por José Ingenieros,
médico, escritor, docente italo-argentino (1877-1925)
La juventud es levadura moral de los pueblosCada generación anuncia una aurora nueva, la arranca de la sombra, la enciende en su anhelar inquieto. Si mira alto y lejos, es fuerza creadora. Aunque no alcance a cosechar los frutos de su siembra, tiene segura recompensa en la sanción de la posteridad. La antorcha lucífera no se apaga nunca, cambia de manos. Cada generación abre las alas donde las ha cerrado la anterior, para volar más lejos, siempre más. Cuando una generación las cierra en el presente, no es juventud: sufre de senilidad precoz. Cuando vuela hacia el pasado, está agonizando: peor, ha nacido muerta.
Los hombres que no han tenido juventud piensan en el pasado y viven en el presente, persiguiendo las satisfacciones inmediatas que son el premio de la domesticidad. Débiles por pereza o miedosos por ignorancia, medran con paciencia pero sin alegría. Tristes, resignados, escépticos, acatan como una fatalidad el mal que los rodea, aprovechándolo si pueden. De seres sin ideales ninguna grandeza esperan los pueblos.
La juventud aduna el entusiasmo por el estudio y la energía para la acción, que se funden en el gozo de vivir. El joven que piensa y trabaja es optimista; acera su corazón a la vez que eleva su entendimiento. No conoce el odio ni le atormenta la envidia. Cosecha las flores de su jardín y admira las del ajeno. Se siente dichoso entre la dicha de los demás. Ríe, canta, juega, ama, sabiendo que el hado es siempre propicio a quien confía en sus propias virtudes generadoras.
La juventud es prometeana cuando asocia el ingenio y la voluntad, el saber y la potencia, la inspiración de Apolo y el heroísmo de Hércules. Un brazo vale cien brazos cuando lo mueve un cerebro ilustrado; un cerebro vale cien cerebros cuando lo sostiene un brazo firme. Descifrar los secretos de la Naturaleza, en las cosas que la constituyen, equivale a multiplicarse para vivir entre ellas, gozando sus bellezas, comprendiendo sus armonías, dominando sus fuerzas.
De la iniciativa
Son hombres los que aran su propio surco. Toda creación es fruto de la libre iniciativa y llega a su término sostenida por el sentimiento de independencia.
Cuando has aprendido a querer, y sabes lo que quieres, no te detengas en buscar fuera de ti los medios para ejecutarlo. Ninguna escuela, ninguna secta, ninguna camarilla, podrá sentir como tú, intensamente, el ideal de arte, de verdad, de justicia, que tú mismo has concebido y que sólo tú puedes realizar. Poeta o filósofo, apóstol o artesano, ten confianza en ti mismo, no sigas rutas ajenas, no subordines tu voluntad u otras voluntades, no te ampares de sombras que empañan ni persigas protecciones que atan. De los que saben más, aprende, sin imitarlos; de los que ofrecen más, apártate, no pidas. Si eres capaz de realizar tu ideal, no los necesitas; si impotente, nadie te capacitará para realizarlo. Quiere, quiere con firmeza, con toda tu mente y con todo tu corazón, poniendo en querer lo mejor de ti, la fe de tus fuerzas morales.
El porvenir de los pueblos está en la libre iniciativa de los jóvenes. La juventud se mide por el inquieto afán de renovarse, por el deseo de emprender obras dignas, por la incesante floración de ensueños capaces de embellecer la vida. Joven es quien siente dentro de sí la fuerza de su propio destino, quien sabe pensarlo, contra la resistencia ajena, quien puede sostenerlo contra los intereses creados. Sin ideales no puede haber iniciativa.
Del trabajo
El derecho a la vida está condicionado por el deber del trabajo. Todo lo que es orgullo de la humanidad es fruto del trabajo. Lo que es bienestar y lo que es belleza, lo que intensifica y expande la vida, lo que es dignidad del hombre y decoro de los hogares y gloria de los pueblos, la espiga y el canto y el poema, todo ha surgido de las manos expertas y de la mente creadora. El trabajo da vigor al músculo y ritmo al pensamiento, firmeza al pulso y gracia a las ideas, calor al corazón, temple al carácter. La perfección del hombre es obra suya. Sólo por él consigue la libertad y depende de sí mismo, afirmando su señorío en la Naturaleza.
El trabajo encumbra a la humanidad sobre la bestia. Despierta las mieses en las pampas, saca metal luciente de los negros antros, convierte el barro en hogar, la cantera en estatua, el trapo en vela, el color en cuadro, la chispa en fragua, la palabra en libro, el rayo en luz, la catarata en fuerza, la hélice en ala. Su esfuerzo secular creó el poder del hombre sobre las fuerzas naturales, dominándolas primero para utilizarlas después. Fueron obra suya la palanca, la cuña, el hacha, la rueda, la sierra, el motor y la turbina. Nada dura en el mundo que no conserve el rastro de sus virtudes, vencedoras del tiempo.
Todo el capital de la humanidad es trabajo acumulado; lo crearon las generaciones que han trabajado y son sus dueños legítimos las generaciones que trabajarán. Los que detentan algo de ese capital común para convertirlo en instrumento de ocio, son enemigos de la sociedad.
El trabajo es un deber social. Los que viven sin trabajar son parásitos malsanos, usurpando a otros hombres una parte de su labor común. La más justa fórmula de la moral social ordena imperativamente “el que no trabaja no come”. Quien nada aporta a la colmena no tiene derecho de probar la miel.
La solidaridad crece en razón directa de la justicia
Quien dice que ella es una quimera irrealizable, conspira contra el porvenir. Antes fue solidario el hombre en su familia; después lo fue en su tribu; más tarde en su provincia política, en su comunión religiosa, en su grupo étnico. Hoy la solidaridad puede extenderse a todos los componentes de cada nación, cuya unidad espiritual debe fincar en la convergencia moral de cuantos piensan y trabajan bajo un mismo cielo. Y mirando más lejos: ¿por qué la solidaridad no estrechará algún día en un solo haz fraternal todos los pueblos?
Ensueño…, como tantas realidades actuales que en otros tiempos se dijeron ensueños. No neguemos a los corazones optimistas el hermoso privilegio de augurar el advenimiento de la paz y el amor entre los hombres; puede que en su ilusión haya una posibilidad, entre mil, de que llegue a realizarse. ¡Por qué cortaríamos esas únicas alas, que le impiden caer, a la más bella esperanza de la humanidad?
Difundamos, entretanto, una nueva educación moral que desenvuelva sentimientos propicios. La solidaridad convertirá en derechos todo lo que la caridad otorga como favores, y mucho más que ella no puede otorgar; pero también impondrá a todos la aceptación de los deberes indispensables para que desaparezca el odio entre los hombres, preparando el advenimiento de nuevos equilibrios sociales, incompatibles con la violencia y la injusticia.
Violencia: reclamar derechos sin aceptar el cumplimiento de los deberes que les son correlativos. Injusticia: imponer deberes sin respetar los derechos correspondientes. Por eso la solidaridad puede considerarse definida en la más sencilla fórmula de moral social: “Ningún deber sin derechos; ningún derecho sin deberes”.
José Ingenieros,
"Las Fuerzas Morales",
Editorial Altamira,
Buenos Aires.
Biografía de José Ingenieros
José Ingenieros (nacido como Giuseppe Ingegnieros; Palermo, 24 de abril de 1877-Buenos Aires, 31 de octubre de 1925) fue un médico, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico, sociólogo, filósofo, masón, teósofo, escritor y docente ítaloargentino. Su libro Evolución de las ideas argentinas marcó rumbos en el entendimiento del descarrilamiento histórico de Argentina como nación. Se destacó por su influencia entre los estudiantes que protagonizaron la Reforma Universitaria de 1918.Ingenieros no fue lo que actualmente se denomina «sociólogo»; más bien se podría calificarlo como un ensayista crítico. Sus ensayos acerca de la sociedad de su época ayudaron a abrir el diálogo sobre un sinnúmero de aspectos morales y éticos de la Argentina de principios del siglo xx, discusión que se originó en diversas corrientes de opinión política de la época como el socialismo, la masonería, el comunismo y el anarquismo y que derivó en la inclusión, transformada por cierto, de esos principios en vastos movimientos sociales como el radicalismo y el peronismo, que monopolizan la política argentina hasta el día de hoy.
En 1919 renunció a todos los cargos docentes y hacia 1920 comenzó su etapa de lucha política, participando de manera activa en favor del grupo progresista Claridad, de tendencia comunista.
En 1922 promovió, como forma de protesta contra el sistema político imperante en la provincia de Córdoba, la candidatura de un personaje extravagante, Enrique Badesich, que logró ser elegido diputado provincial; no obstante, su diploma fue rechazado por la Cámara de Diputados provincial. Ese mismo año propuso la formación de la Unión Panamericana, un organismo de lucha contra el imperialismo que difundió continentalmente las ideas antimperialistas.
En 1925, pocos meses antes de su muerte, creó el mensuario Renovación en contra del imperialismo, firmando con los seudónimos de Julio Barreda Lynch y de Raúl H. Cisneros.
Al paso del tiempo discrepó con las posturas del socialismo de Estado y empezó a colaborar con periódicos anarquistas, llegando a ser abiertamente un simpatizante del anarquismo, varias de sus obras literarias reflejan este acercamiento. Esto se debió en parte a la influencia de criminólogo italiano Pietro Gori. Murió el 31 de octubre de 1925, a los 48 años, siendo la causa de su deceso meningitis grave.
Fuente: Del sitio Wikipedia - José Ingenieros.
La imagen de portada se titula "Alfarero" y pertenece al artista plástico argentino Ricardo Carpani.
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