Carta a la familia de un adolescente

por Vittorino Andreoli
psiquiatra italiano
        “Soy un hombre de la Ciudad de la Tierra, creo en la dignidad humana, en la posibilidad de que el hombre viva mejor, con menos fatiga y, sobre todo, con menos carga agresiva, tendiendo siempre a la paz. Si el mundo no funciona como quisiera o como quisieras, estoy seguro de que es culpa de esta humanidad. El mal tiene los estigmas del hombre, también las guerras son atribuibles al hombre y a su estupidez, a su sed de poder. Estoy convencido de que el mundo puede ser mejor y las familias, tu familia, más serenas. 
        Pero ésta no es una carta-guía, cuanto os estoy diciendo se funda en el rechazo de la familia como un lugar conflictivo e incluso violento. No puedo aceptar que una institución que sirve para dar seguridad haya sido transformada, al menos en muchos casos, en un campo de batalla. Un cuadrilátero de lucha y no un oasis de serenidad, aunque se alcance a través de la fatiga y el sufrimiento. 
        No lo acepto y sé que no es atribuible a un destino, sino al hombre, a las estrategias de su vida, al sentido que ha intentado darles y que saben a locura. 
         Es una necedad hacer de los años de existencia una carrera por el éxito, para luego llevarlo a una tumba bajo tierra. Es una necedad desear un poder cada vez mayor, como si se tratara de una omnipotencia que busca acumular siempre, cuando todo en torno a nosotros muestra qué tenue es la vida y cómo basta una ráfaga de viento para apagarla y sustituirla por la tristeza de la nada.
        En cambio, creo que es sabio, y humanamente posible, basarse en la solidaridad en el interior de la propia familia, ayudar para ser ayudados, pero aún más amar, y no se puede amar sin sentir el retorno del amor. Y el amor nunca es poder ni riqueza, acumulación, mercancía para usar.
        No puedo aceptar que el hombre sea tan necio como para ser violento con quien se dedica a él. No acepto que una mujer sea tratada peor que un coche, que un hijo sea olvidado mientras se presta atención a los amigos de un club deportivo. No lo acepto porque atribuye importancia a lo que decora la vida, pero no le da valor y sentido. El hombre debe preguntarse qué sentido tiene y qué piensa del mundo y de su experiencia en el mundo y en este marco preguntarse qué es una familia y la propia familia, qué es un niño en vez de una muñeca de paño o un caniche de pelo delicado y perfumado. El sentido de la vida, el sentido de la familia. 
        Conozco familias que caen en la violencia, pero siempre entreveo la posibilidad de que recuperen la sonrisa, el gusto de sentirse unidos, con la fuerza que deriva incluso de quien afirma que necesita ayuda. La fuerza de la debilidad, el valor de la propia insuficiencia. Yo temo a la omnipotencia del hombre, no sus límites.
(…)
        Están lejos los tiempos en que se creía que la capacidad del individuo era una característica impresa para siempre dentro de cada uno. Un individuo está, desde luego, ligado a sus dotes biológicas y genéticas, pero también depende de las experiencias que experimenta e incluso del lugar en que vive, de las relaciones que establece. Nuestras dotes no están encerradas en una caja que llevamos fatalmente encima, sino que son una continua y enorme potencialidad que necesita experiencias y un ambiente en que manifestarse. Y el ambiente familiar es una condición, un factor para mostrarlas, para hacer que ellas sean. 
        Necesitamos de los demás para ser nosotros mismos. Es una idea de defensa misántropa pensar que debemos mantenernos alejados de los demás para no ser contaminados por ellos y no cumplir todas las preciosidades que contenemos, como si fuera un cofre de brillantes y de grandeur. La familia guarda espacios para la privacidad, para pensar en sí mismos, para percibirse en una dimensión única, pero una cosa es encontrarse en una isla y otra aislarse sabiendo que pertenecemos a una familia y, de manera más extendida, que formamos parte de un mundo hecho de hombres y de estímulos humanos.
        El creativo vive en medio del mundo. Los estímulos para crear, las motivaciones para hacer los adquiere de los otros, del hecho de estar en el mundo y, por tanto, de vivir en él. Los demás son el humus que permite liberar dotes que, de todo modo, permanecerían sepultadas y, por eso, cualquier obra del hombre, incluso la más sublime, sufre la influencia del tiempo, caen en el tiempo y, por tanto, entre los hombres" .
Vittorino Andreoli
“Carta a la familia de un adolescente –
Un viaje al corazón de nuestros afectos”
Editorial Integral de RBA Libros, 
Barcelona, 
primera edición enero 2007
Las imágenes pertenecen al sitio Todo Mail, y corresponden a la obra pictórica del artista plástico Steve Hanks.
http://www.todo-mail.com/content.aspx?emailid=10068

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