David contra Goliath, o la lucha por la Soberanía Alimentaria

        En el marco de la creación de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad Nacional de Quilmes, se realizó el pasado miércoles 27 de septiembre una  Charla-Taller denominada “El costo oculto de los alimentos”, donde se debatió la problemática de la generación de productos con la utilización de agrotóxicos y la posibilidad de obtenerlos en forma agroecológica y sustentable, sin el agregado de venenos que ya están atacando la salud de los ciudadanos en distintas partes de la Argentina y de América Latina.
        Puntualmente en el horario convenido de las 18.30, y con el aula 206 colmada, Yanina Gambetti, la presentadora y miembro de la CALISA (Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria). Graduada y trabajadora de la UNQ e integrante del Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria Argentina, explicó los motivos de la reunión, y enumeró a los participantes, entre los que se encontraban docentes de la institución universitaria, productores y organizadores de la Feria Agroecológica que todos los jueves se da cita en la UNQ, Roque Sáenz Peña 352, de la localidad de Bernal.
        Inició la presentación, como dijimos, Yanina Gambetti, quien se refirió a la creación de la CALISA frente a la necesidad de la Universidad Nacional de Quilmes de contar con un espacio de este tipo, donde distintos sectores se aúnen para debatir este tema, con “una charla desde una mirada integral y sistémica”. Debatieron los Profesores Cristian Arnaiz, Martín Garro, Guido Galafassi y Natalia López CastroJesica del emprendimiento barrial Morón Surco, Maitén Rancaño, estudiante de Ingeniería en Alimentos,  y los productores agroecológicos, Miguel y Matías, quienes tienen un emprendimiento en la zona del Parque Pereyra Iraola de la localidad de Hudson.
        Claro que no es una lucha fácil, pero la CALISA está dispuesta a darla. Para ello, realizan estas charlas de divulgación para ir concientizando a la población de los riesgos (que ya no son riesgos potenciales sino mortales) sobre el consumo de productos que no respetan las elementales normas de cuidado de la salud, especialmente las frutas y verduras, que se cultivan mediante agroquímicos que producen enfermedad y muerte. En Argentina, muchos están prohibidos y circulan frente a la mirada cómplice del Estado. Sí, la lucha es desigual como fue la de David y Goliath a la que hacemos referencia en el título. Veamos las ponencias para que los lectores entiendan que es una lucha que se basa en argumentos científicos, sociales y políticos, y no un simple "capricho", como se lo quiere mostrar.
        David no saldrá sin armas a esta batalla…
El aula 206 se llenó de interesados en la Charla-Debate
Arranca la ponencia del profesor Guido Galafassi
        “Me pidieron que hable del marco general del problema, y por eso lo explicaré en términos sociales, políticos y económicos” dijo como iniciador del debate.  “Hay que tener en cuenta la idea de totalidad, y tener presente que es una discusión muy larga”, agregó. “¿La realidad tiene nexos o cada submundo es una parte de lo real?” se pregunta, y responde: “La realidad es una totalidad dinámica con relaciones dialécticas, con contradicciones, pujas y luchas, es decir, todos no tiramos para el mismo lado”.
        “Hay un sistema que nos coerciona a vender nuestra fuerza de trabajo, mientras se dice que se producen cosas sin las cuales ‘no podemos vivir’ piensa. “Podemos cuestionar esa ‘necesidad vital’ de consumir, y ver que no es necesaria; un ejemplo es el cigarrillo, que movía miles de millones de dólares y encima nos dictaba valores de status, de prestigio, y a su vez vendía su mensaje personalizado por género”, comenta refiriéndose al caso de los cigarrillos Virginia Slim, que fueran tan famosos hace unas décadas.
        Y nos da otro ejemplo, el armamento. “¿Qué necesidad habría de dedicar miles de millones de dólares para destinar parte de la producción mundial a esta fabricación'” dice. “De ahí que necesiten inventar guerras, porque si no ¿cómo se consumiría? Por eso decimos que no se produce lo que se necesita, sino lo que da ganancias” concluye: “En ese sentido, puede producir alimentos, verduras, leche, pan, armamentos…”. Lo que ofrezca mayores ganancias.  Así, el alimento no se va a dejar de producir, pero viene determinado por el ámbito de la producción, o sea, se dirige a producir los que dan mayores ganancias.
        Aparentemente, hoy el Hombre es libre. “No hay una coerción directa sobre él” dice, “pero la manera de obligarlo es mediada por las condiciones generales, lo que está tan naturalizado que nos parece lo más normal del mundo”. Y aunque esté “naturalizada”, Galafassi dice que es una forma histórica determinada, es la misma manera que se aplica en todo el planeta. ¿Simple coincidencia? No, por cierto. “En el capitalismo, el empresario supuestamente ‘arriesga” su capital y yo sólo aporto mi trabajo”. ¿Aceptar o no aceptar’. “Ese grado de aceptación ha variado en los últimos 150 años, hoy somos libres, nadie nos obliga a ir a trabajar, pero si no vamos, no tenemos de qué vivir” concluye. “Este mecanismo se ha ido perfeccionando, los trabajadores han ido ganando luchas y es cierto que podemos elegir no ir, pero entonces ¿de qué viviríamos?” dice el profesor.
        A título de ejemplo, trae a la mesa el caso más conocido, que es el del petróleo. “Se podrían invertir millones en energía alternativa, pero al capitalismo no le importa, sabe que se consume petróleo, y que para cambiar habría que cambiar a su vez una serie de prácticas, porque también, con energías alternativas, el tipo de consumo sería diferente” ejemplifica.
        Por eso sostiene que la producción de alimentos se necesita, sí, pero más se necesitan las ganancias. “No hay justicia social para que todos accedan a ellos”, dice. “Esta Cátedra de Soberanía Alimentaria debe entender estas reglas para que sepan que vamos a ser sus enemigos, porque le quitamos margen de ganancia” opina, y en términos de la difícil lucha que se viene, termina con un mensaje esperanzador: “Son pequeños pasitos pero de a poco van a ir cambiando las cosas”.
Los disertantes de "El costo oculto de los alimentos" 
El trabajo de los constructores de mercados alternativos
        Como miembros de la Tecnicatura Universitaria de la Economía Social y Solidaria, que conocemos por el nombre de TUESS, que también puede cursarse en la UNQ, continuaron la charla Cristian y Martín Garo, con su presentación titulada “Construcción de Mercados Alternativos y Organización del Consumo”, en un Power Point, donde contaron su experiencia como organizadores de nuevos Mercados.
        Coinciden con el profesor Galafassi: “El sistema agroalimentario está pensado desde una matriz capitalista, con el mayor rendimiento de los alimentos para obtener las mayores ganancias”, sostienen.
        Pero no es gratuita, se paga en salud. “Se trata de una producción industrializada, basada en el uso de agrotóxicos que afectan la salud de los productores, de los consumidores y del sistema, a la vez que intensifica la propiedad privada”, explican.
        Aquí hay un punto muy importante que día tras día, los medios de comunicación “olvidan” cuando se refieren al alza de los precios, la concentración de los mercados. “El mercado está concentrado, hay largas cadenas de intermediación que son las que fijan el precio de los alimentos” dicen. “Incluso las obras públicas que se realizan son las que favorecen el agronegocio” agregan los constructores de mercados alternativos.
        Según explican, hasta la década del ’60 el mercado minorista era mayoría, y la variedad de precios, aún mayor. Pero desde los ’90 se produjo una gran concentración que hizo disminuir los mercados barriales. “Esto afecta a los mercados populares, al sistema de precios y a la salud”, sostienen.
        De esta forma, la producción industrial, dicen, nos hace comer productos envenenados con menor cantidad de trabajo. “Así se pierde quien construye el precio, que ahora está más mediatizado por los medios y por publicidad, que de tanto decir lo que debemos querer, ya ni sabemos qué queremos, y miramos otra cosa que no es lo que nos hace bien”, dicen.
 El profesor Martín Garro haciendo su aporte
        “Es una sociedad que va camino de los principales grupos económicos” describen. “En este contexto de ‘sobre ruedas y funcionando’ es que se requiere de espacio de reflexión como éste” dicen refiriéndose a la CALISA. “Es un mecanismo que va hacia el agronegocio y no hacia la huerta familiar, como pasó con el programa de Huertas, que se vio afectado por esta situación”.
        Dan un ejemplo con precios del año 2013, que es muy explicativo: en ese año, al productor se le abonaba $ 0,80 por kilo de producto, mientras que en la calle el precio no bajaba de $ 20. Conclusión: la brecha era del 2.500%, y no ha dejado de aumentar con los años. Otro ejemplo, también de ese hoy ya lejano 2013, pero muy gráfico: al productor se le abonaba $ 0,50 por docena de medialunas, que se cobraban $ 36. Es decir, una brecha del 6.000%. No quieran saber a cuánto se fueron hoy, en el 2017.
        A la vez, la cantidad de grupos de huerta del Programa Cambio Rural fueron descendiendo: del año 2015 (con 2.000 grupos) pasamos al 2016 (con 1.350) y llegamos al 2017 (con 404). Y no lo dicen los organizadores de la charla, lo dice el Diario La Nación en su nota del 28 de julio del 2017, reflejando una política de destrucción de este sector. ¿Cómo se implementa este retroceso? Con más limitaciones y requisitos, explican. “Los ciudadanos tienen que ser nativos o hijos de nativos argentinos, inscriptos en un registro, etc”.
        Y esto no debe asombrarnos, muy por el contrario. Los mercados alternativos no tienen figuras intermedias, se trata justamente de que no haya intermediarios, y que los productores y los consumidores estén cerca. De esta manera, hay una posibilidad de comercialización bien próxima entre ambos, y que se genere un vínculo de confianza. Es decir, se impulse “lo humano” y no “lo químico” entre los dos.
Agricultura ecológica en  países que la impulsan 
        Esta relación recae, finalmente, en el precio de los alimentos. “Tratamos de que el consumidor compre siempre más barato y a su vez, sea un precio justo para el productor, ya que lo que lo hace caro son los intermediarios”, indican.
        También Jessica, participante del grupo Morón Surco que se encuentra en la zona sur de Morón, cuenta su experiencia. “Donde nosotros trabajamos era un basural, era el potrero del barrio” rememora. “Se organizó una sociedad civil llamada CELAC y allí funciona ahora el proyecto productivo y el vivero” dice, “somos una cooperativa de hecho, no somos productores familiares ni vivimos en ese espacio; nos pagamos por hora”. En ese mismo lugar funciona el grupo Agroecología Urbana y da semillas el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria).
        ¿Cómo trabajan?. “Hacemos bolsones de frutas y verduras, nos juntamos y establecemos los precios, y los ponemos en funcionamiento” cuenta Jessica. “Las cadenas largas nos perjudican y a la vez, nos convencen”, concluye. “En cambio, por medio de la Universidad, se pretende fortalecer la transición agroecológica y fomentar el consumo colectivo y organizado; por eso se busca el compromiso de los productores agroecológicos, con intermediación solidaria y nuevos modos de consumo, para distribuir alimentos en los barrios” resume.
        Y no es ella sola la que trabaja, son muchos los protagonistas. “Nos facilitó la tarea que los mismos productores y técnicos del INTA, si invitan a los productos con un compromiso mínimo, potencian este suceso, a la vez que habilitan otras formas de producción”, concluye la productora.
Los productores dijeron "presente" 
Hola Sabor al buen sabor y a la salud
        “Hola Sabor” es un emprendimiento de Matías y Miguel, productores de verduras agroecológicas de estación. “Junto con mi familia tenemos este emprendimiento; somos productores independientes que promovemos la venta directa” dicen, mientras cuentan que ellos también fueron “haciendo la transición” entre un modo de producción y otro.
        Pero el objetivo nunca varió: “buscamos producir verduras sanas, que aseguren el bienestar integral y que sea una producción sustentable”. “Nos comparan y los productos, en verdad, no son iguales, porque nosotros no somos verduleros, somos productores, producimos nuestros plantines y nuestras semillas” indican.
        De esta forma, explican, la diferencia entre los dos modelos de producción es clara: si se utiliza veneno, la producción se simplifica, pero se llega al monocultivo que arruina la tierra y la contamina con agroquímicos. El cultivo agroecológico, por el contrario, es una producción compleja, que necesita de la rotación de cultivos y del uso de distintos abonos, además de la asociación de especies.
        Pero los beneficios son innegables: para el consumidor, habrá alimentos sin residuos tóxicos, frescos y de estación, más sabrosos y nutritivos. Para la sociedad, el beneficio será aportar una forma de producción más justa y sustentable, y que el consumidor tenga acceso a esa producción. Todos beneficios que recaerán también en los productores.
        ¿Alcanza con lo que se produce en el modo agroecológico? “No es suficiente, porque no tiene difusión ni espacios de venta, no recibe beneficios ni subsidios, los espacios de venta son caros y eso finalmente recae en el precio” resumen.
        Pero frente a esta realidad, ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros? “La producción agroecológica sólo podrá ser posible cuando toda la sociedad la asuma como forma de producción” responden.
La disertante Maitén Rancaño, estudiante de la carrera Ingeniería de los Alimentos de la UNQ 
La nutrición que propone Maitén Rancaño
        “Me interesa saber qué hay detrás de todo este tema”, se pregunta la disertadora frente al título de su ponencia, “El valor de los alimentos, ¿nutrición o chatarra?”. “Nos dicen las grandes empresas que nos ahorran tiempo y nos alimentan, ¿es así? Creo que nos ponen en un lugar de inutilidad y ‘ellos’ nos van a dar de comer” sostiene.
        “Hay que pensar que el 80% de lo que pagamos es marketing y packaging, sólo el 20% de ese dinero se usa en las materias primas, que siempre son las mismas en diferentes proporciones: azúcares refinados, harinas refinadas, grasa, sal y aditivos, saborizantes y conservantes” indica.
        Y en esto, el “paquete” es lo que “entra por los ojos”. “El packaging hace una idea virtual de lo que como, pero no es verdad” informa. “Éste no es un buen camino, tenemos que aceptar que este alimento ‘nos llena la panza’ pero no nos nutre, ya que tiene azúcar, sal y grasa; eso es lo que estamos comiendo” dice.
        “El alimento agroecológico sí es comida, en cambio, confiar diariamente en estos productos no nos beneficia: el JMAF, o jarabe de maíz de alta fructosa, es uno de los culpables de la epidemia de obesidad, entre otras enfermedades”, dice. Este agregado a los alimentos se hace con maíz genéticamente modificado, adictivo y muy dulce; le cuesta mucho esfuerzo a nuestro cuerpo incorporarlo, mucha insulina, y de allí que nos lleve a la diabetes, que es una de las enfermedades crónicas no transmisibles. “Los niños de Argentina tienen los mismos valores de obesidad que los de Estados Unidos, y lo peor es que está en todo, en este punto no podemos hablar de primeras y segundas marcas; incluso las aguas saborizadas tienen la misma cantidad de azúcar que las gaseosas”  concluye la disertadora.
        Es tremendo sólo hacer el ejercicio de pensar que 3.400 millones de personas sufren tanto la desnutrición como la obesidad. Consumen animales  tratados con antibióticos y químicos para prevenir enfermedades producidas por un sistema macabro de hacinamiento y maltrato animal.
        “Por eso defendemos la Soberanía Alimentaria, que es la decisión de los pueblos sobre las políticas que producen alimentos y cómo se comercializan, que sean nutritivos, saludables y culturalmente apropiados, que se produzcan de maneras sustentables, y que favorezcan la reconstrucción del tejido social y la de la Naturaleza como actor fundamental del proceso” resume Rancaño. “Nuestro aporte es ver este tema con una mirada integral, porque no sólo es un tema de producción y consumo, sino una lucha contra el calentamiento global y en favor de la Naturaleza” sostiene.
        Para ello hay que deconstruir un montón de ideas que nos imponen, y fundamentalmente, ver, analizar, pensar nuevas formas de trabajar. Y más importante aún, reconocer el poder que tenemos como consumidores, que es enorme. "Y eso se da porque gastamos nuestro dinero, pero de acuerdo en qué lo invirtamos, tiempo y dinero, es lo que estamos apoyando. No esperemos el apoyo de los medios y del Estado, tenemos que reconocer el poder que tenemos sobre nuestro entorno” dice.
        Ahora llega el cierre, nuevamente de la mano de Yanina Gambetti“La pregunta de qué hacemos cada uno de nosotros tuvo una respuesta colectiva, un nodo de consumo en la UNQ” dice la  presentadora que cierra esta charla-taller que ha dado lugar a estos grandes luchadores en favor de esta causa. “Hoy comen productos sin veneno, a precio justo, cara a cara” destaca. “Todos somos productores: producimos cultura, valores, sentido, para que un día seamos muchos más y construyamos entre todos una sociedad en armonía con la Naturaleza”.
        Y de esta forma, David terminará venciendo al gran Goliath, con la participación de todos.
 Momento final con los organizadores de la Charla-Taller 
Contactos:
En Facebook, “Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria Unq” y “Feria Agroecológica de Productores”. La Feria se realiza todos los jueves de 12 a 18 en el ámbito de la Universidad Nacional de Quilmes, y el 3ero. sábado de cada mes se realiza un Festival, donde también se pueden adquirir productos agroecológicos.
https://www.facebook.com/Cátedra-Libre-de-Soberanía-Alimentaria-UNQ-1187266384715532/

https://www.facebook.com/laferiaagroecologicadeproductores/
Las fotos pertenecen a la conductora del ciclo "Algo Especial Protagonista del Presente", que aún no volvió al aire, Adriana Sylvia Narvaja, periodista y docente de Quilmes, República Argentina.
El afiche de portada pertenece a la CALISA (Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UNQ).

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