Malapad na bató (tradición filipina)

por  Camilo Millán
        "Mucho antes de que los hombres blancos pisaran las playas luzónicas y de que Li-ma-hong, el célebre pirata chino, midiera con ellos sus fuerzas en la lengua de tierra comprendida entre el mar y la orilla izquierda del Pasig, frente al poblado de Tondo; mucho antes de que el régulo Lacandola afirmase, bebiendo en la sangrienta copa, el pacto de amistad con el adelantado Legazpi; antes aún de que el volcán de Taal, situado en el centro de la laguna de su nombre, hubiera comprimido los penachos de negro humo que á manera de inmenso paraguas cubrían las llanuras de Batangas, los montes de Tayabas, las rizadas ondas de la laguna de Bay, las crestas de Antipolo y las marismas tondeñas, se elevaba, no muy lejos de donde ahora se asienta el pueblo de Taguig, un poblado, á la usanza de aquella época, rodeado de fuerte estacada y de espesos ponos {2) de caña-espino, con una sola puerta de entrada, susceptible de gran defensa.
        Las luchas entre los naturales eran continuas y sangrientas: el bolo (3), la lanza y la flecha eran la suprema ley; su única razón, la de la fuerza.
        En la orilla opuesta del modesto cauce que servía de desagüe á la laguna de Bay y que iba á desembocar en el mar junto á Tondo, se levantaba otro poblado denominado Pasig, que daba nombre al riachuelo. Éste se deslizaba, rectamente en unos trechos y describiendo marcha tortuosa en otros, por entre tierras sembradas de palay (arroz). Sus márgenes, enteramente pobladas de altos cocoteros, esbeltos plátanos y torneadas bongas, así como de caña-boj y caña-espino, eran, por lo general, sombrías y excesivamente húmedas. Con dificultad penetraba hasta el suelo algún pequeño rayo del brillante sol que arrancaba de las altas hojas destellos luminosos. 
        Entre los habitantes del poblado de Pasig y los del poblado que llamaremos de Taguig, puesto que más adelante dio origen á la formación del pueblo de este nombre, existía una animosidad  profunda, una deuda perpetua é inextinguible de cabezas humanas, por cuanto las cuentas del uno y del otro poblado no eran las mismas, y cuando el uno las juzgaba saldadas, el otro se creía alcanzando una ó dos cabezas, y así recíproca y sucesivamente.
        El indio filipino es, y ha debido serlo desde su origen, un ser anfibio: la mitad de su vida la pasa metido en el agua.
Bandeja calatagan. Cerámica. Calatagan, Batangas, Norte de Luzón. 2.000 a. C. - 1000 d. C.
        Indudablemente se debe esto á los ardores del clima tropical y á lo cálido de la alimentación salitrosa. En aquella época remota en que no se conocía allí otra indumentaria que el salacot (4) y el bajaque (5) llevados por hombres y mujeres, y en un país en donde el sol abrasaba la epidermis, las abluciones eran casi continuas, y el hondo lecho del cicatero río, atemperante obligado de los caldeados cuerpos. No se conocían otros caminos que estrechas y tortuosas veredas formadas por el paso de la gente á través de las sementeras y en dirección al río, veredas que desaparecían al coincidir con los pilapits (6).
        La agricultura, embrionaria entonces, estaba reducida al cultivo del palay y del camote (7): los cocoteros, plátanos, ates, papayas, mabolos y camias que espontáneamente crecían y se reproducían  á orillas del río y de los esteros (8), les daban frutas abundantes, y la tuba (9) era su única bebida espirituosa. Sus anímales favoritos eran el carabao, el vabuy (cerdo), el aso (perro), y el manoc (gallo), los cuales devoraban en sus cañaos (zambras) y en sus demás fiestas.
        Los bahaes, agrupados en perfecto desorden, eran miserables viviendas, chozas formadas, la mayor parte, por una cubierta de cañas y de cogon (10) sostenida por cuatro ó seis tocones clavados en el suelo, del que no se elevaban más de un metro. Las del régulo y los manguinones (caciques) estaban construídas sobre harigues (11), con escalera de caña para subir á ellas; tenían nipas (12) en la techumbre en vez de cogon;  dindines (tabiques) de caña tejida; piso de sagui (13), y estaban divididas en dos compartimientos y un batalán (14).
        Dados estos antecedentes, entremos en materia. Danna era la hija predilecta del régulo de Taguig.
        Tenía diez y siete años y era la hermosura más perfecta, no sólo de aquella ranchería, sino de todas las que poblaban las orillas del Pasig desde la laguna al mar. Sus formas eran torneadas, sus dientes blancos y sus miradas de fuego. Cuando soltaba y esparcía en torno suyo su abundante y negra cabellera, quedaba cubierta por ella hasta los pies.
Brazalete. Abalorios de cristal. Tinguianes, Norte de Luzón.
Coleccionado por el P. Benigno Fernández entre 1876-1880.
        Ninguna otra como Danna sabía bailar el balítao (15) ni cantar el cundímang(16), ninguna otra como ella animar á los suyos en el combate. Danna era la dalaga (soltera) más codiciada de los bagontaos (soltero) de la ranchería. Los indios luzónicos siempre fueron inflamables y románticos, y hasta en los tiempos bárbaros tuvieron su poesía.
        Anasay, el más valiente y al  propio tiempo el más romántico de todos los de Taguig, fué el único que consiguió fijar el corazón de la virgen selvática.
        Anasay tenía veintitrés años, el valor de un león y las fuerzas de un Hércules. En el último combate sostenido con los de la ranchería de Pateros había cortado, por sí solo, tres cabezas, que, al regresar, puso como trofeo á los pies de Danna.
        Y ésta sonrió al mancebo con la dulce satisfacción de la mujer que ama.
        Aimón se había enamorado también de la doncella y había jurado robarla. Aimón era  un bagontao de la ranchería de Pasig, enemiga de la de Taguig. En lo más rudo de un combate sostenido á flechazos de una á otra parte del río entre la gente de ambos poblados, Aimón vio á Danna con una lanza en la mano animando á los suyos con gritos salvajes, y quedóse prendado de su valor y de su hermosura, Y desde aquel día, como tigre cauteloso, acechó el momento oportuno para apoderarse de ella. 
        A veces cruzaba á nado el río y se emboscaba en el mangle (17), donde pasaba oculto horas enteras; á veces también se internaba tierra adentro en demanda de los esteros, confiado en su valor y en sus armas, sin que nunca la hubiera podido encontrar.
Escudo kalinga. Madera con decoraciones simbólicas. Norte de Luzón, Siglo XIX.
        Pero no eran únicamente Anasny y Aimón los que estaban enamorados de Danna: lo estaba también el asuang (18), el genio maléfico del río, que tantas veces había contemplado de cerca los encantos de la virgen selvática y acariciado la morbidez de sus formas. Y el asuang era tanto más de temer cuanto que no se hacía visible sino en determinados casos y bajo distintas formas, sin descubrir jamás sus intenciones. El asuang fué siempre el coco de los indios filipinos, quienes aún le temen hoy como le temieron sus antepasados en los tiempos prehistóricos.
        Era una hermosa mañana del mes de marzo. El sol derramaba por todas partes sus rayos deslumbradores. La naturaleza lucía en las márgenes del Pasig sus mejores galas. El volcán rugía sordamente á lo lejos, y la brisa del Norte llevaba hacia Batangas sus penachos de humo y sus tenues cenizas. 
        Era una hermosa mañana del mes de marzo, y Danna, acompañada de otras dos dalagas y escoltada por Anasay y por cuatro bagontaos más, habíase ido á las orillas del río á coger sampaguitas (i y) en sitio bastante separado de la ranchería.
        Fué un capricho de la virgen selvática, que todos respetaron. Aimón, que se encontraba por aquellos lugares, los vio llegar, reconoció á Danna y se emboscó rápidamente, no por temor á la escolta, sino á impulsos del deseo de raptar á la doncella.
        Ésta formó un ramo de sampaguitas y se lo regaló á Anasay. Luego se zambulló con sus amigas en el río.
        Había llegado para Aimón el instante supremo. Rápido como una flecha se arrojó al agua, cortó con agilidad la corriente y asió con su brazo izquierdo el cuerpo de Danna, sin dejar de seguir nadando hacia la orilla opuesta. A los gritos penetrantes de Danna acudieron presurosos Anasay y sus compañeros.
Hachas Bontoc e Ifugao. Hoja de hierro y mango de madera. Norte de Luzón, Siglo XIX.
        Su primer impulso fué armar los arcos y disparar sobre el raptor; pero les detuvo el miedo de matar á la doncella.
Dejadme, que yo me basto solo, dijo Anasay. Y se lanzó al río, llevando el bolo en la boca.
        Aimón se hallaba entonces á una distancia casi igual de ambas orillas y se consideró en salvo con su presa. Redobló sus esfuerzos y siguió avanzando...
        De pronto se oyó la voz terrible del asuang semejante al resonar de cien truenos juntos, pero lejanos. La tierra tembló poderosamente al eco de su voz, y las aguas del río empezaron á moverse como si estuviesen en ebullición.
        Intensa llamarada, nacida en el cráter del volcán, brilló como relámpago inmenso. El cauce del río se dilató por ambas márgenes hasta triplicar su anchura y profundidad. Las aguas de la laguna de Bay afluyeron con estrépito hasta precipitarse en el mar. Cuantos estaban en el río y en sus orillas desaparecieron.
        Pero en el centro de aquél, el hervor de la corriente denunció, cuando todo se hubo serenado, la existencia de un escollo que antes no existía, de una ancha roca que hoy se denomina malapad-na-bató, es decir, piedra ancha.
        Y esa piedra no es otra cosa, según la leyenda, que el cuerpo de la desgraciada Danna, á la cual sigue rindiendo amoroso culto el asuang, en el fondo del anchuroso Pasig".
Daga badao con funda. Hierro y madera. Grupo Mandaya, Mindanao.
Coleccionada por el P. Benigno Fernández entre 1876-1880

(1) D
el tagalog: piedra ancha.
      (2) Ejemplares de árboles o arbustos.
      (3)  Especie de machete.
      (4) Especie de sombrero en forma de media naranja, más o menos adornado con chapas de metal o  de     hierro.
      (5) Especie de taparrabos, que en las mujeres revestía forma de enagüilla muy corta, hechos con fibras de árbol.
      (6)  Pretiles de tierra hechos para retener el agua en las sementeras.
      (7) Tubérculo parecido al moniato. 
      (8)  Arroyuelos o zanjas.
      (9)  Jugo sacado del tronco de los árboles: sin fermentar es un refresco laxante, y fermentado una     bebida espirituosa.
   (10) Hierba muy alta.
   (11) Pilares de madera
   (12) Hojas del arbusto que lleva su nombre
   (13) Tejido de caña machacada.
   (14) Especie de azotea al nivel del piso, descubierta o no, pero del mismo material que aquél.
(  (15) Baile antiquísimo de los tagalogs.
   (16) Canción sumamente lánguida y cadenciosa .
   (17) Bosque formado por arbustos que surgen del agua.
(  (18) Duende o fantasma imaginario.
   (19) Flores tropicales.
Fuente: Del sitio de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España"La Ilustración Artística", Año XXIV, Barcelona, 28 de agosto de 1905, Número 1235.
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001581273&page=3&search=nostradamus+c%C3%A9sar&lang=es

Las estatuillas de la portada pertenecen al sitio del "Museo Oriental de Valladolid/Arte Filipino". En esta oportunidad, se trata de Los Anitos. Madera tallada. Igorrotes del Norte de Luzón Coleccionados por el P. Benigno Fernández entre 1876-1880. Los demás elementos también pertenecen a este Museo. 
Fuente: Del sitio Museo Oriental de Valladolid.

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