El asesino está suelto

por Poldy Bird,
escritora argentina (1941-2018)
        "Sucedió cerca de mi casa. Un barrio como muchos barrios. Una tarde a la hora de la siesta, con esa pesadez amarilla del suburbio, un auto que pasa, un chiquito que cruza la calle corriendo y después eso: la gente apiñándose alrededor del cuerpo exánime, tinto en sangre, exhalando el último suspiro. Alguien que pasa con una camioneta y lo lleva al hospital, los médicos moviendo la cabeza negativamente y el grito de una madre alzándose hasta el cielo como una puñalada que se clava en el costado de Dios. 
        El auto aquel no se detuvo.
        El auto aquel aceleró con el brío de un animal que huye de otra fiera más brava y siguió su camino. ¿Qué camino, hacia dónde, quién era el hombre que lo conducía? Unos dijeron “era un auto celeste”. Otros lo vieron verde claro. “El conductor tenía anteojos”. “No, no tenía anteojos”. 
        El conductor…
        Pero a las cuatro de la tarde Ricardo fue un ovillo de muerte y desesperanza, una sombra en el barrio, una rabia en el alma de todos. 
        Ricardito, dos años y medio que alcanzaron el picaporte de la puerta. Ricardito, un flequillo castaño llegándole a las pestañas, un pantaloncito breve dejando al descubierto dos piernas regordetas y sedosas. Ricardito…, y una pieza con su cuna, sus chiches, una sillita blanca, regalo de la abuela, una caja de cubos de colores, y su ropita mojada colgada en la terraza. Yo no conozco su rostro, señor asesino. Yo no lo he visto nunca. Usted arrolló a un niño y no se detuvo a socorrerlo. Quizá si lo hubiera hecho, el niño se hubiera salvado. Quizás…Tantas cosas, quizás. 
        El asesino está suelto por las calles de Buenos Aires. Con anteojos o sin ellos, en un auto celeste o verde o gris. Cumpliendo sus horarios, firmando sus planillas, marcando su tarjeta de entrada puntualmente, tomando su café en el bar de la esquina de la casa. 
        Al día siguiente habrá abierto el diario en la sección policial y habrá leído: “Un niño fue arrollado por un vehículo no identificado. Su conductor huyó…” y habrá respirado aliviado por no ver su nombre complicado en eso.
        Su nombre…
        El nombre que conocen sus amigos, sus parientes, sus compañeros de trabajo, la gente que lo ha tratado alguna vez.
        El niño ha muerto. 
        Su ropita mojada se estaba secando en la terraza. Hubo que recogerla después, hacerla un bollo, esconderla para que la madre no la viera. La camisetita, una remera rayada, un pantaloncito para todos los días…
        La ropa se estaba secando en la terraza y Ricardito dejaba quieto su flequillo para siempre. No más colchón al sol porque de noche se hizo pis en la cuna. No más puré bien pisado, en el plato decorado con enanitos verdes. No más “Nene, dejá eso que lo vas a romper”. “Salí de ahí, no toques los enchufes”. “No te pares sobre el sillón de pana. “Ahora a hacer nonito porque afuera está oscuro y todos los nenes están haciendo nono”. 
        No más “abrace a su mamita, ¿a ver cuánto la quiere?”. 
        No más “llegó papá…, andá a mostrarle la pelota que te trajo la tía”. 
        La ropita se estaba secando en la terraza y el asesino corría con su auto y con su cara de hombre como todos los hombres, y con su traje de confección y con una voz diciéndole desde su egoísmo: “Mejor no te metás, esto trae cola…, es un asunto feo”. 
        Las vecinas guardaron todos los juguetes, se llevaron la cuna, dejaron la habitación pelada para que la madre no se desespere tanto. El padre juró que si alguna vez llegaba a saber quién era el hombre lo mataría, aunque tuviera que pudrirse en la cárcel. Pero los dos siguen buscando a Ricardito en los rincones. A cada rato les parece oír su llanto, o su risa, o sus pasitos… chac chac chac, y la pelota rebotando en el piso, y…
        Sé que van a mudarse en estos días, no aguantan más la casa sin el chico. Se han ido consumiendo como velas prendidas y todavía el horror no se borró de sus ojos. Ni el horror ni las lágrimas.
        Y todavía tienen el grito pronto en la garganta. Un grito agudo, un grito que los ahoga, que los está matando poco a poco.
        El asesino está suelto por la calle. 
        Con el remordimiento royéndole las tripas como una rata hambrienta. Pero sin hacer nada. Ya no puede hacer nada. Ya no puede presentarse, acusarse, dar su nombre, su cara. 
        Vivirá hasta el final de sus días con un aguijón en el estómago y un ladrido de perro-madre-mundo aturdiéndole la mente con su son: a-se-si-no.
        El asesino está suelto por la calle. Viste de gris, de azul, de marrón. Viste de hombre. Parece un hombre. Y con esa misma apariencia de hombre…, ¡oh Dios! habla, fuma, besa a su mujer y acaricia la cabeza de sus hijos. ¡Con esas manos, Dios, con esas manos!
        Y la ropita se estaba secando en la terraza…"
Poldy Bird,
"El asesino está suelto",
del libro "La nostalgia y nuevos
cuentos para Verónica",
Círculo de Lectores,
Ediciones Orión,
año 1977. 
Biografía de Poldy Bird 
Poldy Bird (Paraná, 16 de diciembre de 1941-Buenos Aires, 1 de junio de 2018) fue una poeta y escritora argentina.
Nacida en Paraná, provincia de Entre Ríos, llevaba el mismo nombre de pila que su madre, Leopoldina Emilia Lichtschein Laferriere de Bird Mosconi, quien también fuera escritora.​ Su padre fue Enrique Bird Mosconi (sobrino del General Mosconi). Cuando tenía 45 días de edad su familia se mudó a Buenos Aires. Quedó huérfana de madre a los 8 años.
Con 16 años publicó un poema en el diario La Prensa, y otras colaboraciones en revistas como Maribel o Vosotras. Puesto que su padre era militar, su familia se estableció en Monte Caseros (Corrientes) por cuatro años durante el periodo de su escuela secundaria.
Se casó con Martín Renaud, a quien había conocido a los 17 años, y a los 20 tuvo su primera hija, Verónica. Allí comenzó a escribir la obra que la hiciera famosa, su libro "Cuentos para Verónica", que se editó en 1969, y se convirtió en un éxito. En 1971 publicó "Cuentos para leer sin rímmel". Entre estos dos libros se vendieron, a los largo de los años y las sucesivas ediciones, aproximadamente 3.600.000 ejemplares.
En 1975 dejó de trabajar como directora de la revista Vosotras y se dedicó junto a su marido a la creación de una editorial. Así nacería Orión, donde se publicaron sus libros y también otros escritores conocidos como Katherine Mansfield, Arnaldo Rascovsky, Antonio Di Benedetto y Silvina Ocampo. En 1977 su marido falleció de un infarto.
En 1980 el cuento "Mamá de niebla" fue llevado al cine con el título "Días de ilusión", película dirigida por Fernando Ayala y protagonizada por Andrea del Boca.​
En 2001 cerró la editorial debido a la crisis económica. El 25 de octubre de 2008 falleció su hija, Verónica Renaud, de un ataque cerebral.
Falleció por un problema respiratorio en el Hospital Ramos Mejía el 1 de junio de 2018 a los 76 años.
Fuente: Del sitio Wikipedia - Poldy Bird.
https://es.wikipedia.org/wiki/Poldy_Bird

La foto de la autora pertenece al sitio Facebook/Poldy Bird.
https://www.facebook.com/poldy.bird?__tn__=%2CdC-R-R&eid=ARCzJmL52ABTXV2m0SsQL7ghdwqXjP0lRbyCSanjOjdaufGFgwIwZtSeiJhk46KIyKK8ubRkKyKEI9Wm&hc_ref=ARSYNcXUt75RER81o96BbUlrNEc8_vVKz3TLGwMiBQanFOmklO4BYSL3k3nSVDoAAn0&fref=nf

La imagen de portada pertenece a la artista plástica e ilustradora Aniko Szabó, quien fuera gran amiga de Poldy Bird. La colorida imagen representa las casas de barrio de Buenos Aires, y fue publicada en la Revista Vosotras en el año 1974. Aniko tiene un blog donde se encuentran algunas de sus maravillosas obras. Ambas dos, Poldy y Aniko, están profundamente instaladas en el corazón de los lectores argentinos.
Fuente: Del sitio de Facebook/Aniko Szabó.
http://anikoszabo.com.ar/galerias/ilustraciones-con-marcadores/#&gid=1&pid=19

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