Los años locos de la Argentina (segunda parte)

Continuamos con la segunda parte del extracto del libro de Héctor Íñigo Carrera publicado por el Centro Editor de América Latina, titulado "Los Años 20". Ahora veremos el tema del tango y el nacimiento de la radiofonía argentina, aunque hay muchos más temas que, motivos de espacio, no podemos desarrollar. Pero creemos que es válido dar a conocer estos textos bien fundamentados que no deben caer en el olvido, porque entonces caerían en el olvido nuestro pasado, nuestros artistas, nuestras canciones, nuestras raíces. 

Clásicos de la década del '20 al '30 en Youtube

"Musiquería

        El tango de los años locos se asienta sobre situaciones sociales y artísticas que son peculiarmente definidas, y que, por otra parte, intercambian entre sí influencias. En lo social, se presentan los elementos siguientes: el ingreso de las clases medias y populares al plano de poder con el yrigoyenismo; la mayor intercomunicación cultural entre esas clases y las de nivel alto; la apertura de legislación social para incorporar al incipiente proletariado.
        En cuanto a los rasgos artísticos de este proceso tanguero cabe recordar: el afianzamiento de la orquesta típica; el surgimiento de los solistas; consolidación de los géneros (tango cantado e instrumental), aparición de letras, letristas y cantantes; pulimento de las figuras danzantes.
Explica Horacio A. Ferrer con respecto al cuadro general provocado por estas modificaciones: “En lo que tiene que ver con los lugares frecuentados por el tango,  junto a su ingreso a las más diversas clases sociales como motivo de espectáculo o diversión, deja de ser tan solo música de lupanar y de clausurados boliches orilleros para ser ejecutado en la más diversa gama de locales: café, cabarets, salas de baile, casas de familia y clubes”.
Carlos Gardel, el gran cantante argentino, apodado "El Mudo" o también
"El Zorzal Criollo", acompañado con su guitarra, en esta
foto sin fecha pero que se presume es de la década del '20
        Entonces el tango se vuelve también material altamente vendible, se multiplican ediciones de partituras, revistas,  letrillas, grabaciones, montajes de espectáculos y audiciones radiales. Representaciones comerciales, publicitarios, entidades profesionales de autores, compositores e intérpretes pasan a incorporarse a la vida musical del pueblo argentino.
        Entre varios nombres y aportes merecedores de la evocación tratemos de mencionar algunos: Agustín Bardi, Enrique Delfino y Juan Carlos Cobián, en la composición musical; Julio De Caro, en el ordenamiento impulsador de la orquesta típica; Pascual Contursi, Celedonio Flores, Enrique Cadícamo, Manuel Romero, Enrique Santos Discépolo, en los versos; Pedro Maffia, en la orientación del bandoneón. Esta Guardia Nueva, dentro de la década arranca de los pilares mayores de De Caro y Fresedo, en un estilo, y de Francisco Canaro y Lomuto, en otro. Dentro del primer cauce tiene figuras como las del ya citado Maffia, Vardaro, Pugliese, Ferrazano, etc. Dentro del segundo se destacan Anselo Aieta y Roberto Firpo.
        En mayo de 1920, María Esther Podestá estrena Milonguita, de Delfino y Linning, en la obra Delikatessen Hause, en el Teatro de la Opera, de Buenos Aires; en 1921, José Cicarelli canta por primera vez La Copa del olvido, en la obra Cuando un pobre se divierte, en el Teatro Nacional; Padre nuestro, de Delfino y Vacarezza, sirve a Azucena Maizani para debutar en la obra A mí no me hablen de penas. En 1922, Ignacio Corsini impacta con Patotero sentimental, en la comedia El bailarín del cabaret.

Los cincuenta mejores tangos de Carlos Gardel, "el Zorzal Criollo" 

Escuchen y respondan a la famosa pregunta: Carlitos, ¿canta cada día mejor como dicen? Nosotros creemos que sí! En Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=zTBnN-IMVaQ

        Si hay sin duda un escenario que protagonice cabalmente la expresión social y musical del tango de los años veinte, ése es el cabaret. Local de mesa, mostrador y baile de tono y precio copetudo, el cabaret abre sus puertas a la cadencia del arrabal, la suaviza y la transfiere  los sectores pudientes de la sociedad, así como también en menor intensidad, a ciertos grupos de clase media.
        El Chanteclair, el Ta-Ba-Ris, los locales mayores Palais de Glace, Armenonville y Royal Pigall nuclean a los bailarines de  estilizados, aunque siempre compadrones, cortes y quebradas del nuevo estilo tanquero de esos años, que aun hoy el incomparable Tito Lusiardo sabe mostrar cabalmente. Otros lugares que hicieron época con distintos matices de tiempo y modo: el Montmartre, la confitería Vogue, así como diferentes clubes más o menos exclusivos, con el Abdullah y el Mar del Plata.
Año 1918, paseo en coche de la clase alta de Buenos Aires
por el barrio de Palermo
         A mediados de 1924, cuando reina la película muda, cierta empresa concesionaria de una cadena de cinematógrafos y confiterías ensaya el reemplazo del común pianista que acompañaba a las películas. Se montan dos géneros de ejecución: uno de repertorio clásico, y otro –aquí lo entonces insólito- de contenido tanguero, a cargo del bandoneonista Minotto Di Cicco. Dado el éxito alcanzado por éste, se le encarga organizar la primera orquesta típica que actúa en un cine. El tango comienza así a ser gustado directamente por el gran público en los cines de la calle Lavalle –especialmente Paramount, Electric, Hindú, Select Lavalle- mientras sin tardanza surgen populares figuras de intérpretes y cantores. Recordemos algunos: Magaldi, Gardel, Maffia, De Caro, Bardi, Pugliese, Laurenz… Salas de otras calles se incorporan también al movimiento: el Grand Splendid, el Real Cine y el Palace Theatre, entre ellos.
        La presencia de la mujer es de prioritaria importancia en este terreno del tango. No solamente se transforma en el tema más trillado de las composiciones –seguida por los correspondientes de la farra cabaretera o nocturna, sino que, ayudado por la influencia de la cupletista, la tonadillera y la cantante de zarzuela se encarama en la interpretación cantora. Nace la vedette cantante, aunque al principio utilizando rasgos del estilo garconne suavemente masculinizado. La sola mención de las figuras que a partir de los años veinte cobran éxito y fama, nos exime de todo comentario en detalle: Sofía Bozán, Azucena Maizani, Iris Marga, Tania, Rosita Quiroga, Mercedes Simone, Libertad Lamarque. También por entonces hace sus primeras actuaciones en escenario Tita Merello.
Año 1918, Plaza de Mayo con nieve, nevada histórica en Buenos Aires
del 22 de junio de 1918 
        Algunos nombres para componer una lista de tangos de los años locos, varios de los cuales ya hemos mencionado: Milonguita, La Cachila, Sollozos, A pan y agua, Buen Amigo, Recuerdo, Frivolité, Boedo, Arco Iris, Yira Yira, Un poema, Milonguero viejo, Musette, Flores negras, Padre nuestro, Que va cha ché, Esta noche me emborracho, Patotero sentimental, Bandoneón Arrabalero, Yo te bendigo, Caminito, Por ella, La copa del olvido, Mano a mano.
        El vértigo de éxito y de difusión llevó al tango de la década del veinte por caminos de realización y de fortuna. Pero tras la euforia, más propiamente por debajo de ella, había senderos más grises, de miserias permanentes, de melancolías casi premonitorias, de nuevas miserias y de ciertas aristas fatalmente pesimistas de la vida.

Pasó el tiempo… y tomando rumbo al centro,
con su fe de bautismo arrabalera
salió el tango, de sus lauros al encuentro
tremolando su emoción, como bandera.
Compadreando en un teclao de bandoneones
hizo a un lado recelos y desaires,
los magnates le abrieron sus mansiones…
y fue el Tango el bacán de Buenos Aires…
Año 1920, Plaza Once de Buenos Aires 
Negrismo   
        En la década del veinte la cultura negra –el negrismo- se pone de moda. Elementos musicales originados en la vieja África, reelaborados por los morenos norteamericanos en el área de Saint Luis-Nueva Orléans, con la integración de aportes del área cultural blanca, como ser instrumentos (trompeta, piano, saxo, etc.)  y distintos ritmos básicos folklóricos, tanto del oeste campesino como del Chicago industrial, se plasman hacia la década del veinte en el jazz. “Si queremos dar una imagen típica de los años locos, nada mejor que una multitud abigarrada bailando desenfrenadamente…” observa Juan José Sebreli.
        Puede leerse en un ejemplar de la revista El Hogar de 1920: “Como las películas, los automóviles, el petróleo o la forma de los zapatos, los Estados Unidos impusieron allí (en Europa) sus bailes… fox-trot, one-step, two-step, jazz (propiamente dicho) , Boston y rag-time. Otro tanto pasó entre nosotros… Como en París, en Buenos Aires se comienza a bailar mucho. ¿Será un aspecto de la vida moderna? Este furor danzante me lo explicaba hace unos días un amateur, diciendo que no obstante que el baile moderno es la negación de toda armonía, entusiasma enormemente… Aventurar un juicio definitivo sobre los actuales bailes es arriesgado. Vivimos horas de renovación. Además, lo que está de moda siempre parece lo mejor. Solo la vista en larga perspectiva da el valor exacto. Entre tanto no llegue el mentor que diga la última palabra, digamos como el otro: “Bailemos, hermano, bailemos, que después de muertos solo nos llevaremos lo bailado, abril 1920”.
Año 1929, asado criollo para el personal del Taller de la Revista argentina Caras y Caretas
        Este auge de la música sincopada norteamericana entre los argentinos tiene ciertos puntos de contacto importantes con el tango, pues directores de orquestas típicas como Roberto Firpo, Francisco Lomuto y Francisco Canaro funcionan simultáneamente a cargo de orquestas de Jazz-Band; es decir, que dirigen a sus conjuntos en ambos estilos. Y el tango tiene al mismo tiempo su lugar entre los bailes populares de moda, como un ritmo más al que ahora se lo baila en salón.
        Los avisos de la época mencionan gran cantidad de temas de jazz como éxitos populares, grabados por intérpretes favoritos. Entre los fox-trot figuran: Desfile de soldaditos de madera, Viajando hacia Wyoming, Hollywood, Me voy para el sur, Candombe indio, Japonesita, La canción del ukelele, La piba de mis sueños, Ahí viene Melina, Madonna, Besitos de gatitos, Besos y cerezas, Qué piba, Al fin solos, Déjate de coqueteos, Dulce hombre, El príncipe llorón. Entre los shimmy se destacan Mahoma, Annabelle, Muy love; también hay shimmy-charleston, como Niñas modernas, o shimmy fox-trot como Anoche en un taxi. Se conocen maxixas como La mimosa o Marina Sambado,  y one-step como Madrid. También tienen gran divulgación los ritmos españoles: sevillanas, bulerías, etc, así como las canciones camperas de nuestro folklore, en las voces de Gardel-Razzano, Ruiz-Acuña y Tapia-Almada. Caruso, Gigli, Claudia Muzio imperan en la lírica.
Año 1929, Plaza de Mayo, Festejo denominado "Del Día de la Raza",
con imagen gigante e iluminada de Cristóbal Colón 
        Mencionemos dos nombres claves en la realización de grandes triunfos de jazz canción y bailable para la masa de público: José Böhr y Josefina Baker, quien con su Revista Negra aporta la danza de desnudo frenesí primitivo, bien condicente por cierto con el espíritu de liberación expresiva de sentimientos que caracteriza a la mentalidad de estos años: Las canciones Pero hay una melena.. y Josefina resultan recuerdos aún vigentes de esas populares figuras.
Año 1930, incinerador de basura 
La radiofonía en la Argentina      
       “En el comienzo de los años veinte la gente se familiarizó con un mineral que se le aparecía con vistas de novedades. Sin embargo, no acababa de hacerse otro descubrimiento bajo la corteza terrestre. Era simplemente la forma natural del sulfuro de plomo. Pero la gente lo recibía con el nombre de galena, en una piedrita de lustroso gris azulado, la sujetaba al extremo de una pequeña base rectangular de madera y, desde el otro extremo, por medio de una espiral de cobre ajustada a una varilla articular, se dedicaba a cosquillear en la superficie de la piedrita. ¿Qué buscaba la gente? Buscaba la sintonía  de palabras y músicas que, enviadas al éter por un transmisor, eran captadas por un alambre improvisado en silvestre antena, y le llegaban al oyente desde el techo de su casa, a través de la galena, hasta un auricular conectado al modesto aparatito. Ése sí que era un verdadero descubrimiento; la milagrosa vulgarización de la radiotelefonía”  dice Francisco García Jiménez en su libro “Apuentes memoriosos de nuestra radiotelefonía" en La Prensa del año 1968.
        Con esta excelente descripción Francisco García Jiménez reconstruye un lindo y decisivo fenómeno de nuestra historia popular, porque con los años veinte los argentinos, siguiendo el paso del progreso mundial, entraron en ese mágico e irrefrenable mundo de la radiotelefonía de masas. En agosto de 1920, el científico Juan A. Otero ya alertaba desde las páginas de Caras y Caretas acerca del inminente éxito del nuevo medio de comunicación entre la gente.
Año 1930, construcción del Obelisco en Buenos Aires 
        A los pocos días, los radioaficionados porteños logran transmitir, utilizando esos heroicos dispositivos arriba descriptos, la ópera Parsifal, dirigida por Félix  Weingartner, desde el teatro Coliseo. Pioneros de esa brega fueron los  señores Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero. . La gente los llamaba “los muchachos del Coliseo” o “los locos de la azotea". Así, en el umbral de nuestra radio, sus nombres se cruzan con la ópera de Wagner y el citado viejo  teatro porteño.
        Unos años después  ellos fundan el Radio Club Argentino. En 1922, la Municipalidad de Buenos  Aires concede a Federico Del Ponte el primer permiso para instalar  un equipo de transmisión sin hilos para divulgar gratuitamente audiciones artísticas, musicales, científicas, etc. Se llama Radio Cultura, y se halla instalado en el Plaza Hotel. Enrique del Ponte tiene a su cargo la dirección artística. Se las arregla con grabaciones y con la colaboración desinteresada de cantantes, orquestas e intérpretes. Se anima también a intentar la primera tentativa comercial en el mundo entero: propala avisos de unas medias femeninas de seda y de un perfume.
        Radio Cultura se traslada, en marzo de 1923, a una casona antigua sobre la Avenida Alvear (hoy del Libertador), en Palermo. Se multiplican las actuaciones en los géneros de tango, jazz y clásico. El 14 de septiembre de 1923, se transmiten  comentarios acerca de las alternativas del match Firpo-Dempsey, amenizados con piezas de música de una orquesta americana, en una onda de 460 metros. En 1924, José Böhr, de quien  quien ya hablamos, canta desde Radio Cultura acompañándose en el piano.  Böhr trabajaba en una casa de música de la calle Florida, y es ya conocido por su habilidad para interpretar canciones. Autor de numerosos tangos y shimmys, como Cascabelito y Tutankhamon, su voz romántica signa preferentemente la preferencia del público femenino, y con ello lega al teatro musical. En cuanto a la radiotelefonía en general cobra durante la década gran popularidad entre los aficionados. Todas las revistas y publicaciones destina páginas enteras dedicadas a esta afición. Y para 1929 ya son tres las radioemisoras que envían al aire sus programas".
Año 1930, tranvía y vendedor de diarios 
La radio en la Argentina 

Video explicativo de Youtube con los principales eventos de la creación de la radio argentina
https://www.youtube.com/watch?v=FKfbNEUPdvk

Adanes del tiempo aquel…
        En realidad, se trata de tener una idea general de ciertos cambios que por supuesto se producen en la vestimenta y las costumbres de la población masculina, cambios que son menos apreciables, menos radicales que los ocurridos en el área del bello sexo, el que se hallaba, sin duda, muy atrás en cuanto a modernización.
        En principio se mantienen las líneas generales de la vestimenta, pero el traje se hace más holgado y más recto. Desaparecen, como moda, las barbas y los bigotes manubrio; pasa, en cambio, al frente el bigote corto y fino a lo Menjou, pero sin mucha adhesión. Las patillas se acortan y el pelo se peina con fijador (gomina u otras combinaciones caseras) hacia atrás. La cara de moda es la de tipo aniñado o de baby-face, como dicen los norteamericanos. Las polainas y los botines de cuarto de caña van desapareciendo la adentrarse la década, siendo reemplazados por el estilo de zapato sin caña que se acera mucho a la forma clásica de nuestros días. El calzado blanco o el bicolor combinado es también de moda entonces. Aparecen las camisas de cuello pegado tipo americano, rayadas y de diferentes colores. Resucita, hacia 1926, el conjunto de saco oscuro y lompa blanco. Las maquinitas de afeitar y sus hojitas solingen comienzan a hacer competencia las navajas. El perfume, la gomina, el tabaco inglés, son atributos de legancia especial entre ciertos círculos.
        La corbata moderna abre su reino casi indiscutido por el antiguo moño. El smocking se difunde en las salidas nocturnas. Los chalecos se vuelven exhibicionistas y fantasiosos a veces a veces.
El sombrero rancho le deja un buen lugar para compartir al chambergo de ala acortada y gacha, que desde los Estados Unidos se impone. El pañuelo se queda en el bolsillo superior del saco, y los tiradores sostienen con poder.
        Resulta de gran importancia la incorporación masiva del automóvil a la imagen del hombre; nace a la historia el centauro con ruedas. Esencialmente hay una liberación de usos y de valores, alimentados preferentemente por una influencia del estilo de vida a la americana (USA).
        Por otra parte los argentinos comienzan a aprender a entenderse con una mujer que quiere escapar, al parecer de los límites clásicos de lo doméstico y del código machista. Protestan, se burlan, pero comienzan a aprender. En realidad, todavía estamos aprendiendo...

Melange porteña

Al fondo, la modorra leonina del río,
destrenza la guedeja de hollín de un barco en lastre,
que a media ración de hulla, con nostálgico arrastre,
arrumba haci al mole de la ciudad que en lo alto,
dentella una cornisa de lóbrego basalto,
fundido con la sombra volcánica que avanza
bajo un febril ronquido de afán y de pujanza,
como rodada en tráfago de pavoroso hierro.
Pasaje Barolo en la Avenida de Mayo, del sitio Pinterest 
        Así como la ve Lugones, Buenos Aires bebe a bocanadas fuertes sus años veinte.
Crece hacia arriba con la torre del Pasaje Barolo, edificio que Don Luis manda construir solventado con su gran fortuna, y que es, por entonces, el más alto de Sudamérica. Crece con otras nuevas construcciones: el Banco de Boston, de Florida y Diagonal; los que podríamos llamar todavía cosquilleacielos de 8 a 10 pisos, como el de San Martín y Diagonal, Suipacha y Arroyo, Corrientes y 25 de Mayo, Tres de Febrero y Zabala (en Belgrano), Juncal y Esmeralda y Leandro N. Alem al 200; el Palacio del Concejo Deliberante de la ciudad en Perú y Diagonal Roca; el primer grupo de casas colectivas (hoy las llamamos monoblock o barrios–parque) con jardines y patios de juegos, frente a la Plaza Los Andes, en Chacarita; los edificios premiados por la municipalidad, en certámenes creados por ordenanza del Concejo, como el Lahusen, de Paseo Colón y Moreno, y numerosas casas residenciales y de departamentos de la zona céntrica y norte. 
        Crece también con la nueva Costanera Sur; con el ensanche de Santa Fe, en su tramo céntrico; con el comienzo de apertura de las dos Diagonales, que llegan, la Norte, a Suipacha, y la Sur, a Moreno (en 1930); con las inmumerables casas de bajo o de pocos pisos, que inundan por entonces las barriadas del oeste (sur y norte), con los trabajos del subterráneo Lacroze y hasta con los nuevos monumentos, como el del General Alvear o el del Cid Campeador.
        Hacia 1927, Buenos Aires cuenta con 3.500 tranvías (incluidos los subterráneos), 908 ómnibus, 27.00 automóviles en general, 161 motocicletas, 1.500 carruajes (particulares y de alquiler) y 22.000 carruajes y vehículos de carga. En 1928 surgen espontáneamente los primeros taxis, transformados en colectivos.
        Tiene, también, más de 100.000 teléfonos, distribuidos entre dos compañías telefónicas; 302.000 abonados a servicios de electricidad, y cerca de 80.000 medidores de gas. El alumbrado público se halla en etapa de transición, y posee por ello lámparas eléctricas, a gas, a alcohol y a petróleo. La población de 1.700.000 en 1920, pasa a 2.150.000, en 1930. Crece el índice de nacimientos y merma el de defunciones.
        Escuchemos cómo ve en 1921 la ciudad el poeta Fernández Moreno, desde la torre del pasaje Güemes:

La ciudad, desde esta altura
parece achatada y fea.
No se ven más que letreros,
claraboyas y azoteas.
La ciudad, desde esta altura,
se levanta de la tierra
y en un ímpetu supremo
hacia los cielos se leva:
en flechas de pararrayos,
en lanzas de chimeneas.
Año 1930, el Ford fue carrozado para transformarlo en colectivo,
el invento argentino

Héctor Iñigo Carrera
“Los Años 20”
Centro Editor de América Latina
La Historia Popular (vida y milagros de nuestro pueblo),
Buenos Aires,
año 1971.
Las fotos que se presentan en esta nota pertenecen al sitio Despierta Córdoba

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