Las ruinas circulares (fragmento)

         por Jorge Luis Borges,
escritor argentino (1899-1986)
        "El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los labradores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar. 
         
        Al principio, los sueños eran caóticos; poco después fueron de naturaleza dialéctica. El forastero de soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado. Nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a mucho siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo. 
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        Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior e inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía. 
         
        Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni  hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido. 
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        El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo".
Jorge Luis Borges,
"Ficciones"
Editorial Emecé,
año 1956
"Las Ruinas Circulares" en Youtube con la técnica de stop-motion
Aprecien este hermoso trabajo en la técnica de stop-motion, con cerámica, que se va trabajando paso a paso y consiguiendo los distintos fotogramas. Dice de él Youtube:
"Arcilla esculpiendo arcilla ... este stop motion, el corto animado de arcilla explora la creatividad a través del proceso cerámico. El personaje principal representa el elemento de la tierra, interactuando con personajes secundarios de agua, fuego y aire. Inspirado por Jorge Luis Borges, "The Circular Ruins", Taos Talking Pictures. Música de Tatsu Aioki. Una película de Julie Goldstein, también conocida como eilujion. "Best of Festival" - Thaw Festival of Independent Film and Video, "Audience Choice Award" - Festival de cortometrajes de Hamburgo, "Jury Award" - Ann Arbor Film Festifal. Producido por Artifact Pictures."
Felicitaciones.
https://www.youtube.com/watch?v=nN5hDQgMI2g


La imagen de portada es parte de la obra del pintor renacentista italiano Tiziano (1490-1576), y se titula "Ecce Homo". Dice el Museo del Prado al respecto:
"Cuando Tiziano y Carlos se reunieron en Augsburgo en enero de 1548, el pintor le entregó una Venus perdida y este Ecce-Homo. No sabemos cuándo se enfrentó por primera vez Tiziano a esta iconografía, aunque probablemente fuera en 1535, cuando pintó para Federico Gonzaga un Cristo para el que se le proporcionó el modelo. El primer Ecce-Homo conservado es el de Carlos V y en él se aprecia un esfuerzo por alejarse del carácter icónico habitual de estas imágenes, frontales y circunscritas al busto, al mostrar a Cristo angulado y de tres cuartos, combinando el dramatismo inherente al tema, perceptible en los azotes y la sangre, con la serenidad de quien acepta su trágico destino".
Fuente: Del sitio del Museo del Prado - Ecce Homo.
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/ecce-homo/dfaef0bc-ad95-4a73-b1b9-b0c32c1eedb6

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