"A partir de los comienzos del siglo XX se ha compuesto una estructura de legislación laboral y social sostenida por tres vertientes de aportes y de luchas: la sindicalización anarquista, la brega especialmente parlamentaria de los socialistas y la acción de gobierno del yrigoyenismo. Hacia 1922, se han aumentado los niveles de vida y se han mejorado las condiciones de trabajo en forma notable con relación a la preguerra. Una nueva conciencia social se halla en marcha en el país. Abundan, por supuesto, los escollos y los desencuentros, éstos aumentados por la habilidad de las élites del régimen, finamente infiltradas en resortes claves del gobierno radical. En general, los primeros años de la década mantienen vigentes los problemas ocasionados por la posguerra.
Dicen unos versos publicados en la página “Del Mundo Obrero”, del diario Crítica, con la firma de Rafael M. Jijena S., y que tienen carácter de índice de ánimo:
"Invierno que llegas
helando las salas
de los hospitales,
las celdas oscuras
que tienen los presos,
y los miserando
cuartuchos sombríos
que habitan los pobres
los que tienen hambre
los que sienten frío
y no tienen leña
para calentarse…"
Archivo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires |
"Si entiende por patriotismo
callar del pueblo las penas
y no romper las cadenas
que ha forjado el servilismo…
que su canto no prosiga:
QUE NO CANTE EL PAYADOR".
Avenida de Mayo, año 1920 Del sitio Pinterest |
Entre 1920 y 1922, suben los salarios, baja el costo de vida y comienza a disminuir la desocupación. La crisis de la lana satura la mala situación de los trabajadores patagónicos y desencadena el trágico proceso de huelgas sanguinarias, represiones y atentados. La carencia en el yrigoyenismo de una clara definición en este conflicto pone de relieve sus limitaciones para consolidar su política obrerista y de justicia social. Entre 1922 y 1926, los salarios se mantienen estables, el costo de vida sigue bajando y es menor la desocupación. Las huelgas son pocas. Entre 1926 y 1929, los salarios aumentan; lo mismo ocurre con el costo de vida, mientras que la ocupación es casi plena. En 1927, hay cerca de veinte huelgas; en 1928, son 71.
(…)
Los ácratas de la Argentina cobran mayores dimensiones en su actividad sindical y de lucha directa. Cierto espíritu de total rebeldía casi adolescente se difunde entonces por sectores populares del país. Como exponente de ello veamos qué se lee en algunos votos anulados de la elección que lleva a Alvear a la presidencia:
“Viva la rivulusión social!”; “Voto por Lenine para diputado nacional por Santa Fé”; “Uno que no vota por ningún desgraciao!”; “Soy ciudadano argentino/aborrezco la política/no pertenezco a partidos/solo a idea maximalista”. (textual).
(…)
Durante esos años la favorable coyuntura económica permite un cierto margen de estabilización de la situación social –como hemos visto, aumentan los salarios y se fortalece el peso- pero no es más que una relativa y circunstancial mejora.
El costo de vida ascendente y la no repartición socialmente justiciera de los beneficios obtenidos por el país con sus mejores cosechas y sus nuevas inversiones extranjeras, confirman la situación sumergida y deficitaria, cuando no de miseria, de grandes grupos de la población. Una dirección gremial confundida y dividida por ideologías favorece por otra parte también la sensible disminución de combatividad en las organizaciones laborales.
Cuando pasa la etapa de vacas gordas, se venden menos granos y carne en el exterior, y parte de los capitales radicados emigran llamados por la “locura de Wall Street”; entonces aumenta el deterioro del nivel de vida y el agravamiento general de la situación.
Recrudecen desde 1928 las huelgas en todo el país, especialmente entre trabajadores industriales, estibadores y personal de reparticiones estatales. Las primeras manifestaciones de la crisis, percibidas a fines de 1929 y comienzos de 1930, terminan de complicar el cuadro social. El golpe del 6 de septiembre de 1930 servirá para enmarcarlo políticamente.
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En realidad, si nos atuviéramos a cómo fueron las cosas, deberíamos reconocer que todos los aspectos sociales en los que los años veinte plantean cambios y rupturas están, de una manera u otra, íntimamente conectados con la mujer. Siendo los habitantes femeninos más de la mitad de la población, no parecería extraño que así fuera.
Pero es en cuanto a sus problemas como grupo social, diferenciado y semimarginal, dentro de nuestra sociedad patriarcalista y machista, donde las modificaciones acaecidas entre 1920 y 1929 son bien jugosas. Por ello, entendemos que si una imagen cuadra perfectamente a estos “años locos” como realidad objetiva y como arquetipo o anhelo dominante, es la de la “nueva mujer” de entonces. Y si esta presencia de puro ritmo desenvuelto precisa de un marco apropiado, sin vacilar nos decidiríamos por el automóvil, pero eso sí, con banda de sonido de jazband o de tango.
Si nos ubicamos en 1920 y observamos a las mujeres que pasen por las calles del país, podríamos confeccionar esta descripción más o menos exacta: ruedo de la pollera a no más de 20 cm. del suelo (a media pierna); medias negras; zapato casi abotinado; blusas de mangas y cuello alto; sobrero más bien aludo y quizá con velo; en general, líneas redondas y tela abundante y complicada; la cara prácticamente limpia; el pelo largo recogido; plumas, cintas o una sombrilla completas la silueta.
Pero desde probablemente casi un par de años antes la posguerra ha venido deslizando casi imperceptiblemente una serie de cambios, que lentamente van modificando y sobre todo preanunciando lo que se viene.
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Es, sin duda la influencia del torbellino norteamericano y de las imágenes creadas por la publicidad de los artículos de consumo femeninos, la que hace punta en la creación de la expectativa y la búsqueda de nuevas formas de usos y costumbres en la mujer. En todo el proceso de estos cambios, siempre, casi sin excepción, el dibujo, la grafía que invita al consumo de alguna mercadería o de alguna moda está por lo menos un paso al frente de lo que es o será “lo nuevo”.
La idiosincrasia de las argentinas y el contrapeso de la línea europea (París siempre es fuerte en Buenos Aires) morigera la utilización. Pero la influencia de los arquetipos femeninos norteamericanos resulta indiscutible.
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(…)
Hacia 1926 se va completando el cuadro: ropa tipo deportivo; cosmética (rouge, polvos y cremas) para el rostro; echarpes, chales y pañuelos; corbatas, hebillas, collares perlados; zapatos blancos o plateados; flores y adornos artificiales; sobreros cloche; cuellos de piel en los abrigos.
La silueta femenina se vuelve ligera y de líneas rectas, con cierto aire travieso de muchachito. Toman incremento los salones de belleza, la cosmética y también los institutos de gimnasia y modelación para aquellas damas que aspiran “a entrar en órbita y en peso adecuado”. Cosmetología, deporte y exhibición corporal nacen juntos en esa década del veinte. Dinamismo, esbeltez, modernismo, neosensibilidad, son conceptos de valor que revolotean en bandada dentro del mundo femenino y aun en el masculino.
Publicidad de medias de la época, del sitio Pinterest |
Antes femenina era la mujer,
pero con la moda se ha echado a perder,
antes no mostraba más que rostro y pie,
pero hoy muestra todo lo que quieran ver.
Hoy todas las chicas parecen varón,
fuman, toman whisky y usan pantalón.
Más lo que me causa más indignación
son esas melenas que usan las garcones.
Lo que más detesto es la melena
porque a la mujer convierte en nena.
Más de una jamona que anda por ahí
se ha cortado el pelo para despistar,
y está convencida que peinada así
los hombres al verla la van a adorar.
Y anda por Florida palpitando un flirt
y con su flequillo y el pelo cortón
no sabe la ingenua que más que mujer
parece la pobre Cristóbal Colón.
Por eso detesto las melenas,
sólo les va bien eso a las nenas.
Esta canción es gran éxito cantada por su autor en el espectáculo de revistas titulado “A ver quién nos pisa el poncho” que se ofrece en el teatro Porteño, de Buenos Aires. Las chicas del coro aparecen allí, por supuesto, confirmando las aseveraciones de los versos acerca del muestrario de físico femenino. Pero no desaparece la nota romántica, porque el estribillo del fox-trot –fragmento que ha quedado en la memoria popular- advierte:
Pero hay una melena,
melenita de oro,
que es una fortuna,
la de mi tesoro.
Pero hay una melena,
que me vuelve loco
y es su melenita,
su melena de oro.
Escuchemos a Carlos Gardel, el mejor de todos los cantantes argentinos en "Pero hay una melena"
https://www.youtube.com/watch?v=mIJaLpFS7v8
Culturalmente, es decir, en sus actividades y valores sociales, la mujer argentina se incorpora decididamente a una serie de trabajos, profesiones, etc, que antes le estaban casi vedados. La oficinista, la empleada, la artista, la médica, son personajes sociales que se vuelven representativos dentro de las clases medias y altas, y vuelvan a la vida productiva a millares de mujeres que salen de lo exclusivamente hogareño.
Mujer de 1920 - Del sitio Pinterest |
(…)
Para la mujer de los años veinte existen caminos flamantes de realización con arquetipos definidos: Alfonsina Storni, Norah Lange, Lola Mora, Fenia Chertkoff, Alicia Moreau, María Alicia Domínguez, María Esther Podestá, Lidia Liss, Azucena Maizani, Camila Quiroga. La literatura, la plástica, la política, la medicina, el teatro, el cine y la música tienen en ellas un mensaje común: vindicación femenina rebelde y manifestación del alma de mujer sin cortapisas.
Modelo de automóvil Studebaker de 1920 con el edificio municipal detrás |
A la Argentina llegan, durante la década del veinte, cada vez más. Su manejo privado y deportivo se incorpora a la vida del país. Todos los diarios y revistas destinan páginas enteras a secciones permanentes de automovilismo. Y la mujer –no podía ser de otra manera- está también presente en ese mundo del automóvil, no sólo como paseante sino, y aquí lo importante, como conductora.
Se fabrican modelos especiales para el manejo femenino en series amplias, se utiliza la imagen femenina en toda la clave publicitaria de venta de los coches; se asocian auto y mujer en las ideas y en la literatura popular y culta. Diríamos que mujer y coche entran casi juntos en la historia moderna en los argentinos.”
Héctor Iñigo Carrera
“Los Años 20”
Centro Editor de América Latina,
La Historia Popular (vida y milagros de nuestro pueblo),
Buenos Aires,
año 1971.
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