"La indumentaria y la alimentación de los templarios
El signo distintivo de la Orden del Temple, la cruz roja, debía estar en el lugar más visible de su indumentaria para que los caballeros pudieran distinguirse entre sí en el campo de batalla y como presencia universal de la cristiandad.
Por este motivo solían lucir la cruz en el pecho, los escudos, los cascos e, incluso, en las espadas. Esta cruz formaba parte del “uniforme” de la milicia templaria y cada caballero asumía la responsabilidad de mantener su vestimenta en buenas condiciones; bajo ningún concepto podía abandonarla, prestarla, venderla o intercambiarla por otras prendas.
Al ingresar en la orden cada caballero recibía dos camisas de algodón, dos calzas o calzones, dos mantos (uno de invierno dotado de una gruesa piel de oveja para aislarle del frío), una pelliza o chaqueta hecha o forrada de piel, o de tela muy gruesa, un sayo o casaca, una capa, una túnica, un cinturón de cuero (ancho y grueso), dos bonetes o gorros (uno por lo general de algodón y otro de fieltro) y un par de botas.
Para el descanso nocturno los caballeros disponían de un camastro de enrejado de esparto*, dos sábanas, una estameña o cobertor confeccionado con tela de estambre y una manta gruesa de lana. Estas prendas se caracterizaban por tener franjas blancas y rojas, los colores distintivos de la Orden del Temple.
Para su defensa y protección en el campo de batalla, la orden entregaba a los caballeros templarios una cota de malla y un casco cuyos modelos fueron evolucionando a lo largo de los años. Estas rudimentarias defensas, a medida que la orden obtuvo bienes y riquezas, se mejoraron en gran medida.
A partir de 1150 junto a la cota de malla se les entregaba un escudo de forma alargada que en su centro mostraba la cruz roja templaria o cruz paté. Un siglo más tarde, hacia 1250, se sustituyó el casco abierto por otro cerrado que ofrecía mayor protección. En resumen, puede decirse que durante los siglos XII y XIII, en los momentos de mayor esplendor de la Orden del Temple, sus caballeros vistieron de la mejor manera posible para enfrentarse al enemigo y sus armas estaban a la vanguardia en las técnicas de guerra.
Su “uniforme” se componía de un casco cerrado dotado de visor rectangular (dificultaba la visión pero protegía de manera más eficaz el rostro), de una cota de malla que les protegía el cuello, los hombros, los brazos, el torso y la espalda, y se prolongaba a modo de falda para defender los muslos. Una túnica blanca los aliviaba del calor siempre asfixiante de los verano de Tierra Santa (las temperaturas en muchas zonas rondaban los 40° a la sombra).
El escudo templario primigenio se perfeccionó y este tipo de defensa se diseñó para ser portado en el brazo izquierdo y pasó a confeccionarse con planchas de madera (permitía aligerar su peso y hacerlo más manejable) recubiertas con láminas de hierro. Las lanzas, de cuerpo de madera, tenían unos cuatro metros de longitud y disponían de afiladas saetas. En la confección de las lanzas se buscaba, por encima de todo, el equilibrio para que, como armas arrojadizas que eran, pudieran llegar lo más lejos posible con el mínimo esfuerzo. Las espadas presentaban una gran variedad de formas en cuanto a su empuñadura y estaban dotadas de doble filo aunque su poder residía más en la fuerza del golpe que en el corte. Los templarios adoptaron la espada propia de los cruzados, con empuñadura en forma de cruz, y este modelo permaneció casi inalterable hasta el Renacimiento. Para la lucha a corta distancia disponían de un machete.
En el combate, los templarios se servían de caballos jóvenes, ágiles, veloces y capaces de mantenerse durante un tiempo considerable a galope tendido. Entrenaban a sus monturas para que no rehusasen entrar en combate ante el estruendo que los musulmanes hacían golpeando sus cimitarras contra los escudos o bien con tambores y trompetas. A los caballos de los templarios se les dotaba también de defensas (armaduras o cota de malla) y tras la batalla, para evitar que se les enfriara el sudor, se les cubría con una manta. Los caballos que usaban solían proceder de las caballadas criadas y seleccionadas en sus propias encomiendas. Para su intendencia en campaña, los caballeros disponían de un caldero, seis alforjas y una escudilla.
El sustento de los templarios también estaba regido por la regla de la orden, que tenía en consideración que sus milites debían estar bien alimentados para rendir al máximo de sus fuerzas durante los combates. Las comidas (cuyas horas dictaba la regla), durante sus estancias en los conventos o los castillos, las hacían siempre en comunidad y por turnos, según las categorías. La llamada al sustento se realizaba mediante un toque de campana y antes de comer se bendecían las viandas y se rezaba un padre nuestro. Sentados en el refectorio, cuyas mesas estaban cubiertas con manteles blancos, los templarios escuchaban versículos de las Sagradas Escrituras que desgranaba en voz alta un lector desde el púlpito. El maestre ocupaba el sitial de honor, situado a la cabeza del refectorio, y a su lado se acomodaban los miembros más ancianos de la orden.
La dieta de los caballeros templarios, equilibrada pero parca, constaba de carne (principalmente de cordero, cabrito y vaca) tres veces a la semana, de varias raciones de pescado (de río o de mar, según la situación del enclave templario); el pescado en salazón solía consumirse con frecuencia, de verduras, legumbres, vino y pan. Antes de cocinar los alimentos se sometían a un estricto control de calidad y si estaban deteriorados se desechaban y sustituían por otros. Los miembros de la orden heridos o enfermos podían comer carne todos los días de la semana excepto los viernes. La alimentación de los templarios se caracterizaba por su austeridad, la línea general de la orden, y por facilitar las digestiones, en especial las viandas que se consumían antes de emprender una batalla.
Lema del Temple
Los caballeros templarios tenía por lema una frase latina que figura en la Biblia: “Non nobis, Domine, non nobis; sed nomine tuo da gloriam”. Esta frase, como la mayoría de los aspectos de la Orden del Temple, también da lugar a numerosas controversias. De manera generalizada se traduce como: “No para nosotros, Señor, no para nosotros, sino para la gloria de tu nombre”. Sin embargo, hay autores que sostienen que esta traducción resulta incorrecta y que el caballero templario que la recitaba no solicitaba la gloria para sí mismo en el nombre de dios, sino la gloria para el nombre de Dios. Esta última traducción se corresponde con el Salmo CXV, 1: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria”. Este salmo se invocaba antes de entrar en combate".
La Regla Latina o primitiva
Alain Demurguer, historiador especializado en la Orden del Temple y las cruzadas, sostiene que la elaboración de la Regla Latina se produjo en tres fases. La primera regla, no escrita, se basó en los tres votos clásicos de las órdenes monásticas: pobreza, castidad y obediencia, al estilo de los canónigos regulares del Santo Sepulcro de Jerusalén.
La segunda fase de la regla templaria se desarrolló en el Concilio de Troyes, que estipuló, entre otras muchas cuestiones de interés, los requisitos para ingresar en la orden. En los años sucesivos la regla sufrió numerosas modificaciones. Nada más llegar Hugo de Payns a Jerusalén, su patriarca hizo, como se ha referido, algunas correcciones: en el Concilio de Pisa (1139) se le añadieron otras y le siguieron muchas más a modo de artículos o aclaraciones, denominados retraits, que completaron el modus vivendi de los templarios.
Reproducir los 72 artículos de la Regla Latina o Primitiva ocuparía mucho espacio. La Regla Latina recoge los tres votos monásticos (pobreza, castidad y obediencia) y regula la vida y los trabajos de los freires, sus obligaciones en las horas canónicas y el rezo del oficio. De igual manera , también trata de la alimentación, de los ayunos y las abstinencias. Los freires debían comer en el refectorio, en absoluto silencio y bajo el murmullo de las lecturas sagradas que recitaba el freire elegido para ello: “Siempre que se coma –artículo IX- se leerá la Santa Lección. Si amamos a Dios debemos desear oír sus santos precpetos y palabras; y así el elctor hará señal para que todos guarden silencio”.
Los freires compartían de dos en dos las escudillas, estaban autorizados a comer carne tres veces por semana, “porque la costumbre de comerla se entiende es corrupción de los cuerpos” (artículo X) y, salvo los freires enfermos o ancianos, los demás debían cumplir los ayunos.
Las horas de descanso también estaban reguladas. Los freires compartían un dormitorum communis y dormían vestidos en parte, con el arma ceñida y una luz tenue que sólo se apagaba al amanecer. En el dormitorio común había que guardar un silencio absoluto y sólo los freires enfermos o fatigados estaban exentos de celebrar maitines*; los demás debían acudir a los rezos al toque de campana.
El hábito y el aspecto personal también tenían cabida en la regla. Los caballeros debían llevar vestiduras blancas o negras: “Las vestiduras siempre serán de color blanco –artículo XX- o negro, o mejor decir de buriel (color pardo rojizo). Todos los caballeros profesos, tanto en verano como en invierno, por poco que puedan, llevarán el vestido blanco pues dejaron atrás las tinieblas de la vida seglar”. Si lucían vestiduras negras debían cubrirlas con un manto blanco, símbolo de castidad. En el aspecto personal, los freires debían ir aseados pero sin adornos: “Los que no estén en campaña –artículo XXVIII- conviene que lleven el pelo cortado con igualdad y en un mismo orden; guárdese lo mismo en la barba para que no se vea el vicio de la gala y la demasía”.
La regla prohibía a los templarios el arte de la cetrería* (artículo XLVI) por considerarlos un lujo, y cazar animales con ballesta o arco (artículo XLVII) salvo a los leones (artículo XLVIII): “La prohibición de ir de caza, antes mencionada, no incluye al león porque del león se lee: "Llega sigilosamente buscando a quien devorar" y, en otra parte: Sus garras están alzadas contra todos los hombres, y las manos de todos los hombres contra él”.
Los besos a las mujeres también estaban prohibidos, según dictaba el artículo LXII: “Creemos que es peligroso (…) mirar con detenimiento el rostro de las mujeres (…). Ningún hermano ose besar ni a viuda ni a doncella, ni a su madre ni a su hermana, ni a su tía, ni a mujer alguna. Huya (…) de semejantes besos la Milicia de Cristo, por los que suelen peligrar los hombres, para que, con conciencia pura y vida perfecta, logren gozar por siempre de la vida del Señor”.
*esparto: Planta herbácea de tallo recto, hojas radicales, largas, duras, resistentes, flores en panoja espigada y semillas muy menudas; puede alcanzar hasta 1,5 m de altura.
*maitines: Es la hora más temprana del amanecer que servía de rezo en la Iglesia católica y en la Iglesia ortodoxa para la liturgia de las horas canónicas. Antiguamente dentro del contexto de la vida monástica o canonical se cantaban los maitines bien a media noche o bien en las primeras horas del día. El término también se ha usado en algunas denominaciones de Protestantismo para describir los servicios matutinos.
*cetrería: La cetrería es la actividad de cazar con aves rapaces entrenadas, especialmente con halcones, azores y otras aves de presa para la captura de especies de volatería o de tierra. Biológicamente se trata de una simbiosis entre hombre y animal, una relación en la que ambas especies se benefician. Uno de sus mayores expertos mundiales, Félix Rodríguez de la Fuente, la definió como «la primera vez en que el hombre no sometió al animal al yugo y al látigo».
No dejen de ver esta película llamada "The Crusaders", que se puede ver en Youtube, excelente representación de época y batallas
https://www.youtube.com/watch?v=YOMcbnP0-WE
Datos de la película "The Crusaders"
En el siglo XI, tres hombres huyen de una ciudad italiana y se dirigen a Tierra Santa para participar en la Primera Cruzada. (1096-1099). Un amor imposible entre dos supuestos hermanos, batallas y luchas por el poder. Alessandro Gassman como Peter, Thure Riefenstein como Andrew, Johannes Brandrup como Richard, Barbora Bolul'ová como Rachel, Uwe Ochsenknecht como Barón Corrado, Flavio Insinna como Peter Bartholomew, Armin Mueller-Stahl como Alessio, Franco Nero como Ibn-Azul, Karin Proia como María, Slobodan Ninkovic como Olaf Gunnarson. Dirigida por Dominique Othenin-Girard, año 2001.
Fuente: Del sitio Wikipedia.
http://www.tematika.com/libros/infantil_y_juvenil--18/historia--12/universal--1/gran_libro_de_los_templarios_y_otras_ordenes_militares--624812.htm
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