, en esa residencia campestre pequeña pero encantadora, había quedado allí. Ella recibió, además, la hacienda de Navarre, un ingreso de dos millones por año, la mayor parte de la cual la empleó en fomentar las artes y socorrer a los necesitados. Malmaison está a tres leguas de París y a una de Saint-Cloud. Ella residió allí permanentemente. En el curso de cinco años, recibió tres o cuatro visitas mías. Toda la Corte concurría regularmente. Cuando los Aliados entraron en París, el Emperador Francisco, el Zar de Rusia y el Rey de Prusia le hicieron frecuentes visitas. 
        Mi matrimonio civil fue anulado por decisión del Senado, los funcionarios en París dieron a la Iglesia católica los informes habituales y pronunciaron la disolución de la unión. La Corte de Roma reclamó la jurisdicción en este asunto, pero el clero francés declaró ese reclamo contrario a sus privilegios, porque un soberano es sólo un hombre a los ojos de Dios, y como tal debe estar sujeto a la jurisdicción de su parroquia y su obispo. Las autoridades arzobispales de Viena debieron examinar esta cuestión antes de que se celebrase mi matrimonio con la Archiduquesa de Austria. El juicio de las autoridades de París fue comunicado al tribunal eclesiástico de Viena, que consintió aquella decisión.
"La Coronación de Napoleón", del artista francés Jacques-Louis David. En él se ve a la
Emperatriz Josefina, coronada por las manos del mismo Emperador, quien a su vez
se coronó a sí mismo.
        Mi divorcio despertó una gran atención. Mi trono, el más elevado de Europa, era objeto de ambición de todas las familias reinantes. Tres princesas en particular aparecían como destinadas a él por consideraciones políticas, una de la casa de Rusia, otra de la de Austria y la tercera de la de Sajonia.
        Las negociaciones sobre el tema fueron inmediatamente iniciadas con Rusia. Algo de ese tipo ya había sido insinuado por el Emperador Alejandro en Erfurt
        El Conde de Narbona escribió a Fouché, Ministro de Policía, que a su paso por Viena se le había mencionado mi propuesto matrimonio, y se le había sugerido que yo pensaba que una alianza con una Archiduquesa podía ser útil a los intereses de  Austria. Yo no podía dar ningún paso concreto sin conocer la disposición del Emperador Alejandro al respecto. Yo había tanteado al Príncipe Schwarzenberg, embajador austríaco en París. Esta negociación privada fue conducida de tal manera que yo no estuviera implicado, por si surgía cualquier dificultad respecto de mi matrimonio con la hermana del Emperador Alejandro.
 "Quise de verdad a Josefina, aunque no la estimaba. Era demasiado mentirosa. Pero tenía algo que me gustaba mucho era una verdadera mujer" dijo Napoleón
        Se convocó un Consejo Privado extraordinario a las 4 de la tarde. Se leyeron los despachos de San Petersburgo y se sometieron las distintas opciones al Consejo. Las opiniones estaban divididas entre una princesa sajona, una rusa o una austríaca. La opción austríaca obtuvo el favor de la mayoría y estuvo dictada por la poderosa consideración del mantenimiento de la paz general. Se remarcó que, de todas las potencias de Europa, Austria era la única que debía temer de sobremanera las intenciones de Francia hacia ella. La alianza propuesta disiparía todos esos recelos, brindaría un indudable marco  de confianza, y sería una prenda de paz permanente. Estas consideraciones fueron decisivas, y el matrimonio con la Archiduquesa fue el elegido. 
        A las 6 de la tarde instruí al Príncipe Eugène* para que efectuara una petición formal al Príncipe Schwarzenberg. Al mismo tiempo di poderes a mi ministro de Asuntos Exteriores para firmar, con aquel embajador, mi contrato matrimonial con la Archiduquesa María Luisa, citando como precedente la unión entre Luis XVI y María Antonieta. El 7, el Príncipe Eugène informó del éxito de su misión y el contrato de matrimonio se firmó en el curso de la noche. El Príncipe de Neufchatel fue enviado a Viena para pedir la mano de la Archiduquesa en las formas solemnes acostumbradas. Entonces el Archiduque Carlos, como mi apoderado, se casó con la Archiduquesa María Luisa. El gran Archiduque de Würzburg, ahora Gran Duque de Toscana, representó al Emperador de Austria con motivo del matrimonio en París.
Emperatriz María Luisa de Austria, segunda esposa del
Emperador Napoleón Bonaparte 
        Fui a recibir a la Archiduquesa en Compiègne. El matrimonio civil fue celebrado en Saint-Cloud, y el religioso en el gran salón del Museo Napoleón. Cinco o seis cardenales, después de haber asistido al matrimonio civil en Saint-Cloud, declararon que no podían asistir al matrimonio religioso, por respeto a la Santa Sede, que es la que debería intervenir en el tema de los matrimonios de los soberanos. Los obispos franceses, y la mayoría de los cardenales, rechazaron esta actitud con indignación; el propio Papa censuró a estos cardenales, que eran exiliados de París y llamados los Cardenales Negros, porque durante un cierto período tuvieron prohibido por la Santa Sede vestir de rojo. 
        Se dieron fiestas espléndidas en esta ocasión. El Príncipe Schwarzenberg, embajador austríaco, dio una en nombre de su Emperador. Para esta razón acondicionó un salón de baile en medio del jardín de su hotel. En medio del baile, algunas cortinas de gasa se prendieron fuego y el aposento comenzó a arder de inmediato. Me retiré tranquilamente, llevando a la Emperatriz del brazo. El Príncipe Schwarzenberg permaneció cerca de ella. Ella salió para Saint-Cloud. Permanecí en el jardín hasta la mañana. Nada podía parar la propagación del incendio, en el cual murieron varias personas. La Princesa Schwarzenberg, de la familia de Aremberg, esposa del hermano del embajador, salió del salón de baile, pero temiendo por uno de sus niños, regresó y murió asfixiada mientras trataba de escapar por una puerta que conducía al interior del hotel. Por las mañana se encontraron los restos de esta desdichada señora… quedaban sólo cenizas. El Príncipe Kurakin, embajador ruso, quedó severamente herido. 
 María Luisa como Duquesa de Parma, en 1839,
retratada por Giovan Battista Borghesi
        En 1770, en la fiesta ofrecida por la ciudad de París en celebración del matrimonio de Luis XVI con María Antonieta, 2.000 personas se precipitaron a los fosos de los Champs Elysées, donde perecieron. Cuando Luis XVI y María Antonieta fueron guillotinados, este accidente terrible fue evocado, y el pueblo lo consideró como un presagio de lo que luego ocurrió, especialmente la insurrección de aquella gran capital a la que la Revolución debe ser atribuida. El desgraciado epílogo del agasajo ofrecido por el embajador austríaco, en una ocasión similar, homenajear a la alianza de dos familias en mi persona y la de María Luisa, pareció un augurio siniestro. Las desgracias de Francia deben atribuirse totalmente al cambio de política en el Gabinete austríaco. Aunque no fuera supersticioso, yo mismo experimenté un presentimiento doloroso en aquella ocasión. 
        Al día siguiente de la batalla de Dresde, cuando perseguíamos al ejército austríaco, un prisionero me dijo haber oído que el Príncipe Schwarzenberg había sido muerto. Contesté: ‘El era un hombre valiente, pero hay este consuelo para su muerte: ahora es evidente que el amenazante presagio de su baile apuntaba a él y no a mí’. Dos horas más tarde se supo en el cuartel general que era Moreau y no el Príncipe Schwarzenberg quien había sido muerto el día anterior.”

*El hijo de Josefina, Eugène de Beauharnais.

Napoleón Bonaparte,
“Memorias”,
Editorial Distal
Buenos Aires,
año 2016.
Para más información sobre la vida y obra de Napoleón Bonaparte puede consultarse este sitio en francés e inglés, "Napoleónica.org, archivos y documentos" de la Fondation Napoléon.
http://www.napoleonica.org/

La imagen de portada se titula "Napoleón en su trono imperial", del artista plástico Jean Auguste Ingres. "Jean Dominique Ingres es uno de los más grandes pintores del estilo neoclásico a nivel europeo. Pero además es un ejemplo excepcional de una ramificación del Neoclasicismo que se dio exclusivamente en Francia; hablamos del estilo Imperio, el cual tuvo como detonante la figura triunfadora de Napoleón Bonaparte, al cual pinta aquí como el poderoso emperador en que se convirtió. Y de hecho, este lienzo de Napoleón Emperador no podía estar en otro lugar mejor que en su emplazamiento actual: el Museo de la Armada de París".
Fuente: Del sitio Arte - La Guía 2000.
https://arte.laguia2000.com/pintura/napoleon-emperador-de-ingres

La imagen de la Emperatriz Josefina pertenece al artista plástico Francois Gérard. "François Pascal Simon, barón Gérard (Roma4 de mayo de 1770-París11 de enero de 1837) fue un pintor neoclásico francés. Discípulo del gran David, Fue uno de los pintores más prolíficos y celebrados del Imperio y la Restauración. Su conversación amena y el encanto de su estilo hicieron que la sociedad de la época posara para él —como Napoleón Bonaparte, la Emperatriz Josefina, la Emperatriz María LuisaDesirée BernadotteMadame de StaëlTalleyrand, el Duque de Wellington, etc.—."
https://es.wikipedia.org/wiki/Fran%C3%A7ois_G%C3%A9rard

La imagen de la "Coronación de Napoleón Bonaparte" como Emperador de Francia y de su esposa Josefina pertenece al gran pintor francés Jacques-Louis David."La consagración (en francés "Le Sacre de Napoleón") es una pintura de Jacques-Louis David, pintor oficial de Napoleón Bonaparte realizada entre 1805 y 1808. El cuadro tiene unas dimensiones de 629 x 979 cm y se conserva en el Museo del Louvre de París, Francia, si bien existe una réplica posterior en el Palacio de Versalles. La coronación y la consagración tuvieron lugar en Notre Dame de París, una manera para Napoleón de poner de manifiesto que era un hijo de la Revolución: designaba la capital como el centro político, administrativo y cultural de Francia".
https://es.wikipedia.org/wiki/La_consagraci%C3%B3n_de_Napole%C3%B3n

La imagen de la Emperatriz María Luisa, Archiduquesa de Austria,
https://www.mujeresenlahistoria.com/2015/06/la-segunda-emperatriz-francesa-maria.html

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