Problemas del sueño

por Roger Caillois,
        "Dos clases de problemas concernientes a los sueños han solicitado siempre la atención de los hombres. Estos se han preguntado, por una parte, qué podían significar los sueños, y por otra parte, cuáles eran sus relaciones con el mundo de la vigilia o, si se quiere, qué grado de realidad convenía atribuirles. 
        Desde la más remota antigüedad las imágenes de los sueños han parecido ocultar un sentido a la vez misterioso y asequible que un intérprete competente debía ser capaz de elucidar. De ahí las innumerables “Claves de los sueños” y otros tantos lexicones* destinados a descifrar sus mensajes insólitos y desconcertantes. 
        Un sueño es abundante, confuso, inextricable. Necesariamente las “Claves de los Sueños” recogen un hecho aislado, un elemento único. Se convierten, por lo tanto, en letanías interminables. De la clave babilónica citamos al azar: “Si come carne de oso, rebelión; si come carne de mono, hará adquisiciones por la fuerza; si come alimento conocido, paz espiritual; si come asfalto, aflicción, si come nafta, espíritu inquieto, etc..”. Y así hasta el infinito. Luego vienen otras enumeraciones. “Si se le da… si corta… si toma… si lleva…”. Admitido el principio, ¿por qué detenerse?
        Nada hay, ni absurdo, ni milagro, ni contradicción, con lo que no se pueda soñar, y queda prácticamente excluido que la menor proporción de esos prodigios se realice. Es necesario, en consecuencia, que el exégeta* reduzca su multitud infinita al pequeño número de acontecimientos que está casi seguro de que acontecen a cada uno en el curso de su breve existencia: un encuentro, una enfermedad, una ganancia o una pérdida, el fracaso o el buen éxito, a lo más la fortuna o la ruina, un viaje, un amor, sin contar lo inevitable por excelencia: la muerte. 
        Toda ciencia adivinatoria, la quiromancia, la astrología, o cualquier otra que se imagine, no menos que la interpretación de los sueños, se ve obligada a pasar por esta puerta estrecha: reducir datos cuya fantasía nada limita a la docena de vicisitudes que cada hombre atraviesa casi obligatoriamente en su vida. La receta no puede menos de dar buen resultado. 
        En todo caso, es un hecho el que desde hace alrededor de cuatro mil años las listas de las correspondencias entre las imágenes de los sueños y sus significaciones no hay dejado de obtener gran éxito. En nuestros días, bajo una forma muy suavizada y con la ayuda de un vocabulario científico, las interpretaciones del psicoanálisis continúan la tradición y responden a la misma necesidad inmemorial. 
        En la Biblia abundan los sueños, que explican los profetas. Tal sucede con los sueños de Nabucodonosor o del Faraón. En la literatura posbíblica se abre paso la idea de que el sueño en sí mismo es indiferente, que lo que cuenta es la interpretación, la que es presagio eficiente, eficaz y que forma la realidad. “Veinticuatro intérpretes de sueños se habían establecido en Jerusalén. Sucedió que tuve un sueño y fui a ver a todos los intérpretes. Cada uno me dio una interpretación diferente y todas se realizaron en mí, en conformidad con lo que se dice: el sueño sigue la boca que lo interpreta.

*lexicones: Colección o lista de palabras con información sobre ellas.
*exégeta: Persona que expone o interpreta un texto, especialmente la Biblia.
Sueño del granero roto
       “Una mujer fue a ver al rabí Eliezer y le dijo: ‘He visto en sueños que el granero de mi casa tenía una rotura. Él respondió: ‘Concebirás un hijo'. La mujer se fue y eso fue lo que le sucedió. Soñó de nuevo el mismo sueño y se lo contó al rabí Eliezer, quien le dio la misma interpretación y es lo que sucedió. Soñó lo mismo una tercera vez y fue a ver al rabí Eliezer. Como no lo encontró, les dijo a sus discípulos: ‘He visto en sueños que el granero de mi casa tenía una rotura”. Ellos le respondieron: ‘Enterrarás a tu marido’. Y eso fue lo que sucedió. 
        El rabí Eliezer, sorprendido por las lamentaciones, se informó acerca de lo que andaba mal. Sus discípulos le refirieron lo que había pasado. Él exclamó: ‘¡Desdichados, habéis matado a ese hombre! ¿No está escrito: Cómo él nos explicó, así fue?”.
      Y el rabino Yohanan concluye: “Todo sueño no vale sino por la interpretación que se le da”
       La segunda clase de problemas se relaciona con las interferencias de la vigilia y el sueño, su oposición, su jerarquía y su posible complicidad. En tal caso se pregunta no lo que significan los sueños, sino lo que significa el hecho mismo de soñar. El mismo del sueño es otro universo: ¿es más real, tan real o menos real que el de la vigilia? 
        La impresión que deja el sueño le da su valor y su fuerza persuasiva. Un sueño que no impresiona es olvidado inmediatamente; es una fantasmagoría inútil y vacía, que desaparece tan pronto como aparece, que naufraga sin dejar rastros cualquiera que hay sino su rápida hinchazón. Pero luego que un sentimiento de angustia o de plenitud engancha la conciencia a imágenes quizás insignificantes, el espíritu no deja de descubrir el secreto de su trastorno. Adivina en él una advertencia, una revelación todavía ambigua e ininteligible una amonestación que presagia una desgracia inminente o la promesa de un destino sin igual. 
        En todo caso, el contraste, el divorcio entre la imagen y la emoción que la acompaña, establece la diferencia con la vigilia, en la que la una y la otra están siempre de acuerdo, pues la mención proviene entonces del espectáculo y no es agregada desde el exterior por una potencia oscura, caprichosa y temible. La fuerza del sueño consiste en que exige una explicación, una consecuencia y casi una realización. Tan pronto como entra en competencia con la realidad, el sueño prevalece, en tanto que el hombre, primitivamente, tiende a dudar de la realidad, pues la trivialidad, la continuidad de lo real lo conmueven menos que los prodigios de los sueños, cada vez, al menos, que su hipnosis suscita en una conciencia un malestar o una expectativa tenaz. 
        De esta autoridad del sueño derivan muchas consecuencias, en primer lugar que los acontecimientos de los sueños no parezcan menos verídicos que los de la vigilia. Toda cosa percibida en el sueño es considerada digna de fe. 
        En los casos extremos, la persona implicada en el sueño está obligada a realizarlo. Según G.W.Steller, le bastaría a un kamtschatka para obtener los favores de una muchacha pretender que ha soñado que los ha obtenido. Ella moriría si no obrara de modo que la realidad se ponga de acuerdo con el sueño. El sueño es tomado al pie de la letra. Se trata de anularlo o de cumplirlo (la operación es la misma) arreglándose para que no siga siendo un presagio inoperante, una amenaza hueca, deseada en el vacío, una imagen cargada con un poder peligroso y soberano en tanto que la realidad no agote su virtud realizándola. 
        El sueño, en la oscuridad de lo inescrutable, otorga de esta manera una visión imperativa que su origen misterioso reviste con una autoridad sobrenatural. La revelación salida del sueño es una duplicación que precede y que encadena a lo real. Lo fija de tal modo que deberá tener lugar. El futuro es desconocido, múltiple, indeterminado. Soñado se hace inmutable. Tal es la fuerza del sueño: adaptar a él la realidad. Sería necesario que se pudiese controlar y registrar las imágenes del sueño.          De hecho, desde que contribuye a fundar el poder político, él, que es por naturaleza sospechoso, fugaz, fabuloso, y que ningún testimonio puede corroborar, tiende a convertirse en una institución.
 
        Además, no todos los sueños tienen la misma importancia. Se concede un valor eminente a los que se repiten, a los que favorecen simultáneamente a muchos durmientes o a los que dejan detrás alguna reliquia significativa. Así parecen confirmados, comprobados, homologados. Introducen al elegido en una función social, dan el poder de curar, de castigar, de alimentar, de celebrar una danza, una liturgia, de actualizar un mito, de recitar las genealogías sagradas. Forman parte de un patrimonio; los mismos sueños, de generación en generación, revigorizan y perpetúan el vínculo con lo invisible del que una familia obtiene los títulos y la eficacia de una supremacía.
        La necesidad de interpretar los sueños, de descubrir su sentido simbólico, la inclinación a considerarlos como otros tantos enigmas, es, como se ha visto, notablemente constante. Se adopta al estilo, las ambiciones y las manías de cada cultura. Reaparece de tiempo en tiempo con formas nuevas, siempre seductoras, como si a los hombres les repugnara extremadamente reconocer que en definitiva no cuentan con significado alguno de las imágenes que tan fuertemente parecen querer hacerse entender por ellos. 
Sueño de Asurbanipal
        “El ejército vio el río Idid’e, un torrente rugiente, y temía atravesarlo. La diosa Istar, que reside en Arbeles, envió en plena noche un sueño a mi ejército y le dijo: ‘Yo marcharé delante de Asurbanipal, el rey que he creado'. El ejército creyó en ese sueño y atravesó el río sin tropiezo".
        El sueño queda autenticado porque lo han visto simultáneamente muchos durmientes. Puede serlo también si la revelación que contiene es reconocida como exacta, es decir si la realidad confirma el mensaje del sueño.
        En “La ciudad de los sueños”, de Rudyard Kipling, los sueños simétricos que una joven inglesa y un militar del Ejército de las Indias tienen independientemente el uno de la otra antes de que se encuentre, se reconozcan y se casen, constituyen una versión moderna de los sueños paralelos del rey Viramaditya y la princesa Malayavati.
        Tulsidas, dando cuerpo a un ejército de monos que lo libera, prefigura al asceta de Jorge Luis Borges que, en “Las ruinas circulares”, crea con sólo el poder de su sueño un personaje indiscernible para los seres vivientes, salvo que no influyen en él el agua ni el fuego. Absorto en su concentración y al darse cuenta de pronto de que un incendio consume su retiro y se encuentra en medio de llamas que no lo queman, el asceta comprender que es una criatura ficticia que está soñando otro. Una variante patética del mismo tema inspira una novela corta de Giovanni Papini, “La última visita del caballero enfermo”, en la que el protagonista define en estos términos su situación precaria: “Yo existo porque hay un hombre que me sueña; un hombre que duerme y sueña y me ve obrar y vivir y moverme, y que sueña en este momento que os hablo como lo hago. Cuando comenzó a soñarme comenzó mi existencia; cuando despierte dejaré de ser. Soy un juego de su imaginación, una creación de su mente, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de ese alguien tiene tanta consistencia y duración que se me ha hecho visible incluso para los que están despiertos”
por Roger Caillois,
"Los sueños y las sociedades humanas"
Coloquio de Royaumont,
Editorial Sudamericana
Colección Ciencia y Cultura,
año 1964,
Buenos Aires
Sobre el tema de los sueños, no dejen de ver la poética película "No te mueras sin decirme adónde vas", del director argentino Eliseo Subiela, en Youtube

https://www.youtube.com/watch?v=jdT7U4cMAOU

        La película "No te mueras sin decirme a dónde vas" es un film del director argentino Eliseo Subiela, del año 1995. Su hermoso guión, poético y tierno, sumado a la profunda sensibilidad de la música del gran Pedro Aznar, llega directamente al corazón. La actuación de Darío Grandinetti y Mariana Arias, como la pareja que jamás dejará de amarse a través de la eternidad, plantea temas como la reencarnación, el amor eterno, el significado de la vida y la "ceguera" de quienes no quieren ver, ni pensar, sobre estos temas. Se completa con la participación de Oscar Martínez, Mónica Galán y Tincho Zabala, sumado a la presencia del robot "Carlitos", cuya voz está a cargo del cantante Jairo.
Premios
1995: Montreal: Gran Premio del Público
1995: Sitges: Mejor guión
Fuente: Del sitio Film Affinity.
https://www.filmaffinity.com/ar/film805205.html

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