El Capitán sigue firme en el timón de su nave

Casa de Botellas de Quilmes

“Algo Especial Protagonista del Presente” estuvo en la casa de Tito Ingenieri, recorrió todo, sacó muchas fotos y reafirmó, una vez más, que el Capitán Cultural de Quilmes sigue firme en su timón, como buen navegante. Se definió como siempre, como un “obrero del arte” y prometió seguir construyendo sin detenerse. Último parte de guardia: nuestro Capitán sigue al mando. 

Dice que no es ni un pintor ni un escultor, ni siquiera un artista. Es sólo, según sus propias palabras, “un obrero del arte”. Nacido un 27 de mayo de 1953, reivindica su signo de Géminis, que está de más decir, es uno de los  que se caracteriza por  su gran creatividad y su actividad incesante, de acuerdo con los astrólogos. No sabemos si es una cuestión de horóscopos o de ángeles o demonios. “El día que nací tembló la tierra, viene el Anticristo” dijo y se reía, este sábado por la mañana cuando “Algo Especial Protagonista del Presente” fue a visitarlo. Nos referimos a Tito Ingenieri, de quien obviamente estamos hablando, y que nos recibió en su casa Museo que pudimos ver una vez más, el “mangrullo” (como le decimos nosotros), y el jardín, que, gracias a la tarea incansable de  Irma, que lo acompaña, se llenó de flores y plantas.

Vamos de a poquito, que hay mucho por contar. “Algo Especial” se presentó a la hora fijada, en un grupo formado por Italo Nonna, Rosa Pisante, Anabel Wagner y quien escribe, Adriana Sylvia Narvaja, la conductora del programa. El grupo recorrió la casa, sacó muchas fotos, y subió los tres pisos de la escalera del mangrullo. Conversó con Tito, a quien consideramos el Capitán Cultural de Quilmes, como tantas veces dijimos en el programa, y dio la vuelta entera por el interior de la casa de botellas más famosa del mundo. En el trayecto, Tito conversó de todo un poco, de la casa, de las viejas épocas del rock nacional y de las pinturas que  está realizando actualmente, entre las cuales hay una Naturaleza Muerta que está basada en la foto del cadáver del Che Guevara.

Es que es la impronta de Tito, darle a todo su forma y su fisonomía. Su creatividad no se agota en la Casa de las Botellas, sino que se extiende más allá, al fierro y a la chapa, a la vida en general, al pensamiento y a la acción, al arte y a la poesía.   “El músico hace música para él y lo ven otros; ustedes hacen radio para ustedes y lo escuchan otros. Yo hago esto para mí y lo ven otros”, sostuvo en una parte de la interesante charla que incluyó anécdotas del momento en que decidió construir la casa, su paso por el Hospital Borda, sus amigos dentro del rock nacional, su gato Fantasma y algunos temas más. 

La llave del Mandala 
Su nombre es Rubén Adolfo Ingenieri, y su historia está llena de historias. Cuando una pesada rama rompió su casa y su cama, y quedó a la intemperie,  se sentó en el centro de un Mandala dibujado en el piso y vió cómo el agua traía botellas que le dieron la idea que hoy es una realidad: la Casa de Botellas que es casa y que es Museo.  Han venido a visitarla desde todos los lugares del mundo. Ha sido el motivo para contar su propia historia en el documental “Tito El Navegante”. Es punto de reunión y centro del asombro de todos los que la conocen. Su fama trasciende las fronteras, tanto, que llegó hasta allí el Embajador de Canadá, y todo hubiera salido bien, si el auto no se hubiera quedado atascado en el barro y no se podía sacar porque, en sus palabras, “el auto estaba blindado”. Y pesaría, no hay duda. 

Ahora, el proyectado mangrullo está terminado, y se está perfectamente bien dentro de él. Es luminoso y fresco. Allí Tito tiene sus pinturas, si bien, como dijimos, él no se considera un pintor. Hay un retrato del guitarrista Jimmy Hendrix, otro de la tapa del disco de Almendra (“el disco de la sopapa”, como le decimos siempre), y otros como el Gregorio Samsa de “La Metamorfosis” de Kafka y la Naturaleza Muerta que ya comentamos. Hermosas ventanas redondas, con vidrios azules, le dan a la construcción un equilibrio de luz y oscuridad. Él siempre le pone luz, arte y poesía a su vida y el resultado es esta casa. Y su trayectoria. Y el cariño de la gente. 

“Cuando la rama cayó, no tenía ni luz, ni agua. Pensé que cuando nací, nací solo, y no tenía nada tampoco. Pensé ‘tengo pocas frazadas, finitas como fetas de mortadela’. Tampoco tenía una cama, así que decidí hacer una caja donde dormir”. Así nació el sarcófago famoso que se cerraba para darle la posibilidad de dormir y no pasar frío en el intento. Por aquellas épocas lo acompañaba, según cuenta, su gato Fantasma, un enorme gato blanco que “tomaba mate cocido y té, con pedacitos de pan, mitad para cada uno”, cuenta divertido. “Yo no le ponía azúcar. Se comía el pan y a veces un poco del mío, porque tenía hambre, pobre. Dormía a los pies del sarcófago”. 

Previo a esta época, había sido “plomo” de las mejores bandas del rock nacional, la mítica “Almendra”, “Pescado Rabioso”  y Color Humano, entendiendo por “plomo” a los que cargan los equipos de los grupos de rock, y que, como oficio, muchos se disputan. “Yo trabajé en todos los Barrocks, con 16 plomos más” recuerda, y se refiere a los recitales conocidos como “Buenos Aires Rock”, que se realizó en tres oportunidades y dio pie a la película argentina “Hasta que se ponga el sol”, de Aníbal Uset, cinta épica de los momentos iniciales del rock nacional. 

Fugitivos 
Luego estuvo ocho largos años internado en el Hospital Borda, de donde escapó con ayuda de su hermano. “Por aquella altura, escapar del Borda era como escapar de Alcatraz”, recordó. La forma del escape está en el documental “Tito el Navegante”, que ojalá veamos pronto por estos pagos. 

Pero en algún momento, ya instalado en la Ribera de Quilmes, la rama cayó sobre la casa y hubo que tomar decisiones. Entonces pensó, sentado en el centro del Mandala, en construir la casa de botellas, mientras todos le decían que se compre algunos ladrillos y se ponga a trabajar. Dijo a un conocido que “iba a construir una casa que iba a cambiar el curso de la historia, el timón de una nave que diera vuelta todo hacia el revés”. Parece que no le creyeron, hasta que este conocido vio la casa por televisión, y creemos que no lo podía creer. Pero el sueño se había hecho realidad. Tal vez el conocido haya recordado las palabras de Tito, cuando le contó su proyecto: “Mi casa está en mi mente, por eso no la podés ver. El día que abras los ojos la vas a poder ver”. Y trascartón, le dijo: “Voy a hacer una casa tan famosa que var a dar asco (por la enormidad de su fama, se entiende), tan famosa que va a recorrer el mundo”. 

“Estás loco” le dijo el conocido. “¿Quién va a venir a ver esto?”. Y todavía recuerda la respuesta, que nos incluye a nosotros como programa de radio y a todos los visitantes: “Van a venir solos. Yo nunca llamo a nadie. Vienen solos”. 

Y vienen a ver, como vimos nosotros, que el Capitán Cultural sigue al mando, en una casa que navegó por todo el mundo, con un timón que dio vuelta toda la historia. 
Por Adriana Sylvia Narvaja,
Para “Algo Especial Protagonista del Presente”.


Oh Capitán, mi capitán!

Oh Capitán, mi Capitán:
nuestro azaroso viaje ha terminado.
Al fin venció la nave y el premio fue ganado.
Ya el puerto se halla próximo,
ya se oye la campana
y ver se puede el pueblo que entre vítores,
con la mirada sigue la nao soberana.

Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,
cómo los hilos rojos van rodando
sobre el puente en el cual mi Capitán
permanece extendido, helado y muerto?

Oh Capitán, mi Capitán:
levántate aguerrido y escucha cual te llaman
tropeles de campanas.
Por ti se izan banderas y los clarines claman.
Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.

Por ti la multitud se arremolina,
por ti llora, por ti su alma llamea
y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.

Oh Capitán, ¡mi Padre amado!
Voy mi brazo a poner sobre tu cuello.
Es sólo una ilusión que en este puente
te encuentres extendido, helado y muerto.

Mi padre no responde.
Sus labios no se mueven.
Está pálido, pálido. Casi sin pulso, inerte.
No puede ya animarle mi ansioso brazo fuerte.
Anclada está la nave: su ruta ha concluido.
Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.
La nave ya ha vencido la furia del oleaje.
Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas
en tanto que camino con paso triste, incierto,
por el puente do está mi Capitán
para siempre extendido, helado y muerto.

Walt Whitman

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