Rousseau, no apartarnos nunca de la Verdad

por Jean-Jacques Rousseau,
filósofo ginebrino (1712-1778)
        "Según una antigua tradición que pasó de Egipto a Grecia, el inventor de las ciencias fue un dios enemigo del sosiego de los hombres (1). ¿Qué opinión no tendrían de ellas los propios egipcios, en cuyos lares habían nacido? Es que ellos veían de cerca las fuentes de donde surgieron. En efecto, tanto si estudiamos los anales del mundo como si, a falta de esto, recurrimos a crónicas inciertas mediante indagaciones filosóficas, no encontraremos a los conocimientos humanos un origen que responda a la idea que nos gusta formarnos. La astronomía nació de la superstición; la elocuencia, de la ambición, del odio, de la lisonja, de la mentira; la geometría, de la avaricia; la física, de una curiosidad vana, y todas ellas, sin excluir la moral, del orgullo humano. Las ciencias y las artes deben, pues, su nacimiento a nuestros vicios: no dudaríamos tanto de sus ventajas si lo debieran a nuestras virtudes. 
        El defecto de su origen se nos representa con claridad más que sobrada en sus objetos. ¿Qué haríamos de las artes sin el lujo que las alimenta? Y sin las injusticias de los hombres, ¿de qué serviría la jurisprudencia? ¿En qué vendría a parar la historia si no hubiese tiranos, ni guerras, ni conspiradores? En una palabra, ¿quién querría pasarse la vida en estériles contemplaciones si cada cual, no consultando más que los deberes del hombre y las necesidades de la naturaleza, no tuviera tiempo más que para la patria, para los desdichados y para sus amigos? ¿Estamos hechos para morir amarrados al brocal del pozo donde se ha retirado la verdad? Esta sola reflexión debería desalentar desde los primeros pasos a todo hombre que aspirara seriamente a instruirse mediante el estudio de la filosofía. 
         ¡Qué de peligros! ¡Qué de caminos falsos en la investigación de las ciencias! ¿Por cuántos errores, mil veces más peligrosos que provechosa pueda sernos la verdad, no hay que pasar para llegar a ella? La desventaja salta a la vista; pues lo falso es susceptible de una infinidad de combinaciones, mientras que la verdad no tiene más que una manera de ser. ¿Y quién, por otra parte, la busca con absoluta sinceridad? Aun con la mejor voluntad, ¿por qué marcas puede estar uno seguro de reconocerla? En esta infinidad de sentimientos diferentes, ¿cuál habrá de ser nuestro criterium para juzgar con acierto? Y lo más difícil de todo, si por ventura al fin la encontramos, ¿quién de nosotros sabrá hacer buen uso de ella?
        Si nuestras ciencias son vanas en cuanto al objeto que se proponen, todavía son más peligrosas por los efectos que producen. Nacidas del ocio, lo nutren a su vez; y la pérdida irreparable del tiempo es el primer prejuicio que causan necesariamente a la sociedad. En política, como en moral, se hace un  mal grande con sólo dejar de hacer el bien; y a todo ciudadano inútil puede considerársele un hombre pernicioso. Respondedme, pues filósofos ilustres; vosotros por quienes sabemos las causas de que los cuerpos se atraigan en el vacío; cuáles son, en las revoluciones de los planetas, las relaciones de los espacios recorridos en tiempos iguales; qué curvas tienen puntos conjugados, puntos de inflexión y de reversión; cómo el hombre lo ve todo en Dios; cómo se corresponden sin comunicación el alma y el cuerpo, igual que pudieran hacerlo dos relojes;qué astros pueden estar habitados; qué insectos se reproducen  de una manera extraordinaria… Respondedme, digo, vosotros de quienes tantos conocimiento sublimes hemos recibido: aun cuando no nos hubierais enseñado nunca ninguna de estas cosas ¿seríamos por ello menos numerosos?, ¿estaríamos peor gobernados? ¿seríamos menos temibles, menos prósperos o más perversos? Volved, pues, a considerar la importancia de vuestras producciones; y si las obras más esclarecidas de nuestros sabios y de nuestros mejores ciudadanos nos reportan tan poca utilidad, dígasenos lo que debemos pensar de esa caterva de escritores oscuros y de letrados ociosos que devoran sin provecho alguno la sustancia del Estado.
        ¿Qué digo, ociosos? ¡Ojalá lo fuesen de verdad! Más sanas andarían las costumbres, y la sociedad más pacífica. Pero esos vanos y fútiles declamadores se meten por todas partes, armados de sus funestas paradojas, minando los fundamentos de la fe y aniquilando la virtud. Sonríen desdeñosos ante los viejos términos de patria y religión y consagran sus talentos y su filosofía a destruir y envilecer cuanto hay de sagrado entre los hombres. No porque en el fondo aborrezcan ni la virtud ni nuestros dogmas; es de la opinión pública de lo que son enemigos; y para que volvieran al pie de los altares, bastaría con relegarlos entre los ateos. Oh furor de distinguirse, ¿qué será lo que tú no puedas?”.

 (1) Fácilmente se ve la alegoría de la fábula de Prometeo; y no parece que los griegos que lo encadenaron en el Cáucaso pensaran más favorablemente de él que los egipcios de su dios Thoth. “El sátiro –dice una antigua fábula- quiero besar y abrazar el fuego la primera vez que lo vio; pero Prometeo le dio voces: ‘Sátiro, llorarás por tus barbas, porque quema cuando se le toca’”.
Jean-Jacques Rousseau,  
“Discurso sobre las Ciencias y las Artes”,
Editorial Terramar,
Caronte Ensayos,
Buenos Aires,
año 2012
Biografía de Jean-Jacques Rousseau
Jean-Jacques Rousseau (Ginebra28 de junio de 1712-Ermenonville2 de julio de 1778) fue un polímata suizo francófono
Fue a la vez escritorpedagogofilósofomúsicobotánico y naturalista, y aunque fue definido como un ilustrado, presentó profundas contradicciones que lo separaron de los principales representantes de la Ilustración, ganándose por ejemplo la feroz inquina de Voltaire y siendo considerado uno de los primeros escritores del prerromanticismo.
Sus ideas imprimieron un giro copernicano a la pedagogía centrándola en la evolución natural del niño y en materias directas y prácticas, y sus ideas políticas influyeron en gran medida en la Revolución francesa y en el desarrollo de las teorías republicanas, aunque también se le considera uno de los precursores del totalitarismo del siglo XX, al insistir en la idea del sacrificio del individuo por la colectividad; incorporó a la filosofía política conceptos incipientes como el de voluntad general (que Kant transformaría en su imperativo categórico) y alienación. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en sus dos frases más célebres, una contenida en El contrato social, «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado», la otra, presente en su Emilio, o De la educación, «El hombre es bueno por naturaleza».
Fuente: Del sitio Wikipedia - Jean-Jacques Rousseau

La imagen de portada pertenece a la publicación de Wikipedia. 

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