Final

por Adriana Sylvia Narvaja
Y fue entonces cuando nos dimos cuenta
que no quedábamos muchos
y encima tan pequeños
frente a la devastación,
frente al precipicio,
(y hay quien decía que ese precipicio no existía)
frente al hambre y a la inundación
frente a una pared
contra la que nos estrellamos,
en donde árboles y animales, ríos y arroyos
se nos escapaban de las manos
y se alejaban cada vez más rápido de nosotros
y los edificios seguían subiendo
(ellos nunca se detuvieron,
nunca dejaron de “construir”,
a pesar de todo lo que habían destruido)
no sé para quién,
no sé para qué,
y el humo no nos dejaba ver 
lo que había sido siempre
tan importante para nosotros.

Aún así, yo vine a decirte que te amo
en medio del ruido, la mugre, el agua que sube
llena de basura,
vine a decirte que lo siento,
que yo también puse mi parte para que esto pasara
(¡quién no!)
y ahora no sé
qué hacer ni dónde ir.
Pensaba en traer una flor,
y te juro que no encontré
en cuadras y cuadras y cuadras
que caminé entre la gente
que buscaba algo como yo
y no encontró nada. 
Sé que podemos lograrlo,
aunque no sé cómo todavía.
Sé que podemos volver a empezar,
aunque la gente deambula buscando comida
(dicen que en otros lados ya no hay agua,
pero el gobierno lo desmiente)
buscan lo que pueden
y se preguntan cómo fue,
en qué cabeza cabe pensar
que todo lo que valía la pena
podía ser cambiado por lo que no lo vale.
Si hasta al mismo Dios
lo empezaron a vender en cómodas cuotas
(eso fue antes de decir que no existía,
o tal vez se había acabado el stock
y sus pilas y accesorios se vendían por separado)
y cuando le quitaron a Dios a la gente
y después dijeron que el Hombre
(así, con mayúscula, como lo marca la Historia)
tampoco existía, sólo la estructura, sólo el Partido
(que sabía mejor que nadie
lo que le convenía a la gente,
el Hombre no, ya había razonado demasiado,
déjennos a nosotros, les diremos qué hacer…)
sólo el Gobierno,
sólo el Mercado,
sólo los índices,
sólo el PBI,
sólo el riesgo país,
sólo los valores de la Bolsa
mientras los otros valores ya no existían
porque la gente ya no creía en ellos,
y si no hay mercado para algo, no hay mercado,
ellos mismos le dijeron a la gente
que los valores no importaban,
porque ahora hay que hacer plata
(y podés hacerla tranquilo, ahora que pensamos por ustedes,
ahora que les vamos a decir qué hacer y cómo hacerlo,
ahora que el Hombre ya no tiene la obligación de pensar
y hacerse cargo,
ni es el sujeto que cambia la Historia),
ahora es hora de dedicarse a mirar
nuevos dioses en nuevos altares con carteles de precio
a través de las vidrieras,
y también trabajamos con tarjeta
-nunca salga sin ella-
ahora hay que acumular cueste lo que cueste
y por sobre quién sea
(total, Dios ya no te mira)
ellos, los de siempre, se quedaron con los valores
dejando de lado los valores
y se llenaron de valores y de barriles
pero eso jamás llenó su tonto corazón
ni el nuestro
el necio corazón del Hombre que se volvió sólo Hombre
u hombrecito frente a tanto,
su necio corazón
que se olvidó que era parte de un mismo Dios,
mirá bien qué vas a elegir
(como dice la Biblia,
tengo que mostrarte un ejemplar que encontré
cerca de un tacho de basura).
Te lo llevo, amor, para que lo leamos juntos,
veré en tus ojos la luz de mi camino,
mientras leemos este libro y otros que encontré,
y te diré que te sigo amando,
tanto, tanto, como en el comienzo de los tiempos,
a pesar del final 
(yo no quiero pensar en el final,
por eso te busco…)
voy caminando para verte,
entre viento y papeles que vuelan,
ruido y gente y humo que no me dejan encontrarte,
voy pensando en verte y decirte y pedirte
que empieces de nuevo conmigo. 

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