por George Orwell,
escritor inglés (1903-1950)
El primordial objetivo de toda guerra moderna (conforme a los principios del doblepensar, dicho objetivo es, a la vez aceptado y rechazado por los dirigentes del Partido) es consumir el producto total del maquinismo sin elevar por eso el nivel general de vida.
Desde fines del siglo diecinueve, el problema fundamental de un mundo industrializado fue hallar un cauce por donde dar salida al exceso de artículos de consumo producidos por la máquina. En la presente época, cuando contados son quienes tienen suficiente que comer, ese problema no asume ya carácter de urgencia y no tiene por qué ser tal problema, aun cuando no se desarrollara el actual proceso de destrucción por las guerras. El mundo está hoy más despoblado, arruinado y hambriento que en 1914, y de un modo aún más pronunciado, si se lo compara con el futuro con el cual soñaban los pueblos de aquella época.
A principios del siglo diecinueve, la visión de una sociedad inmensamente opulenta, tranquila y ordenada constituía el ideal de casi todas las personas de alguna cultura. La ciencia y la tecnología progresaban entonces a un ritmo prodigioso y no existían razones para poner en duda que ese progreso no iría acrecentándose con el correr del tiempo Pero no fue eso lo que ocurrió, debido en parte al empobrecimiento general provocado por una serie de guerras y de revoluciones y, por otro lado, al hecho de que el progreso técnico y científico estuviera supeditado a una escuela empírica del pensamiento, que no podía sobrevivir en una colectividad estrictamente regimentada. En términos generales, el mundo es hoy más primitivo que hace cincuenta años.
Desde el preciso instante en que la máquina hizo su aparición, la gente de algún criterio comprendió al punto que con ello se ponía término al trabajo esclavizado del hombre y quedaba reducida a un mínimo la desigualdad entre los humanos. Si el poder del maquinismo hubiese sido utilizado con esos fines, unas pocas generaciones hubieran bastado para hacer desaparecer del mundo el hambre, las excesivas cargas de la lucha por la vida, la insalubridad, el analfabetismo y las epidemias. A decir verdad, aun sin haber utilizado dicho poder con tales objetivos en vista y al sólo impulso de un progreso automático - al producir bienes a veces imposible de distribuir - la máquina contribuyó considerablemente, por cierto, a elevar en proporción insospechada el nivel de vida de la generalidad de la gente por espacio de unos cincuenta años, esto es, hacia fines del siglo diecinueve y principios del veinte.
Pero era igualmente evidente que un acrecentamiento general de bienes disponibles amenazaba con dar en tierra – o mejor dicho, estaba ya dando en tierra – con la colectividad jerarquizada. En un mundo en que todos trabajaban menos, estuvieran bien alimentados, habitaran viviendas con cuartos de baño y refrigeradores, y poseyeran automóviles, cuando no helicópteros, tenía que desaparecer el primero, y acaso el primordial, factor de la desigualdad entre los hombres. Cuando todos fueran ricos, dejaría la riqueza de constituir un factor de desnivel.
Sin duda alguna, no era posible imaginarse una sociedad en cuya organización estuviera la riqueza, traducida en bienes personales y vida regalada, equitativamente distribuida, mientras el poder continuara circunscripto a una reducida casta privilegiada. En la práctica, una sociedad organizada sobre dichas bases no podía tener carácter estable, porque si el poco trabajo y la vida sin apremios económicos fueran patrimonio de todos por igual, la gran masa de seres humanos que viven sumidos en la ignorancia adquirirían cultura y, con ella, serían dueños de ideas propias; en ese caso, dichas masas no dejarían de darse cuenta, tarde o temprano, de la injusticia de ser gobernados por una minoría privilegiada y se rebelarían par acabar con ella.
En suma, una sociedad jerarquizada sólo puede tener por fundamentos la miseria y la ignorancia. Volver a una economía primordialmente agrícola, como abogaron ciertos pensadores de principios de siglo, no representaba ninguno solución práctica: se oponía a ello la tendencia al maquinismo que había pasado a ser un cuasi instinto en la mayor parte del globo y, por lo demás, todo el país industrialmente atrasado puede considerarse como desarmado, desde el punto de vista militar y, por lo tanto, susceptible de ser sojuzgado, directa o indirectamente, por sus rivales más progresistas.
(…)
El problema estribaba en mantener la producción industrial sin acrecentar los bienes disponibles. En otros términos: producir pero sin distribuir. Y en la práctica, el único modo de alcanzar ese objetivo es librando guerras interminables.
La función esencial de toda guerra es destruir, no vidas humanas necesariamente, sino el producto de la labor de los hombres. La guerra es un medio de dar salida a cuantiosos materiales, arrojándolos a la estratósfera o hundiéndolos en las profundidades del mar, materiales que, en caso contrario, podrían ser utilizados para hacer a los pueblos excesivamente prósperos y, en consecuencia, con suficiente educación como para adquirir conciencia de su propia fuerza.
Y aun cuando esos materiales no estén necesariamente condenados a la destrucción, sirven para fabricar armas cuya producción constituye siempre un medio cómodo para absorber la capacidad de trabajo de la población sin proporcionar ningún elemento de consumo para esa misma población.
(…)
En principio, todo esfuerzo bélico se organiza de modo a absorber cualquier excedente que pudiera restar de la producción, luego de satisfechas las exigencias primordiales de la población. En la práctica, dichas exigencias son siempre calculadas por debajo de la realidad y, en consecuencia, sobreviene una continua escasez de artículos de primera necesidad, estado de cosas considerado como ventajoso. Constituye una táctica deliberada mantener a media ración a las clases acomodadas, porque una sensación de general escasez presta mayor relieve a los contados bienes de algunos privilegiados y contribuye a magnificar la distancia entre una clase y otra.
(...)
El ambiente social es el de una fortaleza asediada, donde la posición de un trozo de carne de caballo puede significar la diferencia que va entre la vida y la muerte. Y, al mismo tiempo, el saber al país en estado de guerra y, por lo tanto, en inminente peligro, contribuye a que las masas comprendan la lógica de entregar el poder a una reducida casta, como condición indispensable para seguir existiendo.
(…)
Con el desarrollo de la televisión y los adelantos técnicos que permiten recibir y transmitir al mismo tiempo en un solo aparato, se asestó el tiro de gracia a la vida privada. Todo ciudadano, o cuando menos toda persona cuyas actividades merecieran ser observadas, podía ser acechado por la policía y asediado por la propaganda oficial durante las veinticuatro horas del día, sin posibilidad material de que el vigilado empleara ningún medio de comunicación para ponerse en contacto con sus semejantes. Por vez primera se hacía posible, no solamente exigir de todos una sumisión absoluta a la voluntad estatal, sino uniformar la opinión de la totalidad de los ciudadanos.
"Por primera vez en la Historia existía la posibilidad de forzar a los gobernados,
no sólo a una completa obediencia a la voluntad del Estado,
sino a la completa uniformidad de opinión."
"- ¡No! exclamó O'Brien. Su voz había cambiado extraordinariamente
y su rostro se había puesto de pronto serio y animado a la vez -.
¡No! No te traemos sólo para hacerte
confesar y para castigarte. ¿Quieres que te diga para qué te hemos traído?
¡¡Para curarte!! ¡¡Para volverte cuerdo!!
Debes saber, Winston, que ninguno de los que traemos
aquí sale de nuestras manos sin haberse curado.
No nos interesan esos estúpidos delitos que has cometido.
Al Partido no le interesan los actos realizados; nos importa sólo el pensamiento.
No sólo destruimos a nuestros enemigos, sino que los cambiamos.
¿Comprendes lo que quiero decir?"
"Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo.
No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder.
No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el
poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro.
Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado
porque sabemos lo que estamos haciendo.
Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas.
Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos,
pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían
sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un
tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde
todos los seres humanos serían libres e iguales.
Nosotros no somos así.
Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo.
El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo.
No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace
la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la
persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura.
Y el objeto del poder no es más que el poder.
¿Empiezas a entenderme?"
"El verdadero poder, el poder
por el que tenemos que luchar día y noche, no es poder sobre las cosas, sino sobre los
hombres. - Después de una pausa, asumió de nuevo su aire de maestro de escuela
examinando a un discípulo prometedor:
- Vamos a ver, Winston, ¿cómo afirma un hombre
su poder sobre otro?
Winston pensó un poco y respondió: - Haciéndole sufrir.
- Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia. Si no sufre, ¿cómo vas a
estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir
dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos
a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti.
¿Empiezas a ver qué clase de mundo estamos creando?"
"Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia.
La nuestra se funda en el odio.
En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y
el autorrebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos, todo.
Ya estamos suprimiendo los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la Revolución.
Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre,
un hombre con otro y al hombre con la mujer.
Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de un amigo.
Pero en el futuro no habrá ya esposas ni amigos.
Los niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan
los huevos a la gallina cuando los pone. El instinto sexual será arrancado donde persista.
La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de
racionamiento. Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá
lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor
al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo.
No habrá arte, ni literatura, ni ciencia.
No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad.
Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá
el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez
más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un
enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro. figúrate una bota
aplastando un rostro humano... incesantemente."
George Orwell,
"1984",
Editorial Guillermo Kraft Ltda.,
Colección Vértice,
Buenos Aires,
primera edición año 1950
Biografía de George Orwell
Eric Arthur Blair (Motihari, Raj Británico, 25 de junio de 1903-Londres, Reino Unido, 21 de enero de 1950), más conocido por el pseudónimo de George Orwell, fue un escritor y periodista británico.
Su obra lleva la marca de las experiencias personales vividas por el autor en tres etapas de su vida: su posición en contra del imperialismo británico que lo llevó al compromiso como representante de las fuerzas del orden colonial en Birmania durante su juventud; a favor del socialismo democrático, después de haber observado y sufrido las condiciones de vida de las clases sociales de los trabajadores de Londres y París; y en contra de los totalitarismos nazi y estalinista tras su participación en la guerra civil española.
Además de cronista, crítico de literatura y novelista, es uno de los ensayistas en lengua inglesa más destacados de las décadas de 1930 y de 1940. Sin embargo, es más conocido por sus críticas al totalitarismo en su novela corta alegórica Rebelión en la granja (1945) y su novela distópica 1984 (1949), escrita en sus últimos años de vida y publicada poco antes de su fallecimiento, y en la que crea el concepto de «Gran Hermano», que desde entonces pasó al lenguaje común de la crítica de las técnicas modernas de vigilancia.
El adjetivo «orwelliano» es frecuentemente utilizado en referencia al distópico universo totalitario imaginado por el escritor británico.
Fuente: Del sitio Wikipedia - George Orwell.
https://es.wikipedia.org/wiki/George_Orwell
Vean la extraordinaria película "1984" en Youtube
1984 es una película de 1956 de ficción distópica británica, dirigida por Michael Anderson y basada en la novela homónima del escritor George Orwell. Es la primera adaptación fílmica de dicha novela. Donald Pleasence también apareció en la versión para televisión filmada en 1954.
En el reparto, Edmond O'Brien es Winston Smith, Jan Sterling como Julia del Partido Exterior, Michael Redgrave como O'Connor del Partido Interior (llamado O'Brien en la novela) y Donald Pleasence como R. Parson.
Fuente: Del sitio Wikipedia - 1984 (película de 1956)
https://es.wikipedia.org/wiki/1984_(pel%C3%ADcula_de_1956)
Fuente: Del sitio LiBERE de Youtube.
httpwww.youtube.com/watch?v=2fadSpWlElw
La imagen de portada pertenece a la tapa del libro y es del sitio La Orquesta Filosófica.
http://www.laorquestafilosofica.com/2018/01/13/1984-de-george-orwell-descarga-gratis-pdf/
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