por Adriana Sylvia Narvaja,
periodista y docente de Quilmes
El periodista Peter Miller busca la verdad, y casi le cuesta la vida, como a muchos de su profesión. Porque la verdad es ODESSA, la temible agrupación de antiguos miembros de las SS (Schutzstaffel ) que los apoya, ayuda y da cobertura política y legal, además de conseguir pasaportes falsos para abandonar Alemania luego del final de la guerra.Un diario llega a sus manos, el de Salomón Tauber, quien había sobrevivido en los campos de concentración y dejó por escrito, para quien lea el texto en el futuro luego de su muerte, todo lo que había sucedido. Y habla del capitán SS Eduard Roschmann, llamado "El carnicero de Riga (Letonia)". Roschmann, un general asesino que logró huir de la justicia ayudado, justamente, por ODESSA.
Basada en el libro del mismo nombre, publicada en el año 1972, del famoso autor de literatura política-policial y de espionaje Frederick Forsyth (“El Día del Chacal”, entre las más famosas que fuera llevada al cine tanto como “The Odessa File”), esta película filmada en el año 1974 nos cuenta una historia en la que, lamentablemente y por lo que sabemos, debemos creer. Porque si ODESSA no existe (como dicen los negacionistas, que seguramente sí la hay), es probable que otra organización similar ha ayudado a escapar a muchos jerarcas nazis, un grupo de los cuales habría llegado a la República Argentina. Un ominoso silencio rodea todo este accionar.
ODESSA se encarga de terminar con la vida de aquellos que ponen en riesgo su tarea, que incluye la defensa de la ideología nazi y de su accionar durante la guerra, la supremacía aria y el antisemitismo. Guerra que para ODESSA no terminó: un día, el Tercer Reich volverá, y conquistará el poder en forma definitiva.
Peter Miller lo sabe, y lo arriesga todo. Algo hay también en su vida personal que lo impulsa a seguir, pero no contaremos lo que la película nos tiene reservado para asombrarnos. No habrá justicia legal para Roschmann, como para tantos. Es lo único que podemos adelantar.
Quizá Dios, en su Eterna Sabiduría, haga Justicia en otro lado, en otras vidas, en otras formas.
Para semejante crimen contra la Humanidad, como han hecho tantos dictadores en esta Tierra, no hay Justicia que alcance.
La "calavera de la muerte" o Totenkopf |
SS es la abreviación alemana de Schutzstaffel, lo cual significa cuerpo de protección. La SS fue una unidad paramilitar del Partido Nazi alemán fundada por los miembros de la SA en 1925 para cumplir las funciones de guardia personal de Adolf Hitler y vigilar las reuniones de ese partido. El 6 de enero de 1929, Hitler nombra a Heinrich Himmler como el líder de la SS, la cual en ese entonces contaba sólo con 280 personas en sus filas. Con la aprobación de Hitler, Himmler formó la SS y para finales de 1932 ésta contaba ya con 52.000 miembros. Sólo un año después contaría con cerca de 209.000 miembros. Formando las SS-Anerherbe, dedicadas a la investigación de los orígenes indo-europeos de la raza aria; y las SS-Polizei, encargadas de tareas de Policía en los "nuevos" territorios y de vigilancia en los campos de concentración.
Antes de 1932, la SS usaba un uniforme similar al de la SA, diferenciándose sólo en que usaban corbata negra y un gorro negro con el símbolo de una calavera o Totenkopf ('cabeza de la muerte'). Luego adoptaron un uniforme negro, y poco antes de la Segunda Guerra Mundial, un uniforme gris raso. El pueblo alemán admiraba la disciplina de la SS comparándola con la SA, que solía cometer actos de violencia aleatoria. Su lema era "Mi honor es lealtad" ("Meine Ehre heißt Treue" en alemán).
Heinrich Himmler, junto con su mano derecha Reinhard Heydrich, consolidaron el poder de la organización. En 1931, Himmler le dio a Heydrich la misión de construir un servicio de inteligencia dentro de la SS, el Sicherheitsdienst (SD).
El actor Maximilian Schell en el papel de "El Carnicero de Riga" |
La SS se convirtió así en una fuerza altamente efectiva y letal durante la Segunda Guerra Mundial. Bastaban su nombre y su reputación para infundir el miedo en cualquier persona. Hitler le dio a la SS la jurisdicción sobre todos los campos de concentración y le permitió vigilar y controlar día a día todos los países conquistados por Alemania durante la guerra.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, un grupo de antiguos oficiales de la SS, escaparon a Argentina y organizaron una red de fugitivos nazis, llamada en código ODESSA (acrónimo de "Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen") con ramificaciones en Alemania, Suiza, Italia y El Vaticano, y que operaba desde Buenos Aires. Esta red ayudó a Adolf Eichmann, Josef Mengele, Erich Priebke y a muchos otros criminales de guerra a encontrar refugio en América Latina.
El 30 de septiembre de 1946, los jurados en los Juicios de Nuremberg declararon a la SS como una organización criminal. Los jueces endosaron la declaración, estableciendo que: "La SS fue usada para propósitos criminales, incluyendo la persecución y el exterminio de judíos, brutalidades y asesinatos en campos de concentración, excesos en la administración de los territorios ocupados, la administración del programa de esclavos y el maltrato y asesinato de prisioneros de guerra". (IMT /International Military Tribunal, 1946, Vol. XXII, pág. 516; Höhne, 1969 pág. 3). La sentencia continúa, declarando que la sospecha de crimen sería impuesta a todas las personas ..."(que) hayan sido oficialmente aceptadas como miembros de la SS... las cuales fueran o permanecieran como miembros de la organización con el conocimiento de que era declarada criminal por la comisión de actos en el artículo 6 de la Carta de Crímenes de Guerra de Londres". (IMT/International Military Tribunal, 1947-1949, Vol. XXII, pág. 517; Hóhne, 1969, pág. 3).
Fuente: Del sitio de la Enciclopedia de España.
http://enciclopedia.us.es/index.php/SS
https://gloria.tv/video/4JQB2AcCcke82w6vmQ6PvPUPs
"Odessa" es una película de 1974, coproducción británico-germana, dirigida por Ronald Neame. Protagonizada por Jon Voight (como Peter Miller), Maximilian Schell (como el Capitán Roschmann), Mary Tamm (como "Sigi", novia de Peter) y Derek Jacobi (como Klaus Wenzer), en los papeles principales. En el papel de Simón Wiesenthal, el famoso "Cazador de nazis", le corresponde a Shmuel Rodensky . Basada en la novela "The Odessa File" de Frederick Forsyth, publicado por la Editorial Hutchinson.
El periodista Peter Miller (John Voight) entrenándose para la dura prueba que deberá pasar |
PRÓLOGO
del libro "THE ODESSA FILE"
"La ODESSA a que se refiere el titulo no es la ciudad del sur de Rusia ni el municipio de los Estados Unidos. Es una palabra compuesta por seis siglas que, en alemán, significan: «Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen», y en español: «Organización de Antiguos Afiliados a la SS.» Como sabrá la mayoría de los lectores, la SS era el ejército dentro del Ejército, el estado dentro del Estado, ideado por Adolf Hitler y mandado por Heinrich Himmler, que, durante el régimen nazi que gobernó Alemania de 1933 a 1945, estaba encargado de misiones especiales.
Teóricamente, estas misiones tenían por objeto defender la seguridad del Tercer Reich, y en la práctica servían a la realización de las ambiciones de Hitler, que consistían en librar a Alemania y a Europa de los elementos que él consideraba «indignos de vivir», en esclavizar a perpetuidad a las «razas inferiores de las tierras eslavas» y en exterminar a todos los judíos, hombres, mujeres y niños, que hubiera en el Continente. Para la ejecución de estas misiones, la SS organizó y consumó el asesinato de unos catorce millones de personas, es decir, seis millones de judíos, cinco millones de rusos, dos millones de polacos, medio millón de gitanos y otro medio millón de individuos de extracción diversa, entre los que se contaban -aunque casi nunca se habla de ellos- cerca de doscientos mil alemanes y austríacos no judíos. Estos eran desgraciados con taras mentales o físicas y los llamados «enemigos del Reich», a saber: comunistas, demócratas, liberales, escritores, periodistas y sacerdotes, hombres de conciencia que se expresaban con valentía y, más adelante, oficiales del Ejército sospechosos de deslealtad a Hitler.
La SS hizo de las dos siglas de su nombre y del signo de los dos rayos de su estandarte, el símbolo de la abyección más inhumana en la que jamás haya caído organización alguna. Cuando aún no había terminado la guerra, sus jefes superiores, comprendiendo que ésta estaba perdida, y previendo el rigor con que los seres civilizados juzgarían sus actos cuando llegara la hora de rendir cuentas, se prepararon en secreto para desaparecer e iniciar una nueva vida, mientras el pueblo alemán tenía qué asumir la responsabilidad de los crímenes perpetrados por los que se evadieron.
Con tal fin, sacaron del país, de contrabando, grandes contingentes de oro de la SS, que fueron depositados en cuentas bancarias numeradas, se expidieron falsos documentos de identidad y se abrieron vías de escape. Cuando, por fin, los aliados ocuparon Alemania, la mayoría de los asesinos había huido. La organización que constituyeron para llevar a cabo la fuga era ODESSA.
Una vez conseguido el primer objetivo de los asesinos, o sea, huir a latitudes más hospitalarias, la ambición de estos hombres se incrementó. Muchos de ellos ni siquiera salieron de Alemania, y permanecieron emboscados con nombre y documentación falsos, mientras gobernaban los aliados. Otros regresaron al cabo de algún tiempo, debidamente protegidos por una nueva identidad. Los más altos jefes permanecieron en el extranjero, dirigiendo la organización desde un exilio cómodo y seguro.
Los objetivos de ODESSA eran, y son, cinco: reinserción de los antiguos hombres de la SS en la nueva República Federal creada en 1949 por los aliados; infiltración, por lo menos, en los escalones inferiores de los partidos políticos; obtención de la mejor defensa jurídica para todo asesino de la SS que hubiera de comparecer ante un tribunal, entorpeciendo por todos los medios el curso de la justicia en Alemania Occidental cuando ésta procediera contra un antiguo Kamerad; introducción de antiguos afiliados a la SS en el comercio y la industria, para sacar partido del milagro económico que ha reconstruido el país desde 1945 y, por último, realización de una intensa propaganda cerca del pueblo alemán, encaminada a convencerlo de que los asesinos SS eran patrióticos soldados que servían a su patria y que en modo alguno merecían la persecución a que los sometió la justicia -sin gran eficacia por cierto- ni la repulsa de los hombres de conciencia.
Apoyándose en su potente base económica, ODESSA ha podido, con relativo éxito, realizar estos planes, especialmente el de reducir a una especie de parodia la reparación oficial exigida por los tribunales de Alemania Occidental. ODESSA, cambiando de nombre varias veces, ha tratado de desmentir su existencia, lo cual ha inducido a muchos alemanes a decir que ODESSA no existe. Sin embargo, taxativamente puede responderse a ello: ODESSA existe, y los Kameraden de la insignia de la calavera continúan ligados a ella.
Pese a los éxitos conseguidos en casi todos sus objetivos, ODESSA ha sufrido también algún que otro revés. El peor de ellos le sobrevino a principios de la primavera de 1964, cuando el Ministerio de Justicia de Bonn recibió un paquete de documentos, en el que no figuraba nombre alguno de remitente. Los contados funcionarios que leyeron los nombres de las listas que aparecían en aquellas páginas denominaron al paquete de referencia «el fichero de ODESSA»".
Diario "Der Stürmer" de 1936 con contenido antisemita de la época de las persecuciones nazis |
DIARIO DE SALOMON TAUBER,
fragmento, del libro "The Odessa File"
"Me llamo Salomon Tauber, soy judío y voy a morir. He decidido
poner fin a mi vida, porque ésta no tiene ya valor para mí, y no me queda nada que hacer en este
mundo. Todo lo que he intentado se ha malogrado, y mis esfuerzos siempre han
sido estériles. Porque el mal que yo he visto sobrevive y triunfa, y el bien se
ha perdido entre el polvo y el escarnio.
Mis amigos, los que sufrieron, las
víctimas, todos han muerto, y los verdugos, por el contrario, andan alrededor
de mí. De día veo sus rostros en la calle y por la noche contemplo el rostro de
Esther, mi esposa, muerta hace mucho tiempo. He seguido viviendo, porque quería
hacer una cosa, ver una cosa; pero ahora sé que no podré. No abrigo odio ni
rencor hacia los alemanes, que son un buen pueblo. Los pueblos no son malos,
sólo son malos los individuos.
Burke, el filósofo inglés, tenía razón al decir:
«No conozco el modo de formular una acusación contra todo un pueblo.» La culpa
colectiva no existe, pues la Biblia cuenta que cuando el Señor quiso destruir a
Sodoma y Gomorra por la maldad de sus habitantes, como quiera que entre ellos
vivía un justo, antes hizo que se salvara el justo.
Por tanto, la culpa es
individual, como la salvación. Cuando salí de los campos de concentración de
Riga y Stutthof, cuando sobreviví a la «Marcha de la Muerte» hasta Magdeburgo,
donde, en abril de 1945, fue liberado mi cuerpo mientras mi alma seguía
cautiva, yo odiaba al mundo. Odiaba a la gente, odiaba a los árboles y a las
piedras, porque habían conspirado contra mí y me habían hecho sufrir.
Y, más
que a nada, odiaba a los alemanes. Y seguía preguntándome, como me había
preguntado durante los cuatro años precedentes, por qué el Señor no los
aniquilaba a todos, hombres, mujeres y
niños, y destruía sus ciudades y sus casas para siempre. Y como Él no me
escuchaba, también lo odiaba a Él y clamaba que me había abandonado a mí y a mi
pueblo, al que hizo creer que era su pueblo elegido. Incluso llegué a decir que
El no existía.
Pero, con los años, he aprendido otra vez a amar; amar a las
piedras y a los árboles, al cielo y al río que pasa por la ciudad, amar a los
perros y a los gatos extraviados, amar a la hierba que crece entre los
adoquines y amar a los niños, que, al verme tan feo, echan a correr, asustados.
Ellos no tienen la culpa.
Hay un adagio francés que dice: «Comprenderlo todo
es perdonarlo todo».
Cuando uno puede comprender a la gente, su credulidad y su
miedo, su codicia y su afán de poder, su ignorancia y su docilidad hacia el que
más grita, uno puede perdonar. Sí, uno puede perdonar incluso lo que hicieron.
Pero olvidar no puede.
Hay hombres cuyos crímenes están más allá de toda
comprensión y, por tanto, de todo perdón. Y aquí está lo malo. Porque esos
hombres siguen viviendo entre nosotros, andan por las ciudades, trabajan en las
oficinas, comen en las cantinas, sonríen, estrechan manos y llaman Kamerad a
hombres decentes.
Y que ellos, en lugar de vivir apartados de la sociedad,
estén considerados como ciudadanos respetables y envilezcan a toda una nación
con su maldad individual, eso es lo malo. Y en esto hemos fracasado vosotros y
yo, hemos fracasado todos, y fracasado de forma miserable.
John Voight y Mary Tamm enfrentando a ODESSA |
Ultimamente, con el tiempo, he vuelto a amar al Señor, y le he pedido perdón por las veces que he obrado en con-tra de su Ley, que son muchas. SHEMA YISROEL, ADONAI ELOHENU, ADONAI EHAD. . ."
"En las veinte primeras
páginas del Diario, Tauber se refería a su nacimiento; a su infancia, que había
transcurrido en Hamburgo; a su padre, un obrero héroe de la Primera Guerra
Mundial, y a la muerte de sus padres, ocurrida en 1933, poco después de que
Hitler asumiera el poder. A fines de la década de los treinta, estaba casado
con una muchacha llamada Esther, trabajaba como arquitecto, y hasta 1941 se
había librado de ser internado, gracias a la intervención de su jefe. Pero,
finalmente, fue aprehendido en Berlín, durante un viaje que efectuó para
visitar a un cliente. Después de pasar algún tiempo en un campo de tránsito fue
metido, con otros judíos, en un vagón de ganado de un tren que se dirigía al
Este".
"No recuerdo la fecha en que el
tren se detuvo por fin en aquella estación. Me parece que desde que nos
encerraron en el vagón en Berlín, habían transcurrido seis días y siete noches.
De repente, noté que el tren se había parado. La luz que se filtraba por las
rendijas indicaba que era de día. De la debilidad y el hedor, me daba vueltas
la cabeza. Fuera sonaban gritos y ruido de cerrojos.
Bruscamente, se abrieron
las puertas. Supongo que fue mejor para mí que no pudiera verme -en tiempos, llevaba camisa blanca y el
pantalón bien planchado (la corbata y la chaqueta habían caído al suelo hacía
ya mucho tiempo)-; pero bastante pena daba ver a los demás. Cuando la luz del
día invadió el vagón, muchos levantaron los brazos hacia los ojos, gritando de
dolor.
Yo, al ver abrirse las puertas, había apretado los párpados. Por la
presión de los cuerpos, casi la mitad de los que estaban en el vagón salieron
despedidos al andén en un amasijo de cuerpos malolientes. Yo estaba en el
fondo, a un lado de las puertas centrales, por lo que pude zafarme del alud
humano, y, entreabriendo un poco un ojo, pese al riesgo de deslumbramiento,
pude salir al andén sin ser derribado.
Los guardianes de la SS que habían
abierto las puertas -unos brutos con
cara de malvados que rugían y gruñían en una lengua incomprensible-
retrocedieron con expresión de asco. En el suelo del vagón quedaron treinta y
un hombres pisoteados, que ya no
volverían a levantarse.
Los restantes, hambrientos, cegados,
andrajosos y apestando se irguieron
trabajosamente en el andén. A causa de la sed, teníamos la lengua hinchada,
ennegrecida y pegada al paladar, y los labios agrietados.
Otros cuarenta
vagones procedentes de Berlín, y dieciocho de Viena, vomitaban su carga en el
andén. Aproximadamente la mitad de sus ocupantes eran mujeres y niños. Muchas
mujeres y casi todos los pequeños estaban desnudos, sucios de excrementos, y
en tan mal estado como nosotros. Algunas mujeres, al saltar al andén, llevaban
en bra-zos el cuerpo sin vida de su hijo.
Los guardianes se movían arriba y
abajo, blandiendo porras y haciendo formar a los deportados en una especie de
columna, antes de conducirnos a la ciudad. Pero, ¿a qué ciudad? ¿Y en qué
lengua hablaban aquellos hombres?
Después averiguaría que la ciudad era Riga,
y los guardianes de la SS, letones reclutados sobre el terreno, antisemitas tan
feroces como los SS de Alemania, pero de una inteligencia muy inferior;
prácticamente, animales con forma humana. Detrás de los guardianes habla un
rebaño de hombres de expresión bovina, vestidos con camisa y pantalón muy
sucios que, cosidos al pecho y a la espalda, llevaban grandes parches cuadrados
con una J de gran tamaño en negro. Era una cuadrilla especial del ghetto, que
tenía la misión de sacar de los vagones a los muertos y enterrarlos fuera de la
ciudad. Estos, a su vez, estaban custodiados por media docena de hombres que,
además de la J en el pecho y la espalda, llevaban un brazal y, en la mano, un
palo. Eran los Kapos, judíos que, por hacer este trabajo, recibían mejor comida
que los demás internados.
Maximilian Schell y John Voight, enfrentados por un oscuro pasado y un presente sin Justicia |
Bajo la marquesina de la estación había varios
oficiales alemanes de la SS, a los cuales no pude distinguir hasta que mis ojos
se acostumbraron a la luz. Uno de ellos estaba un poco apartado del resto,
subido a una caja de embalaje y, con una leve sonrisa de satisfacción,
contemplaba a los miles de esqueletos vivientes que salían del tren. Con un
látigo negro de piel trenzada, se golpeaba el borde de la bota. Llevaba el
uniforme verde con vueltas negras y plateadas de la SS, como si hubiese sido
diseñado especialmente para él. En la solapa derecha lucía los dos rayos del
emblema, y en la izquierda, la insignia de capitán. Era alto y huesudo, con el
pelo muy rubio, y los ojos, de un azul desteñido. Más adelante me enteraría de
que era un gran sádico al que ya se conocía por el apodo que después le darían
también los aliados: el Carnicero de Riga. Aquélla era la primera vez que veía
al capitán Eduard Roschmann de la SS".
A
las 5 de la madrugada del 22 de junio de 1941, las 130 divisiones de Hitler,
divididas en tres cuerpos de ejército, habían cruzado la frontera y empezado la
invasión de Rusia. Detrás de cada cuerpo de ejército iban los enjambres de
escuadras de exterminio de la SS, encargadas por Hitler, Himmler y Heydrich de
eliminar a los comisarios comunistas y a las comunidades judías de las zonas rurales de los grandes
territorios que conquistaba el Ejército, y de encerrar a las comunidades judías
de las ciudades en los ghettos de las capitales importantes, para ulterior
«tratamiento especial».
El Ejército ocupó Riga, la capital de Letonia, el 1.°
de julio de 1941, y a mediados del mismo mes llegaron los primeros comandos de
la SS. La primera unidad in situ de las secciones SD y SP de la SS se
estableció en Riga el 1.° de agosto de 1941, e inmediatamente comenzó el
programa de exterminio que había de dejar libre de judíos todo el Ostland,
como se rebautizó a los tres Estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania.
Berlín decidió entonces utilizar Riga como campo de tránsito hacia la muerte
para los judíos de Alemania y Austria.
En 1938, había 320.000 judíos alemanes y
180.000 judíos austríacos, en total, medio millón aproximadamente. En julio de
1941 ya se había liquidado a docenas de miles, principalmente en los campos de
concentración de Alemania y Austria
situados en Sachsenhausen, Mauthausen,
Ravensbruck, Dachau, Buchenwald,
Belsen y Theresienstadt en Bohemia.
Pero ya empezaban a estar muy
llenos, y las oscuras tierras del Este parecían un lugar excelente para acabar
con los
restantes. Se emprendieron
las obras de
ampliación o iniciación
de los seis
campos de exterminio
de Auschwitz, Treblinka, Belzec, Sobibor, Chelmno y Maidanek.
Pero,
mientras se terminaban, había que encontrar un lugar para exterminar a todos
los que fuera posible y «almacenar» a los demás. Y se eligió a Riga. Entre el
1.° de agosto de 1941 y el 14 de octubre de 1944, fueron deportados a Riga casi
200 000 judíos, alemanes y austríacos exclusivamente. Ochenta mil murieron
allí, 120 000 fueron enviados a los seis campos de exterminio del sur de
Polonia ya mencionados, y 400 salieron con vida, la mitad de los cuales
morirían en Stutthof o en la «Marcha de la Muerte» hacia Magdeburgo, de regreso
a Alemania.
El transporte en el que iba Tauber fue el primero que entró en
Riga, procedente del Reich, y llegó a las 3,45 de la tarde del 18 de agosto de
1941.
"El ghetto de Riga se hallaba
dentro de la ciudad, y anteriormente había sido lugar de residencia de los
judíos de Riga, de los cuales, a mi llegada no quedaban más que unos
centenares. En menos de tres semanas, Roschmann y su adjunto, Krause, habían
supervisado el exterminio de la mayoría, de acuerdo con las órdenes de la
superioridad.
El ghetto estaba en el límite norte de la ciudad, y por el norte
daba a campo abierto. En el lado sur había un muro, y los otros tres lados
estaban cerrados con alambre de espino. En el lado norte había una puerta, por
la cual se efectuaban todas las entradas y salidas. Estaba guardada por dos
torres-vigía ocupadas por SS letones. Desde esta puerta, atravesando todo el
ghetto hasta la pared sur, discurría la Mase Kalnu Ilela, o calle de la Colina.
A la derecha, mirando desde el sur hacia la puerta principal del norte, estaba
la Blech Platz, es decir, plaza de la Lata, donde se escogía a los que iban a
ser ejecutados, se pasaba lista, se formaban las brigadas de trabajo, se
flagelaba y se ahorcaba.
En el centro había un cadalso, con ocho ganchos de
hierro, de los que permanentemente colgaban, balanceándose al viento, las correspondientes sogas con su
lazo corredizo. Todas las noches lo ocupaban por lo menos seis desgraciados y,
con frecuencia los ocho ganchos tenían que prestar servicio varias veces, antes
de que Roschmann se sintiera satisfecho de su labor del día. Todo el ghetto no
debía ocupar más de dos kilómetros cuadrados y medio, y en él habían vivido
entre 12.000 y 15.000 personas.
Antes de nuestra llegada, los judíos de Riga, es
decir, los 2.000 que quedaban, habían levantado la pared, y
el sector utilizable
por nuestro convoy,
compuesto por unas
5.000 personas, resultaba
espacioso. Pero los transportes seguían llegando a diario,
hasta que la población de nuestro sector del ghetto ascendió a 30.000 ó 40.000
personas.
Entonces, cada vez que llegaba un nuevo transporte, había que
ejecutar a tantos de los antiguos habitantes como supervivientes quedaban en el
convoy, para dejar sitio a los nuevos. De lo contrario, la superpoblación
hubiera sido un peligro para la salud de los que trabajábamos, y Roschmann no
podía tolerarlo. Aquella primera noche nos instalamos en las casas mejor
construidas, en habitaciones individuales, y dormimos en camas de verdad,
usando cortinas y abrigos a modo de mantas. Después de beber de un grifo hasta
saciarse, mi vecino de cuarto comentó que tal vez aquello no fuera tan malo.
Todavía no conocíamos a Roschmann".
Fuente: Del sitio México Documents.
La imagen de portada pertenece al sitio Amazon de Gran Bretaña.
https://www.amazon.co.uk/Odessa-File-DVD-Jon-Voight/dp/B00005Q8UO
La imagen de la calavera de la muerte o "Totenkopf" pertenece a la publicación de la Wikipedia.
https://es.wikipedia.org/wiki/SS-Totenkopfverb%C3%A4nde
Las fotos de la película y el afiche de la presentación de la cinta en alemán pertenecen al sitio Sensacine de crítica cinematográfica.
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-8171/fotos/detalle/?cmediafile=21193372
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