Cada quien tiene su propia montaña

 por Adriana Sylvia Narvaja,

periodista, docente y escritora de Quilmes (1961-)


Tengo noticias para ustedes: la vida es difícil. Sí lo es. El que creyó que todo era soplar y hacer botellas, pues bien, saldrá chasqueado. Siempre, en todo tiempo y lugar, la vida tiene que abrirse paso. En el neolítico, en la Edad Media, a fines del siglo pasado y en éste, que recién comienza. Y no parece que se vaya a hacer más llevadera. Así fue para todos, y así siempre será. 

Dicen que venimos a este mundo a aprender cosas que no sabemos. Puede ser. Todos tienen problemas que contar: nadie sale ileso viniendo a este Planeta. Cada quien tiene su propia montaña. Una enfermedad propia o en la familia. Una pérdida. Una ausencia. Una guerra. Frío o hambre. Falta de agua o falta de amor, lo mismo da. Todos hemos padecido algo. Y tendríamos que aprender algo de eso. 

Yo digo que tenemos una vida, y hay que vivirla. Algunos viven poco, pero dejan huella, y otros viven muchísimos años, y no la dejan. Ninguno se quedará aquí, y nadie sabe cuánto es lo que vivirá. Pero deberán hacerlo, es la Ley de la Vida. 

Alguien dirá: “y para qué”. Para vivir, para aprender, para ayudar. Muchos no se dan cuenta, tan encerrados en sí mismos están, no se dan cuenta, digo, de lo importante que son los demás a nuestro alrededor. ¡Tanto es lo que podemos hacer, y ni siquiera lo pensamos! A veces, pequeños gestos enaltecen la Vida, gestos de los que ni siquiera nos acordamos. Pero Dios (o Aquel en quien ustedes crean…) lo recordará. Y no te va a dar una piedra más alta de lo que puedas saltar…Así dicen. 

Y allí está la montaña, y nosotros la estamos viendo desde su base. Nos impresiona y nos da temor, pero allí vamos. “Buscando, buscando sin aliento” como diría el Brujo Yaqui a Castaneda en sus libros. Buscando siempre, que para eso vinimos. Buscando hasta el último día de nuestras vidas por dónde subir a la montaña, cómo resolver el problema de subir a la montaña. Cómo hacer para llegar arriba de la montaña, y ver lo que debemos ver…

Algunos amigos nos acompañan un trecho, largo o corto. Otros volverán a bajar, no se animarán. Otros se detendrán un tiempo para tomarse un respiro: subir una montaña es difícil. Duelen los pies y duele el alma. Pero allí estamos… 

Pasa, a veces, que el último tramo, el más difícil, lo tenemos que hacer solos. Nos paramos mirando hacia arriba, a la cumbre, y mirando hacia abajo, a los que vienen detrás nuestro. Y recordamos que más de una vez pensamos en bajar los brazos. Pero nuestra voluntad es firme: no cejaremos. No abandonaremos la lucha. Eso es seguro.

Además, subiendo hicimos un descubrimiento: tantos males, tantos bienes. Es decir, nos hacemos adultos viendo que tanto hemos sufrido, sí, pero también hemos recibido mucha ayuda, muchas bendiciones. En ayuda de otros, en amigos, en cariño, en reconocimiento de los demás. Sí, es cierto. Muchos allegados no creían en nosotros. Pero por nuestra perseverancia, les hemos demostrado holgadamente que sí podíamos. Que sí podíamos…

Entonces, cuando uno ve cómo se equilibran las cosas, ha triunfado. Seguirá subiendo, buscando soluciones, pero ya está más tranquilo. Crecer y ser adulto también es una forma de llegar a la cima, aunque falta un poco todavía. 

La subida valió la pena. La vida valió la pena. Habrá muchas cosas que llorar, pero también otras para agradecer. Y si no encontramos todas las soluciones que buscábamos, si algunos problemas quedaron sin solucionar (lo cual puede pasar…) los que siguen sabrán que el camino ya está abierto. Sabrán que ahora tienen que seguir ellos. Nosotros seguimos hasta la cumbre, y puede que lleguemos, o puede que no. Pero ellos seguirán, y generación tras generación, esa cadena no se cortará. Porque es la soga más fuerte que nos sostiene para llegar arriba. La memoria de nuestra sangre y la de los nuestros, que hace que nosotros estemos aquí. Lo que ellos han luchado, hoy lo vivimos y lo disfrutamos y lo pensamos nosotros, que estamos aquí en su nombre. Quizá no sepamos todos sus apellidos, pero ellos están. Y a nosotros nos seguirán los que vienen. 

Y la fe y la perseverancia y la voluntad serán la vacuna que los que siguen tendrán en su memoria: no hay que bajar los brazos. Y si uno se cae subiendo, tendrá que levantarse y volver a trepar. Y si uno no llegó a la cumbre, los que siguen tendrán que llegar. Tendrán también sus propias cumbres que subir, sus propias montañas. Pero el ejemplo nuestro los ayudará a ponerse de pie. 

Entonces sí, uno se hace humano. 

Y nada lo detendrá. 


Bernal, Quilmes, Argentina,

22 de septiembre de 2024

El cuadro pertenece al artista plástico Mark Maggiori y es de su colección de imágenes de escenas de América del Norte y del Lejano Oeste. "Mark Maggiori es un pintor, diseñador gráfico, dibujante, músico, director de videos musicales y vocalista franco-estadounidense de la banda de nu metal Pleymo. Se destaca por sus pinturas de vaqueros estadounidenses, nativos americanos y el suroeste de Estados Unidos. Nacido en 1977". De Wikipedia. 


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