El compadrito y su alma

por Fernando Guibert,
escritor argentino (1912-1983)
        "Empezó a hacerse sabio en el coraje. Su viejo miedo de la niñez, el miedo a la obscuridad, el miedo al padre que lo tenía acurrucado en los rincones, apaleado debajo del jergón, se le volvió un animalejo sumiso que se quedó durmiendo al lado del brasero. Ahora era él el que soltaba el miedo en las esquinas. Se convirtió en un gato cruel y sangriento, jugando despaciosamente en el macabro juego de las compadradas y los gestos. Con los otros hombres hizo extraños malabares de cuchillos y de frases. El compadre que tenía un lenguaje sobado como la redondez del mate, seco como la paja de las sillas, se hizo un lenguaje con sus ademanes, tartamudeos y silencios: encogiéndose, ladeándose, suspirando y silbando; todas cosas que después el tango se las alquiló, para fregarlas entre espejos y salones.
  El compadre creó el conjuro a la noche y al destino, dos trágicos telones para su pobre teatro.    Pero la noche y el destino le traían ocultos entre tapujos la traición, las venganzas y el descuido. Nació para él el mito de la estampa y la figura, que fueron el santo y seña para su cerrado cónclave de machos.
  Esa adoración al coraje era en el fondo una pasión servil y pegajosa. El compadrito quería ser el hombre que no podía alcanzar porque sabía que no lo era. Esto lo angustiaba y cuando más crecía su sombra entre los otros, más ganas le entraban de ser aún más compadre todavía. 
  Así, desesperado, probándose a sí mismo, amontonaba hazañas tras hazañas. Es que asistía al drama de su impotencia vital a pesar de la hombría impaciente y estudiada. Asistía al drama de su inferioridad pese al inmoderado levantar de sus hombros y su mirar de costado, su frase o su silencio perdonando. Era inferior y lo entendía y entendía también que su suerte estaba echada. Su resentimiento ya le había dado la primera cuchillada por la espalda. 
Esclavo del coraje o del espantajo del coraje, digamos mejor qué hizo con él y para qué le sirvió. Porque por ese coraje, como un nuevo Fausto vendió su alma al Diablo que agitaba el poncho escarlata en la barriada. Es que el Diablo andaba incansablemente en ella jugando como siempre con los hombres y las cosas. Estaba en los animales huidizos, en las cortinas. Aguardaba callado en el negror de los zaguanes para ver y oír y en algún maizal aparentaba ser el vagabundo. Pero era él quien robaba las ropas, él trampeaba los naipes sumisos que incendiaban la discusión. Era el Diablo quien hacía reír a la insolencia estúpida en las esquinas para provocar, y el que vestía la traición de la hembra. Por todas estas menudencias y otras más, el compadre se vendió al Diablo. Era un patrón poderoso que el compadrito respetaba por mal y pedigüeño. Tan pedigüeño también con el compadre fue el caudillo político, que era el Diablo menor y que empezó a pasear sus gavilanes amaestrados.
Y así fue como el compadre dejó el trabajo para los pobres gringos, “los maricas” y las mujeres. Ya bastante trabajo tenía con mimar el cuchillo y hurguetearse los dientes. Dejó el trabajo porque él no podía agacharse. Eso sí: podía arrastrarse y limosnear en los comités, donde la política despachaba en el mostrador prepotente e interesado. 

Dijimos vender el alma al Diablo, pero es una frase vieja y equivocada. Otra vez al Diablo se le escapaba el hombre al quererlo estafar por la codicia. El alma era la protegida de Dios que había soltado también sus ángeles en el arrabal.El alma estaba en la quietud de las casas, en la porfía de las enredaderas, en el amanecer cantor. Estaba en el anochecer llorando las estrellas. Estaba en las polleras floreadas y rápidas, en el reojo, el suspiro, el piropo y la flor. Y estaba en las gargantas mansas de las guitarras. 
Pero la verdad es que el alma estaba tiritando. El compadre no podía enmendarse porque lo arrastraba el turbión de su obstinación. La vida se le ladeaba porque se le había amontonado la noche a las espaldas. Así, torció el gesto como si doliera, y se marcó entrecejos porfiados, apuró de un trago en los convites y espantó en los bailes. Taconeó fuerte, para afirmar con los pies lo que su cabeza desesperada no podía decir ni comprender. Salivó las cosas y manchó las paredes. Y le dio amistad al antojo y a la gana.
Pero no seamos injustos con él. En la noche triste de los tangos cuando una mala hembra le devolvió la carta marcada o lo requirió un amigo, las solapas recogieron unas lágrimas perdidas y dio el corazón que le costó la vida, nada más que para guapear.
Allí lo tenemos al compadre, envainando en la esquina, luciendo como un espejo. Consolándose con su lujo pobretón. Las manos blancas y afiladas. Bien cepillada la modestia del saco.
Está desafiante como quien reparte seguro, de naipes conocidos. Mañana, bajo las colgaduras agoreras del anochecer está velándose a sí mismo. Cerrándose para la muerte próxima que viene cimbreando por la vereda, vestida con la ropa de otro compadre. Estará pálido igual que un cirio, porque lo fúnebre no andará muy lejos de los cuchillos. 
Ahora en la ciudad con la cara preocupada por su destino de piedra y acero, en medio de una batahola de ruidos colosales, el compadrito, ese extraño ser de pocas esquinas, seguirá en la fantasía, quieto y ensimismado. Seguirá en el borde de la ciudad acodado en el farol o en la pared, fantasma de un pasado como el olvido. Estará callando el silencio. Enojando cada vez más su enojo. Ladeando cada vez más su ladeo. Y quizá, pobre de él, ennegreciendo cada vez más su sombra, que es su muerte, y para el recuerdo de lo que la historia deja, su vida.”.
Fernando Guibert,
“El compadrito y su alma”,
Editorial Perrot,
Colección Nuevo Mundo,
Buenos Aires, 
año 1939
Biografía de Fernando Guibert
Fernando Guibert (1912-1983) fue un poeta argentino.

Nacido en Buenos Aires el 19 de mayo de 1912, Fernando Guibert se dedicó primero a la pintura. En 1943 se gradúa de abogado en la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Inclinado hacia la poesía, escribe Poeta Presente (1948) y Poeta al pie de Buenos Aires (1953), pilares de la literatura latinoamericana contemporánea.

Su libro Poeta al pie de Buenos Aires inspira el espectáculo coreográfico de Ana Itelman Esta Ciudad de Buenos Aires que se estrena en el Teatro Nacional Cervantes en 1955 y luego se traslada al Teatro Astral. Una nueva versión de dicho ballet se estrena en el Teatro Municipal General San Martín en 1968, posteriormente llevado por toda Europa por Oscar Aráiz. Fernando Guibert fue asesor letrado de la Sociedad Argentina de Escritores en 1945 y 1946. A partir de 1950 realiza ciclos de conferencias sobre la literatura y las ideas tanto en Buenos Aires como Nueva York, Washington, Bogotá, Madrid, Lisboa, etc. El compadrito y su alma, ensayo, aparece en 1939. En 1958, sale Cosmos Buenos Aires ilustrado con doce aguafuertes originales de Rodolfo Castagna, y figura entre los libros argentinos que el presidente Frondizi lleva a los Estados Unidos en su visita en 1959. En 1962, publica Tango, sobre el que Eduardo Rovira compone una suite de ballet para ocho instrumentos grabada en 1963. Elabora su último poema, Ahora vamos a lo largo de muchos años. Es una visión poética del universo en retrospectiva y tendida hacia el futuro, en el que el autor contempla nuestra posible destrucción. El poeta fallece en 1983 a los pocos meses de la publicación de Ahora vamos.
Fuente: Del sitio Wikipedia - Fernando Guibert.

La foto del poeta Fernando Guibert pertenece al sitio Rincón de Poetas

La imagen de portada pertenece al sitio "La Bitácora de Cristal"

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