Mi año nuevo

por Leoncio Lasso de la Vega,
escritor hispano-uruguayo (1862-1915)
    Comienza su hora prima el día primero
        del incipiente Enero,
más no escancies el vino en las purpúreas
delgadas copas de cristal teñido,
hechas para brindar en epicúreas
veladas del pacer; aún no ha vencido
el año en el reloj de mis amores.

        ¡Oh, idolatrada Rosa!
¡tú, que eres, por voluble y por hermosa,
La reina de los vientos y las flores,
no quieras dar al tiempo la fijeza
que no halló nido en tu gentil cabeza;
         ni pienses, temerosa,
que de un tiento invisible el brazo airado
        de luengo alfanje armado
descendiendo veloz, corte, inclemente,
del Tiempo augusto la eternal corriente.

        Tienen dulce alborada
los días al nacer; tienen, la hora
pálida en que la luz se hunde en la nada,
mas los años no tienen, Rosa amada,
        crepúsculo ni aurora
    La cuba inmensurable donde el vino
        de la vida se agita
la llena, eterno, un manantial divino
desde el seno de Dios, y es infinita.
Pero el año es, no más, que copa breve,
        por el hombre inventada
en que el mosto de la vida bebe
        una ración tasada. 

    Tarda un año la Tierra en dar su vuelta
        por el espacio, esbelta,
        pero, ni está marcado
        el punto en que ha iniciado
su incesante girar ni existe traba,
linde, o frontera en que su ruta acabe
¡Desengáñate, Rosa! nadie sabe
cuándo empieza esa vuelta y cuándo acaba. 
    Un año propio y exclusivo tiene
cada ser, y a la órbita se aviene
en que gira su espíritu, y no empieza
el primero de Enero, sino el día
en que alumbra su seno una alegría
o ennegrece su alma una tristeza.
    ¿No fue el treinta  de Julio el día preciso
        en que la suerte quiso
concederme, por premio a mi constancia,
que respirara ¡oh, Rosa! tu fragancia
y como débil flor que no resiste,
        abandonada y sola,
al vendaval de la pasión sentiste
desfallecer tu pálida corola,
        y en mis brazos caíste,
y al fin nuestros aliento se juntaron
 sobre tus labios que de amor temblaron?
    Y pues tú sabes bien, Rosa hechicera,
que eres el sol que sin cesar admiro,
y eres eterno centro de la esfera
en que, a tu amor encadenado, giro…
según la cuenta que en el alma llevo,
el primero de Agosto es mi año nuevo.

Revista Caras y Caretas, Buenos Aires, 13 de enero de 1900, Año III,  Número 67.
Fuente: Del sitio de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0004092713&page=30&search=quilmes&lang=es

La imagen de portada pertenecen al artista plástico español Ignacio Zuloaga (1870-1945).
"Ignacio Zuloaga y Zabaleta, (Éibar, 1870 - Madrid, 1945) Pintor español. Nació en el seno de una familia de artistas y recibió de su padre una primera formación básica, completada más tarde en Italia y en París, donde se relacionó con figuras de la talla de Gauguin, Degas y Puvis de Chavannes.
Su vida se caracterizó por frecuentes cambios de domicilio, que le llevaron a residir en París, Segovia, Andalucía, Madrid y Zumaya. Fascinado por la imaginería popular (tauromaquia, bailarinas de flamenco), más tarde eligió como tema de sus pinturas diversas escenas de la vida cotidiana, a menudo festivas o religiosas, que plasmó con una paleta oscura, fuertes dosis de realismo y un gran sentido dramático.
Expuso en numerosas ciudades europeas, y también en Nueva York y Buenos Aires, lo que proporcionó a su obra una considerable resonancia internacional. Dejó también famosos retratos (Unamuno, Marañón, Falla) y hermosos cuadros de paisajes".
Fuente: Del sitio Biografías y Vidas - Ignacio Zuloaga.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/z/zuloaga.htm

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