Del libro “Entre el brocal y la fragua”, Editora Patria Grande
Los viejos cuentan esta historia. Es del tiempo de antes, cuando la pampa era pampa, y los bichos andaban sueltos y se entendían entre ellos. A veces se peleaban también. Y entonces se armaban entre los animales unas peleas tremendas, como las de la gente.
Un día se pelearon el venado y el caballo. Resulta que el pingo le dijo al venado que era un animal, y éste le retrucó tratándolo de caballo. En fin, patada va, patada viene, el venado lo atropelló al caballo y lo hirió con uno de sus cuernos.
Y la cosa se puso seria, porque ahora había sangre de por medio. Y asustado, el venado disparó campo adentro, ganando el desierto, y aunque el caballo lo corrió hasta donde pudo, no logró darle alcance.
El caballo, entonces, juró vengarse y fue a pedirle colaboración al hombre. Cara iba a pagar la consulta, pero su deseo de venganza lo tenía enceguecido y no fue capaz de medir las consecuencias de su determinación.
El hombre aprovechó como quiso la oportunidad. Le dijo al caballo que hacía muy bien en cobrarse la ofensa, y que él estaba dispuesto con sus boleadoras a cazar al venado, pero que de a pie nada podía hacer. Por lo tanto, el hombre le pidió permiso para sentársele encima y convertirlo así en su montado. Lamentablemente para el caballo, esto no terminó ahí. El hombre se puso delicado y exigió poder ponerle unos cueros encima del lomo y atarlos bien fuerte con una cincha. Después le colocó un freno en la boca y le añadió un bozal con su cabestro.
Enceguecido por su deseo de venganza, el animal no medía las intenciones de su supuesto amigo, y dejaba hacer las cosas creyéndolas necesarias para conseguir con mayor seguridad su proyecto de poder hacer pagar al venado lo que le había hecho.
Y una mañanita fresca salieron los dos por esos campos de Dios. Siguieron las huellas del venado y lo sorprendieron en una loma. El venado, sorprendido, sólo acertó a disparar, pero en ese momento las boleadoras del hombre se le enredaron violentamente en los remos de sus patas, y rodó por entre los pastos sin poder evitarlo. Inmediatamente, el hombre se bajó del caballo y lo mató, para aprovechar su carne y su cuero.
El caballo respiró hondo, sintiendo que finalmente estaba vengado. Pero pronto se le atragantó el resuello. Porque el hombre, tomándolo por las crines, nuevamente lo montó y lo obligó a ser su servidor para siempre.
Por eso, cuando alguno nos anima en nuestras broncas y sobre todo, cuando nos ofrece su ayuda, pensémoslo dos veces antes de dejarnos ensillar por él. Que hay muchos tontos que continúan alimentando abogados, por no arreglar el pleito.
Padre Mamerto Menapace
Del libro “Entre el brocal y la fragua”
Editora Patria Grande
Esto es “Algo Especial”
Hoy más que nunca “Protagonista del presente”
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