por Antonio Dal Masetto,
escritor argentino (1938-2015)
“-¿Por qué no se entrega? No podrá salir de acá. Tarde o temprano tendrá que bajar. O subirán ellos. Cuando antes se decida será mejor para usted.-Tengo tiempo- le contestó.
-Baje- insistió el cura-, yo respondo por su seguridad.
Ramiro lo miró, sonrió y no dijo nada. En la plaza se oyó la voz del parlante. Cuando calló no hubo más que silencio y dio la sensación de que se hubieran ido todos. El cura volvió a hablar:
-¿Por qué hace esto?
-¿A qué se refiere?
-Hijo, hay otras formas de conseguir dinero.
Ramiro lo contuvo con la mano, sin alterarse:
-Vayamos por partes. Primero, no me llame hijo, no soy hijo suyo. Segundo, si realmente quiere saberlo, no me interesa la plata.
-No lo entiendo.
-No hace falta.
-Si no le interesa el dinero, ¿por qué se dedica a robarlo?
-No voy a tratar de explicárselo.
-Conmigo puede hablar.
-No, no puedo.
-Si se resiste, lo matarán.
-Sí.
-Y usted también matará.
-Sí.
Se oyó nuevamente el llamado de la plaza. Después, cargada de tristeza, grave, como si no le hablara solamente a él sino a una multitud, la voz del cura:
-La vida de un hombre, de cualquier hombre, es importante, es única.
Ramiro esbozó una mueca de desprecio:
-Déjese de joder. La vida de un hombre no vale una escupida. Ya quedó demostrado.
El cura lo miró, apenado:
-No puede hablar así.
-Claro que puedo. ¿Quién me lo impide?
El cura, con el mismo desconsuelo, repitió:
-No puede.
-Puedo decir eso y unas cuantas cosas más. En este momento, acá arriba, entre nosotros dos, yo soy el que tiene el poder.
-La violencia no sirve, nunca sirve.
Esta vez Ramiro intentó sonreír y no pudo. Levantó el arma:
-Usted llama violencia a esto. Esta es una violencia menor. Hay otro tipo de violencia, la verdadera, la que nos condena a todos durante todo el tiempo. Y también la que ustedes ejercen desde el púlpito.
-Nosotros predicamos la palabra de Cristo – protestó el cura, sin énfasis.
-Conozco la palabra de Cristo. Y la he tenido en cuenta. Pero no fueron ustedes quienes me la enseñaron.
El cura calló. Parecía extremadamente afligido. Después, como si lo agobiase un gran dolor murmuró:
-Si conoce la palabra de Cristo sabrá que ella es paz, amor, tolerancia, comprensión.
Esta vez Ramiro se adelantó y lo enfrentó:
-Voy a tratar de ser claro. Su paz, su amor, su tolerancia, no me sirven. El odio es lo único que me hace sentir vivo.
Tenía la voz alterada y el cura no pudo resistir su mirada.
Ramiro esperó antes de volver a hablar. Después, firme, despaciosamente, remarcando las sílabas, dijo:
-Cristo fracasó.
Por los ojos del cura pasó como una nube o un relámpago de espanto. Mantuvo la mirada en el piso, rígido, una mano en la otra, aparentemente descontrolado. Finalmente, con tono cansado, sin fuerza, casi suplicando, dijo:
-No puede decir eso.
Ramiro, momentáneamente calmado, también en voz baja, como si compartiese el cansancio del otro, dijo:
-No lo digo yo. Mire alrededor.
Esperó. No obtuvo respuesta y siguió:
-Observe esa plaza ahí abajo.
Lo tomó de un brazo y lo obligó a asomarse a la baranda:
-Mire. ¿Qué ve?
El cura no contestó. Ramiro continuó:
-Hoy, para cualquiera que pretenda ser justo, la opción es matar o no matar. Y ambas decisiones son difíciles. Pero usted no quiere entender de estas cosas.
El cura no había cambiado de actitud. Y cuando habló pareció que lo hacía consigo mismo:
-No se puede vivir con odio.
-Yo puedo. Le aseguro que puedo.
Ahora el otro levantó la mirada y buscó sus ojos:
-Debe de haber algo por encima de ese odio. Algo por lo cual vivir. Algo que usted desee fervientemente.
Ramiro lo cortó:
-Nada. No hay nada.
Hizo una pausa y siguió:
-O tal vez sí. Hay algo: quisiera ser inmortal.
El cura lo observó con sorpresa:
-¿Inmortal? ¿Para qué?
Ramiro tardó en contestar, los rasgos de la cara se le endurecieron y cuando finalmente lo hizo, habló echándose hacia adelante, con un susurro:
-Para vengarme.
Esta vez el cura se pasó una mano por la frente y la mantuvo sobre los ojos. Se oyó el llamado de la plaza y una sirena.
-Puedo interceder por usted- intentó nuevamente-. Deje el arma y bajemos.
-Cállese de una vez- le ordenó Ramiro.”
Antonio Dal Masetto,
"Siempre es difícil volver a casa",
Editorial El Ateneo,
primera edición julio de 2012,
Buenos Aires,
Argentina.
Película "Siempre es difícil volver a casa" del sitio YoutubeVean la película que se hizo sobre este impactante libro de Antonio Dal Masetto, dirigida por el polémico director Jorge Polaco, con el guión de Graciela Speranza y el mismo Polaco en versión Libre. Se estrenó el 4 de junio de 1992, con el rótulo de "sólo apta para mayores de 13 años". Participan en esta película, de la cual no quedó conforme del autor del libro, algunos de los mejores actores de la Argentina: Miguel Torres del Sel, Dady Brieva, Rubén Stella, Daniel Miglioranza, Soledad Silveyra, Rodolfo Ranni, Carolina Papaleo (en su debut cinematográfico), Cristina Banegas, Ignacio Quirós, Juan Manuel Tenuta, Sabina Olmos, Atilio Veronelli, Mario Alarcón, Rafael Carret y Camila Perissé, entre otros. La música del film es de Lito Vitale.
Fuente: Del sitio Wikipedia - Siempre es difícil volver a casa.
https://es.wikipedia.org/wiki/Siempre_es_dif%C3%ADcil_volver_a_casa
https://www.youtube.com/watch?v=kEOwEWBiIh8
Biografía de Antonio Dal Masetto
Antonio Dal Masetto (Intra, Verbania, 14 de febrero de 1938-Buenos Aires, 2 de noviembre de 2015) fue un escritor y periodista italiano nacionalizado argentino.
En 1948, cuando Dal Masetto tenía 10 años, su padre migró solo a Argentina y se radicó en población de Salto (noroeste de la provincia de Buenos Aires) para trabajar en la carnicería de un hermano. Dos años después viajó el resto de la familia. En Salto, Dal Masetto aprendió el castellano leyendo libros en la biblioteca del pueblo. Durante su juventud trabajó como albañil, heladero, empleado público, vendedor ambulante, pintor, así como en la carnicería de su padre.
A los 18 años escapó de su hogar y se instaló en la ciudad de Buenos Aires. Su primer libro de cuentos, Lacre mereció en 1964 una mención en el premio Casa de las Américas, en La Habana (Cuba). Ese mismo año se casó con María Di Silvio. En 1965 se mudaron a Bariloche, donde Dal Masetto se ganó la vida pintando paredes. El 30 de junio de 1965 nació su primer hijo, Marcos Dal Masetto.
Dal Masetto se separó de su primera esposa y en 1969 regresó a Buenos Aires. Ese año (1969), la editorial Carlos Pérez Editor publicó su primera novela, Siete de oro. Se casó en segundas nupcias con Graciela Marmone, y el 19 de junio de 1976 nació su segunda hija, Daniela Dal Masetto.
La inmigración era uno de sus temas principales en sus novelas, como Oscuramente fuerte es la vida o La tierra incomparable (premio Biblioteca del Sur 1994). Desde finales de los años ochenta fue colaborador del diario Página/12 (de Buenos Aires). Dos de sus novelas han sido llevadas al cine: Hay unos tipos abajo en 1985 por los directores argentinos Emilio Alfaro y Rafael Filipelli (Dal Masetto coescribió el guion) y en 1992 Siempre es difícil volver a casa por el también argentino Jorge Polaco. Falleció en Buenos Aires el 2 de noviembre de 2015, a los 77 años de edad.
Fuente: Del sitio Wikipedia - Antonio Dal Masetto.
https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Dal_Masetto
El afiche de la película que figura en la portada pertenece al sitio Abandomoviez.
Fuente: https://www.abandomoviez.net/indie/pelicula.php?film=24086
La foto del gran escritor Antonio Dal Masetto pertenece a la página de la Fundación Konex.
https://www.fundacionkonex.org/b4640-antonio-dal-masetto
No hay comentarios:
Publicar un comentario