Cuentos para chicos

por Adriana Sylvia Narvaja
Velero Veloz
-¡Éste es el más veloz de los veleros, pá!
        Ricardo venía corriendo por el borde de la fuente con el velero en la mano. Para que no se pierda cuando navega, el papá de Ricardo le había atado un hilo. Velerito tiene unas velas blancas, preciosas, y su nombre, justamente, es Veloz, y está pintado con letras negras sobre el casco celeste. 
Ricardo ama a su velero, y a todos los barcos. Tiene barcos de varios tamaños en casa, tiene libros con fotos de barcos, tiene  revistas que hablan de barcos, pero Velerito es especial. Es Veloz
        El padre de Ricardo lo lleva siempre a la plaza donde se reúnen todos los amantes de los pequeños veleros. Algunos veleritos andan a motor, otros a vela. A veces, los veleritos desafían a otros a jugar carreras. 
        Un día vino un chico, con un velero parecido a Veloz, y desafió a Ricardo a jugar una carrera. 
-¡Aceptamos! – dijo Ricardo por él y por su velero. Veloz no puede fallar. 
        Y así se preparó todo para el gran desafío. Todos los chicos sacaron sus veleros de la fuente, acomodándose para ver la competencia. 
        ¡Y largaron! Delfín, el otro velero, iba adelante, pero por muy poquito. Luego avanzó Veloz, y le sacó algo de ventaja, mientras los chicos alentaban a uno y a otro y los papis miraban. 
        Avanza Veloz, avanza Delfín, le saca ventaja Veloz, otro poquito Delfín, la meta está cerca, los chicos gritan y saltan y ... ¡ganó Veloz!
-¡Veloz no podía fallar, papá! – dijo Ricardo, saltando y saltando de alegría.
-Sí, pero ahora vamos a darle la mano al dueño de Delfín, como buenos deportistas que somos... – aclaró el papá. 
        El dueño de Delfín, Pedro, no estaba tan contento, pero le dio la mano igual. 
-El domingo que viene te juego la revancha – dijo Pedro, secando su velero. 
-Mejor te doy mi dirección, y venís a casa a jugar con tu velero durante la semana... – respondió Ricardo entusiasmado. 
-Bueno, eso me gusta. Si papá me lleva... – se entusiasmó Pedro también. 
        Y se sentaron juntos a charlar de veleros en un banco de la plaza, conversando como verdaderos amigos, mientras Delfín le guiñaba un ojo a Veloz, el velero más rápido del mundo. 

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