Nupcias

por M. Ferrer y Lalana
En calma la noche. Visible á intervalos
de la muerta luna la pálida faz.
El cálido viento descorre las nubes
y vuelve á juntarlas soberbio y brutal.

Las ruinas, escuetas, de antigua abadía,
en un claroscuro siniestro se ven.
Rajadas columnas de hendido arquitrabe*
        quedaron en pie.
Se cuenta en el vulgo que está profanada,
        que allí está Luzbel.
*arquitrabe: es un término usado en arquitectura para referirse 
al bloque horizontal que se ponía sobre las columnas 
de los antiguos templos griegos y romanos. 
Las naves, desiertas, de vasto palacio
        le sirven allí,
y el hueco en que estuvo la cruz sacrosanta
        maldice sin fin.

Altares marmóreos que aun huelen á incienso,
radiantes un día de flores y luz,
escala gozoso. Las notas del órgano
parodia riendo con viejo laúd.

Flanquea la montaña que sirve de asiento
al templo que fuera santuario de amor
un grueso torrente, que lanza irritado
espumas de cólera, bramido feroz:
del ángel rebelde la voz inaudita
        que insulta al Señor.

Mirando torcerse la brusca corriente,
        inmóvil, en pie,
y cual si tallado le hubiera en la roca
titánica mano con fino cincel,
        la esbelta figura
        de un hombre se ve.

Sus negras pupilas parece reflejan
        allí cuanto ven;
la selva, el sendero, la luna muy triste
        con lívida tez,
y dentro del pecho bramar el torrente
        se oye también.

Por la árida senda, cual rayo de luna
perdido del foco y errante al azar,
se ve una doncella que avanza ligera
        con rápido andar.
Jirones del traje se deja en las jaras
y de su blanquísimo velo nupcial.

El hombre la mira, se lanza á su encuentro,
su enérgico torso endereza viril,
y se abren los brazos, los cuerpos se estrechan,
        y se oyen allí
los besos que chascan. Sucede el silencio,
turbado de pronto por loco reir.

Cual los de ella, nunca se vieron tan rojos
dos labios manando dulcísima miel,
ni halago más tierno vestir la mirada,
        ni noble altivez
más suave y domada pidiendo caricias,
de amor infinito mostrando la sed.

—Me llaman la estrella que alumbra la vega,
        la estrella del mar,
y ciñe mis sienes augusta corona,
        corona ducal.
Me espera en el tálamo un hijo de reyes
que un trono soberbio mañana tendrá;
más yo á ti te entrego más bella diadema:
mis besos amantes, mis flores de azahar.

Un último beso sonó palpitante,
        un beso sin fin.
Después, en las aguas dos cuerpos cayeron,
y al punto, al sentirlos, cesaron de hervir,
y sólo quedaron las blancas espumas
en dulce sosiego, cual blando cojín.

La noche, aterrada, dobló su silencio.
La luna escondióse tras negro capuz,
cual himno de bodas, con bufa armonía,
lanzó de sus muros la vieja abadía
las notas discordes de ronco laúd.

Diario "España y América", Periódico Ilustrado, Bellas Artes - Ciencias - Literatura - Sport - Modas, Madrid, 30 de octubre de 1892, Año I, Número 44.
Fuente: Del sitio de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003727501&page=6&search=quilmes&lang=es


La imagen de portada pertenece al artista plástico Kyle Stuckey.
"El pintor estadounidense  Kyle Stuckey, nacido en New Hampshire en 1987, comenzó su educación artística formal a los 18 años estudiando dibujo y pintura en privado con Lori Woodward.
Complementó su educación con videos de arte de Morgan Weistling  y Daniel Gerhartz, y estudió con Mike Malm a través de una beca que recibió de Scottsdale Artists School en 2006".
Fuente: Del sitio Tuttartpitturas.
https://www.tuttartpitturasculturapoesiamusica.com/2014/04/Kyle-Stuckey.html

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