Dios

por Susana March,
poetisa barcelonesa (1915-1990) 
Siento cómo me yergo sobre mí misma a veces…
Resplandecientes mundos,
estrellas, soles, nimbos
de raros resplandores
me circundan, me envuelven. 
¡Y Dios está conmigo!
Es Dios, grande, terrible, severo en mi torpeza,
en mi terrestre angustia;
es Dios en su primera delicada sonrisa,
como una verde brizna
de hierba que naciera dulcemente en mi pecho.
Es Dios en toda cosa,
en todo lo que miro;
en la pulida yema
de mis ávidos dedos,
en el aire que pasa, 
en el mar que se agita
-verde lomo de un monstruo conquistado y doliente-.
Es Dios en los amigos
y en los seres remotos que no conozco y amo…
En todo lo inmutable, lo gigantesco, en todo
lo que es pequeño y arde en la quietud del mundo.
Oh, Dios cómo me pesas
tan grande, tan perfecto, 
gravitando inmortal sobre mi barro,
sobre el torpe andamiaje de mi humana flaqueza!
Oh, Señor, cómo ansío
conquistar tu ternura,
tu fragancia de hermano, 
retornar a las verdes florestas donde moras,
a los bosques tranquilos donde se escucha el agua
palpitar dulcemente
con un latir amigo!
Estas duras cadenas,
estos grilletes duros,
todo lo que me esposa, todo lo que me ata, 
a veces se transforma
en un roce suave
cual si un ángel viniera a acariciar mi espíritu. 
Y adoro mi atadura,
mi esclavitud adoro
y pienso que hasta puedo
adorar mi terrible y humana servidumbre
cuando siento que tú pasas despacio
rozando toda cosa
con tu mano inefable
y te inclinas paciente sobre la flor que agita
su encendida corola,
sobre el niño que sufre,
sobre el pájaro triste que se quebró las alas;
y das luz a los míseros gusanos
y esperanza a los seres que lo perdieron todo
y se aferran tenaces
a las migajas de su propia vida…
¡Señor! de Tí he nacido;
Tú me diste la forma
y el ciego y torvo impulso
y la razón que todo lo amordaza.
Si a veces me hundo en simas pavorosas,
si a veces casi logro aprisionar la estrella, 
siempre soy YO y escucho tu cálido mandato,
tu súplica implacable: "No te detengas. ¡Sigue!"
Yo te obedezco. Y sigo. Me ensancho, estallo, cumplo,
me deshago en el polvo,
renazco en la semilla,
alumbro con la llama,
me pudro con la hierba,
grito con el chillido de los pájaros,
me quejo con la rama que se rompe
y lloro en soledad, sola contigo...
¡Sola contigo, oh, Dios, 
eternamente! 
Susana March
“Los mejores versos”
Editorial Nuestra América
Poetas de Ayer y de Hoy
Buenos Aires,
año 1957

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