"Martes, 18
de mayo de 1943
Querida
Kitty:
He sido
espectadora de una batalla monstruosa entre aviones ingleses y alemanes.
Desgraciadamente, algunos aliados han sido obligados a abandonar sus aparatos
incendiados, y a saltar en paracaídas. Nuestro lechero, que vive cerca de la
ciudad, ha visto a cuatro canadienses sentados en la cuneta del camino; uno de
ellos, que hablaba fluidamente el holandés, le ha pedido fuego para su
cigarrillo y le ha contado que ellos formaban un equipo de seis hombres. El
piloto estaba carbonizado, y el quinto se había ocultado no sabían dónde. La Feld-Polizei (Gendarmería) ha ido a recoger a esos cuatro hombres en perfecta salud.
¿Cómo es posible conservar tal presencia de espíritu después de un salto tan
formidable?
A pesar del
calor primaveral, estamos obligados a encender la estufa todos los días para
quemar las mondaduras de hortalizas y otros residuos. Como tenemos que
preocuparnos del hombre del almacén, no podemos utilizar la cloaca. La menor
imprudencia bastaría que delatarnos.
Todos los
estudiantes que hayan terminado o piensan proseguir sus estudios este año han
sido invitados a firmar una lista presentada por la Dirección, comprometiéndose
a simpatizar con los alemanes y con el nuevo orden. El 80% se han negado
resueltamente a renegar de su conciencia de sus convicciones, y han tenido que
sufrir las consecuencias. Todos los estudiantes que no han firmado serán
enviados a un campo de trabajo alemán. Si todos los jóvenes son condenados a
trabajos forzados en tierra de nazis, ¿qué va a quedar de la juventud holandesa?
La noche
pasada, yo estaba en la cama de papá y mamá había cerrado la ventana, debido al
bombardeo. De pronto oí que uno de nuestros vecinos saltaba de la cama (no muy
ligera, era la señora Van Daan) e inmediatamente después, la detonación
espantosa de una bomba. Grité: “¡Luz, luz!” y Pim encendió. Yo esperaba ver la habitación
devorada por las llamas de un momento a otro. No les había alarmado. El señor y
la señora Van Daan había visto una luz rosada en el cielo. El había creído que
había fuego no lejos de nosotros, y la señora, que las llamas se han apoderado
de nuestra casa. La detonación de la bomba la hizo saltar sobre sus piernas
temblorosas. Pero como por aquí no había sucedido nada, volvimos a meternos
todos en la cama.
Lunes, 19 de
julio de 1943
Querida
Kitty:
El domingo,
el norte de Amsterdam ha sido rudamente bombardeado. Una devastación espantosa.
Calles enteras en ruinas; hará falta cierto tiempo antes de poder retirar todos
los cadáveres. Se han contado, hasta ahora, 200 muertos y numerosos heridos;
los hospitales están atestados. Se oye hablar de niños que buscan a sus padres
perdidos bajo las cenizas aún calientes.
Me
estremezco al pensar en el refugio sordo y lejano que era para nosotros el
presagio de esta destrucción.
Tuya, Ana.
Viernes, 23
de julio de 1943
Querida
Kitty:
Quiero
contarte lo que cada uno de nosotros desea hacer al salir de aquí. Lo que más
desean Margot y el señor Van Daan es meterse hasta la barbilla en un baño muy
caliente, y quedarse en él por lo menos media hora. La señora Van Daan, antes
que cualquier otra cosa, quiere ir a comer golosinas. Dussel no puede pensar
más que en Lotte, su mujer. Mamá, en su taza de café. Papá, en visitar al señor
Vossen. Peter, en ir al cine. Y yo me sentiría extasiada y tan contenta, que no
sabría por dónde empezar.
Lo que yo
más deseo es estar en mi casa, poder circular libremente, moverme y, en fin, se
dirigida en mis estudios, es decir, volver a la escuela.
Elli nos ha
regalado frutas, ¡al precio a que están!... Uvas, 5 florines el kilo.
Grosellas, 0,70 la libra. Un durazno, medio florín. Melón, florín y medio, el
kilo. Y todas las noches puede leerse en los diarios: “¡El alza de los precios
es una especulación!”.
Tuya, Ana.
Miércoles,
23 de febrero de 1944
Pensamiento:
Muchas cosas
nos faltan aquí, muchas y desde hace mucho tiempo, y de ellas me veo privada
tanto como tú. No quiero decir físicamente, pues tenemos lo que necesitamos. No.
Hablo de las cosas que suceden en nosotros, tales como los pensamientos y los
sentimientos. Siento la nostalgia, tanto como tú, del aire y de la libertad.
Pero he empezado a creer que poseemos el privilegio de tener una compensación
enorme por todas esas privaciones. De ello me he percatado repentinamente, esta
mañana, frente a la ventana abierta. Quiero decir: una compensación del alma.
Mirando
afuera, es decir, a Dios, y abrazando con una mirada recta y profunda a la
naturaleza, yo me sentía dichosa, nada más que dichosa. Y, Peter, mientras esa
dicha esté en ti –gozar de la salud, de la naturaleza y de muchas otras cosas
más- mientras seas capaz de sentirla, siempre volverá a ti.
Puede perderse
todo, la riqueza, el prestigio; pero esa dicha en tu corazón sólo puede, cuando
más, ensombrecerse, y volverá a ti siempre, mientras vivas. Mientras levantes
los ojos, sin temor, hacia el cielo, estarás seguro de ser puro y volverás a
ser feliz, suceda lo que suceda.
Martes, 7 de
marzo de 1944
Querida
Kitty:
(…)
Después del
Año Nuevo, el otro cambio: mi anhelo… Era mi deseo tener a un muchacho por
amigo, y no a una muchacha. Existía también el descubrimiento de mi dicha, bajo
mi caparazón hecho de superficialidad y de alegría. De tiempo en tiempo, al
tomarme grave, sentíame consciente de un deseo sin límites por todo lo que es
belleza y bondad.
Y por la
noche, en la cama, al terminar mis rezos con las palabras: “Gracias, Dios mío,
por todo lo que es Bueno, Amable y Hermoso”, mi corazón se regocija. Lo “Bueno”
es la seguridad de nuestro escondite, de mi salud intacta, de todo mi ser. Lo “Amable”
es Peter, es el despertar de una ternura que nosotros sentimos, sin osar
todavía, ni el uno ni el otro, nombrarla o tan siquiera rozarla, pero que se
revelará: el amor, el porvenir, la felicidad. Lo “Hermoso” es el mundo, la
naturaleza, la belleza, y todo cuanto forma la belleza.
Yo no pienso
ya en la miseria, sino en la belleza que sobrevivirá. He ahí la gran diferencia
entre mamá y yo. Cuando se está desalentado y triste, ella aconseja:
-¡Pensemos
en las desgracias del mundo, y alegrémonos de estar al abrigo!
Y yo, por mi
parte, aconsejo:
-Sal, sal a
los campos, mira la naturaleza y el sol, ve hacia el aire libre y trata de
reencontrar la dicha en ti misma y en Dios. Piensa en la belleza que se
encuentra todavía en ti y alrededor de ti ¡Sé dichosa!
En mi opinión,
el consejo de mamá no conduce a nada, porque ¿Qué hay que hacer cuando uno se
encuentra en la desgracia? ¿No salir de ella? En tal caso, uno está perdido. En
cambio, juzgo que volviéndose hacia lo que es bello en la naturaleza, el sol,
la libertad, lo hermoso que hay en nosotros –nos sentimos enriquecidos. Al no
perder esto de vista, volvemos a contarnos en Dios, y el equilibrio retorna a
nosotros.
Aquel que es
feliz puede hacer dichosos a los demás. Quien no pierde ni el valor ni la confianza,
jamás perecerá por la miseria.
Tuya, Ana.
Miércoles,
29 de marzo de 1944
Querida
Kitty:
Anoche, en
la trasmisión de ultramar, el ministro Bolkestein dijo en su discurso que
después de la guerra se coleccionarían cartas y memorias concernientes a nuestra
época. Naturalmente, todo los ojos se volvieron hacia mí, mi Diario parecía
tomado de asalto. ¡Figúrate una novela sobre el Anexo publicada por mí! ¿Verdad
que sería interesante? (Sólo el título haría creer en una novela policial)
Pero hablemos
con seriedad. Diez años después de la guerra, seguramente causaría un extraño
efecto mi historia de ocho judíos en su escondite, su manera de vivir, de comer
y de hablar. Aunque de ello te haya dicho mucho, en realidad saber muy poco,
poquísimo.
¡Todas las
angustias que las mujeres durante los bombardeos sin tregua. El del domingo,
por ejemplo, cuando 350 aviones ingleses descargaron medio millón de kilos de bombas sobre Ijmuiden, haciendo retemblar las
casa como briznas de hierba en el viento. Además, el país está infestado por
toda clase de epidemias. Tú no sabes
nada de estas cosas, porque si quisiera contártelo todo en sus detalles, no
cesaría de escribir a lo largo del día. La gente forma fila para la menor de
sus compras, los médicos están imposibilitados de ir a ver a sus enfermos
cuando les roban su vehículo, y esto es lo corriente; el robo y las raterías
están a la orden del día, a tal punto que nos preguntamos cómo nuestros
holandeses han podido revelarse así de ladrones de la noche a la mañana.
Los
niños de ocho a once años rompen los vidrios de los escaparates y rapiñan lo
que encuentran a mano. Nadie se atreve ya a dejar su casa cinco minutos por
miedo de que sus bienes desaparezcan durante su ausencia. Cada día hay anuncios
ofreciendo recompensa por la devolución de máquinas de escribir robadas, alfombras
persas, relojes eléctricos, telas, etc. Los relojes eléctricos de las calles y
los teléfonos de las cabinas son desmontados hasta el último hilo. No tiene
nada de extraño que la población esté convulsionada: todos tienen hombre, y las
raciones de una semana no bastan siquiera para vivir dos días, excepto en
cuanto al sucedáneo de café. Ante las perspectivas del desembarco, envían a los
hombres a trabajar a Alemania. Los niños
están enfermos y mal nutridos, todo el mundo está mal calzado y mal vestido.
Unas medias
suelas cuestan 7,50 florines; la mayoría de los remendones no aceptan clientes,
a menos que esperen cuatro meses, al cabo de los cuales tu calzado puede
haberse perdido.
Una cosa apreciable
es el sabotaje contra las autoridades, que aumenta día tras día, a pesar de las
medidas cada vez más severas contra el pueblo, que no se contente con una alimentación
cada vez peor. Los servicios de racionamiento, la policía, los funcionarios o
bien se agrupan al lado de los ciudadanos para ayudarles, o bien actúan como
soplones y provocan sus arrestos. Afortunadamente, muy pocos neerlandeses están
situados de este lado.
Tuya, Ana.
l
EPÍLOGO
Aquí termina
el Diario de Ana Frank. El 4 de agosto de 1944, la Feld-Polizei hizo irrupción en
el Anexo. Todos sus habitantes, así como Kraler y Koopuis (los que los ayudaban
a mantenerse escondidos), fueron arrestados y enviados a campos de concentración.
La Gestapo
arrasó el Anexo, dejando por el suelo, revueltos, viejos libros, revistas y
periódicos, etc, entre los cuales Miep y Elli hallaron el Diario de Ana. Salvo
algunos párrafos que no ofrecen interés al público, el texto original es
publicado íntegramente.
De todos los
habitantes del Anexo, sólo el padre de Ana volvió. Kraler y Koopuis, que resistieron
a las privaciones de los campos holandeses, han regresado a sus hogares.
En marzo de
1945, Ana murió en el campo de concentración de Bergen-Belsen, dos meses antes
de la liberación de Holanda".
No hay comentarios:
Publicar un comentario