Vendedor de globos

Padre Mamerto Menapace
“Con corazón de niño”, Editora Patria Grande 

Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, donde estaban los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda uno pudiera imaginarse.

Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes para que los chicos gastaran allí los pesos que sus padres y padrinos les habían regalado con ocasión de sus cumpleaños, o pagándoles trabajitos extras. 

Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar alguno. 

Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de un aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El primer niño que lo vio, lo señaló con el dedo y gritó:

¡Mirá, mamá, un globo!

Inmediatamente fueron varios más los que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a los más  cercanos. Pero para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver cómo un globo perseguía al otro en su subida al cielo. 

Para completar la cosa, el vendedor soltó otros dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos.  En poco tiempo, ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire. 

Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos, miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si una honda angustia se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.

Te lo regalo, pequeño- le dijo el hombre. 

Pero el niño negro, con dos grandes ojos tristes, no lo aceptó. Entonces el vendedor le  preguntó qué era lo que lo entristecía. Y el negrito le contestó, en forma de pregunta: 

Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí, ¿será que sube tan alto como los otros globos de colores? 

Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había 
comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:

Hacé vos mismo la prueba. Soltalo y verás cómo también tu globo sube igual que todos los demás. 

Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, el hermoso globo negro, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente lo mismo que había hecho con los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad. 

Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita enrulada, le dijo con cariño: 

Mirá, pequeño, lo que hace subir al globo no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro. 


Padre Mamerto Menapace
“Vendedor de Globos” 
Del libro “Con Corazón de Niño”
Editora Patria Grande

Esto es “Algo Especial” 
Hoy más que nunca… “Protagonista del Presente” 

*Imagen 1 de Leonardo Gruna

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