A la mujer que piensa se le secan los ovarios.
Nace la mujer para producir leche y lágrimas, no ideas; y no para vivir la vida sino para espiarla desde las ventanas a medio cerrar.
Mil veces se lo han explicado y Alfonsina Storni nunca lo creyó. Sus versos más difundidos protestan contra el macho enjaulador.
Cuando hace años llegó a Buenos Aires desde provincias, Alfonsina traía unos viejos zapatos de tacones torcidos, en el vientre un hijo sin padre legal.
En esta ciudad trabajó en lo que hubiera; y robaba formularios del telégrafo para escribir sus tristezas. Mientras pulía las palabras, verso a verso, noche a noche, cruzaba los dedos y besaba las barajas que anunciaban viajes y herencias y amores.
El tiempo ha pasado, casi un cuarto de siglo; y nada le regaló la suerte.
Pero peleando a brazo partido, Alfonsina ha sido capaz de abrirse paso en el masculino mundo.
Su cara de ratona traviesa nunca falta en las fotos que congregan a los escritores argentinos más ilustres.
En 1935, en el verano, supo que tenía cáncer.
Desde entonces escribe poemas que hablan del abrazo de la mar y de la casa que la espera allá en el fondo, en la avenida de las madréporas.
Fuente: Del sitio de facebook Sutil Dolor.
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