El millonario que construyó bibliotecas en lugar de palacios
Cuando era joven, Andrew Carnegie escribió en una hoja lo que sería la promesa de su vida:
> “Amasar riquezas es una de las formas más degradantes de idolatría. No hay ídolo más bajo que el dinero.”
Y cumplió su palabra.
Carnegie no solo fue uno de los hombres más ricos de su tiempo, sino uno de los más decididos a no morir con su fortuna intacta. Decía que era un deber moral devolver a la sociedad lo que ésta había hecho posible.
Había nacido en la miseria, y por eso, sabía lo que era no tener nada. También sabía que la pobreza duele más cuando viene acompañada de ignorancia.
Por eso, levantó su imperio con un objetivo claro: llevar el conocimiento a todos los rincones.
Creó una fundación. Y con ella, construyó más de 2.500 bibliotecas públicas en todo el mundo, muchas en lugares donde nunca antes había habido libros al alcance de la gente común.
Creía que leer era tan esencial como comer:
> “La lectura debe planearse como la dieta: es alimento para la mente.”
Fue enemigo del imperialismo, de los dogmas religiosos, de la arrogancia de quienes creen que el poder debe estar en manos de unos pocos. Él apostó por la educación abierta, gratuita, y sin condiciones.
Carnegie no regaló caridad, regaló herramientas. Regaló llaves que abrían puertas.
Cuando murió, más de la mitad de las bibliotecas en Estados Unidos habían sido financiadas en su totalidad por él.
Y aún hoy, cada libro leído en una de esas bibliotecas, es parte de su legado silencioso.
Fuente: Del sitio de facebook de Datos Históricos.
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