Esta Patria Nuestra

Por Ernesto Sábato

No podemos hablar de nosotros sin examinar el mundo en que vivimos, pues sus problemas se proyectan inevitablemente sobre nuestra tierra. Pero tampoco podemos hablar del mundo sin referirnos a nosotros mismos, los argentinos, ya que la humanidad no es aquella abstracción que imaginan los humanistas del siglo XVIII, sino una confusa pero concreta y palpitante conjunción de pueblos, diversos en sus razas y orígenes, con sus historias propias y distintas; y  hasta la más pequeña patria, la más perdida en el planeta, es esencial para la salvación de la especie entera.

Si para los países europeos el proceso de masificación es peligroso, mucho más lo es para los argentinos, porque se realiza en un pueblo que no había encontrado su esencia ni había terminado de construir la nación. Y es por eso urgente tarea de sociólogos, políticos, psicólogos, pensadores y economistas enderezar el uso de la técnica y estudiar la clase de desarrollo que debemos admitir, haciendo del semidesarrollo una feliz circunstancia para ese examen previo que ha de salvarnos de la catástrofe que ya aqueja a las naciones avanzadas.

Cuando amanece salgo al jardín para estar cerca de mis árboles, en ese apacible y noblemente callado mundo vegetal, que más me atrae a medida que más atroz se vuelve el universo en que vivimos. Sentado en un cantero, escucho a los centenares de pájaros que alborozados reinician su pequeña existencia, ajenos a las perversidades humanas, inocentes y felices.

Es cuando más pienso en esos millones de chiquitos que crecen como pájaros enjaulados, en ese universo de asfalto y cemento, apartados del hermoso misterio de la tierra y sus germinaciones, resistiendo con sus pequeñas magias la presión de este mundo bárbaro, como lo revelan sus poéticos dibujos; hasta que no resisten más y son mediocrizados por la sociedad, y sus visiones poéticas son trivializadas por la imitación de la fotografía y la historieta, por una educación que proscribe la mitología.

Asi son aplastados y sellados por una cultura standarizada y tecnológica, realizándose en ellos, cada día, en cada criatura, la fatal escisión entre el pensamiento mágico y el pensamiento lógico que esta civilización ha perpetrado mediante la proscripción y la ridiculización del lado enigmático del alma humana, quebrando la armonía del hombre consigo mismo y del hombre con el cosmos. Quienquiera que haya ido a uno de esos depósitos de muerte que son nuestros cementerios, habrá advertido hasta qué punto el ser humano ha sido profanado por la máquina y por la cantidad, donde todo se convierte en un número final.

Sí, medito en pájaros y en cementerios, cuando imagino a esas criaturas enjauladas en las torres de cemento y aluminio, comenzando su carrera hacia la alienación, entregados al televisor, el máximo y simbólico instrumento del enajenamiento colectivo, aplicado minuciosa y sistemáticamente sobre el espíritu más tierno y desamparado que existe.

Y es más atroz esa perversión cotidiana realizada en la oscuridad de un cuarto solitario porque la controlan hombres que sólo desean fabricar esclavos para la sociedad totalitaria, o, en el otro lado, por comerciantes que únicamente se preocupan por la venta de cigarrillos, desodorantes, lavarropas, y los infinitos objetos con que la sociedad de consumo colma esos cubículos que hace mucho tiempo dejaron de ser un hogar –el cálido y fraterno fuego familiar- para convertirse en cuna, luego en cárcel y finalmente en cámara mortuoria del hombre-masa. Y a esto se llama Progreso. Es tristísimo que como estúpidos estemos repitiendo los mismos pasos que llevaron al cataclismo en esos países que se denominan avanzados, en los que los jóvenes se rebelan, contra países artificiales, tanto es el horror y la desilusión.
Perplejos y asustados, somos actores de una oscura tragedia y no tenemos para aferrarnos ni siquiera esos simulacros de eternidad que en el Viejo Mundo son las piedras del Partenón o el Coliseo, y en el Nuevo Mundo las graves pirámides aztecas o las enigmáticas reliquias de Macchu Picchu. Todo parece más frágil y transitorio, el hombre se siente más mortal y de condición más efímera.

Y por eso es más difícil –pero también más urgente- que los argentinos encontremos las claves de este final de los Tiempos Modernos y las que correlativamente pueden abrirnos las puertas del futuro.

Ernesto Sábato
De la Obra Colectiva “Pensar la República”, Publicada en Buenos Aires en 1976.
Publicado como “Esta Patria Nuestra”. En el libro “Apologías y Rechazos”.

Esto es “Algo Especial. Hoy más que nunca “Protagonista del presente”.

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