Prólogo de una acción inolvidable

        Recordamos hoy con profunda emoción el primer prólogo que nos ha tocado escribir, el del libro del Doctor Jorge Gabriel Olarte, "El vuelo secreto de mi padre y el hundimiento del 'Admiral Graf Spee", del año 2014, donde el historiador cuenta la historia del inicio de la aviación en la localidad de Quilmes y su vuelo secreto, una "escapada", que resultó en las fotografías que sacó de la explosión y el hundimiento de tan hermoso barco alemán.
        Nos tocó a nosotros el preciado honor de participar de la presentación, con motivo del aniversario del suceso, un 18 de diciembre del año 1939 , y luego, de escribir el prólogo del libro, que se puede consultar en la página del sitio HISTARMAR, en el enlace que consignamos más abajo. Allí se podrá leer la historia completa, con toda la investigación que ha realizado el Doctor Olarte sobre el vuelo de su padre.
        Nosotros aportamos una humilde colaboración expresando nuestro sentir frente a tan magna tarea, no sólo contando lo que pasó, sino también reivindicando los ideales de las generaciones que nos precedieron, y que la Argentina aún tiene pendiente de valorar y convertirlos en rumbo para la Patria, tan sin norte.
        Agradecemos desde aquí la oportunidad de compartir con los lectores de este libro nuestros sentimientos más profundos, el más importante, la admiración, por el vuelo del padre y por la obra del hijo.
        Y en esta relación se da un legado, de padre a hijo. Y si ese legado no muere, nadie morirá.
        Lo aseguramos.
Admiral Graf Spee, joya de la marina alemana 
"PROLOGO
“Que el hombre contemple, por lo tanto, la naturaleza entera de su alta y plena majestad; 
que aleje su vista de los bajos objetos que le rodean.
Que mire esa brillante luz puesta como una lámpara eterna para iluminar el Universo; que la
tierra le parezca un punto comparada con la extensa órbita que describe 
y que se asombre al ver que esta vasta órbita ella misma no es más que un punto muy fino 
al lado del que los astros
que ruedan por el firmamento abarcan.
Que el hombre viviendo así considere lo que él es en comparación de lo que es; 
que se mire como perdido en esta esquina extraviada de la naturaleza, 
y que desde este pequeño calabozo
donde se halla alojado 
- como yo entiendo el Universo - aprenda a estimar la tierra, los reinos,
las ciudades y a sí mismo en su justo valor.
¿Qué es el hombre en el infinito?”
Blas Pascal
“Pensamientos”
        ¿Cómo definimos a un hombre, entendiendo que hablamos también de una mujer?.
        ¿Qué define a una persona?
        ¿Su historia, sus antecedentes, sus parentescos, su árbol genealógico, su currículum?
        Quizá. Es una de las formas de conocer a un hombre.
        Podríamos también conocerlo por la descripción que podemos hacer de él, física y moralmente.
        Incluso su fama, si la tiene, nos permitiría conocerlo, o al menos, saber por qué es famoso; que
ha hecho para merecer tal fama.
        Pero quizá, alguna vez, deberíamos preguntarnos por los sueños del hombre, para conocerlo
bien.
        Deberíamos tratar de profundizar en sus ideales, en las utopías que tiene como persona, como
ser humano mortal que camina por esta tierra que tantos disgustos y tantos placeres (ambos) le
tiene reservados.
        Sus ideales nos dirán más de él mismo, que lo que escuchemos de su boca, porque sus ideales
hablan de algo que muchos se han empeñado en derrotar, destronar, destruir.
        También a un país deberíamos conocerlo por sus ideales.
        Sus ideales, si los tiene, nos hablarían mucho de su gente y, esos ideales existen porque existe el
ansia de trascendencia.
        Quizá no todos los seres humanos que viajan en esta nave planetaria quieran trascender.
        Probablemente todos no, algunos porque no puedan o no sepan o no se hayan dado cuenta que
ese anhelo, ese suspiro que se escapa de sus bocas, en realidad, se escapa de sus almas.
         Es el ansia de trascendencia, que a veces asoma, incluso en aquellos en que pensamos en que
no asomará.
        Sí, asoma. Un día de lluvia, o quizá un día de sol. Un momento en la vida. Una triste canción.
        El recuerdo del ser amado que no está, las imágenes de nuestros hijos cuando eran pequeños.
        Un concierto al que asistimos para que llene nuestra alma, a pesar de todos los que se han
empeñado en decirnos que el alma no existe.
        Porque llenar nuestra alma es una de las formas del ansia de trascendencia.
        Y queremos trascender cuando queremos ir más allá de lo que sabemos, conocemos o amamos.
        Quizá, si no quisiéramos trascender, podríamos habernos quedado viviendo en los árboles, o en
las cuevas.
        Pero nunca fue así. Nunca lo será.
        Andaremos y andaremos y al final, llegaremos a la Luna, o quizá llegaremos a Marte.
        Y todos sabemos que allí en Marte nadie nos detendrá. Seguiremos adelante.
        Es el ansia de trascender lo que vivimos, es esas ganas de ir “un poco más allá”.
        Hay quien se confunde y piensa que aquel que quiere trascender es alguien que “niega la
realidad” o, como dice el vulgo, “vive en las nubes”, o “en la nube de Valencia”, pobre
Valencia, qué culpa tiene. Se equivocan.
        Quien niega la realidad, quien oculta los problemas para negarlos, no quiere trascender.
        Quiere evadir sus problemas como quiere llenar su alma con equivocaciones, con ambiciones o
codicias.
        Tiene un problema, como tenemos todos, que es el de nacer sabiendo que va a morir. Es la ley
del Hombre. Nace para morir.
        Y por eso está obligado a hacer algo, “algo”, con su tiempo, con su alma y con su vida.
        Pero su miedo, su profundo miedo a la vida, su enorme miedo a la muerte, su imposibilidad de
trascender, se oculta detrás de pantallas que incluyen la soberbia, la codicia, el deseo de poder,
el ansia de dominar a los demás.
        Pero aquel que quiere trascender, en forma verdadera, no necesita ocultarse de nadie.
        No usa máscaras, no las necesita.
        Se arregla con poco y vive soñando trascender en la mejor forma que el mismo ser humano ha
inventado para derrotar la muerte: mediante sus actos, mediante sus sueños.
        Consciente de su muerte segura, que sabe le llegará, sufre porque está completamente inerme
frente a la idea de que no sabe cuándo eso sucederá.
        Pero aquel que quiere trascender, y que por lo tanto conoce esa angustia, sabe que sólo con la fe
como motor, llenando la vida de buenos actos, cubriéndola de afectos, puede salirse de este
brete.
        El dominador, el ambicioso, no puede salir del laberinto.
        Ni siquiera por arriba, porque no puede levantar la cabeza de las cosas de este mundo.
        Y si no puede levantar la cabeza de lo material, les juro, jamás encontrará las señales que le
indican la salida.
        El que trasciende verdaderamente, sí las encuentra, y las sigue.
        El que quiere trascender, sabe que vive para sí y para los demás.
        Y que el día que llegue la muerte (con minúscula, porque no le tenemos miedo, porque no tiene
más entidad de la que tiene) tendrá un montón de cosas por dejar, ya que tuvo tantas cosas por
vivir, por hacer y por decir.
        Sabe que para salir hay que elevar la mirada, hay que ver más allá. Y que así podrá encontrar
esa ventana que lo sacará de su angustia, que no es más que el estar encerrado en sí mismo
esperando esa muerte que no llega. Y que nos da una vida de muerte.
        El que sabe vivir, sabrá encontrar la puntita del arco iris.
        Y viene a cuento esta reflexión con motivo del libro del Doctor Jorge Gabriel Olarte, que nos
cuenta una historia de hombres y mujeres que no temen a la muerte, porque tienen muchos
sueños para llenar sus horas.
        Esos sueños incluyen, en algunos casos, volar, como es el caso del padre del Doctor Jorge, de
“Miguelito”, siempre acompañado por su novia Enriqueta.
        En otros casos, defender a su patria y a su barco, como el caso del Capitán Langsdorff.
El Capitán Hans Langsdorff, quien se suicidó para seguir el derrotero
del buque que había hundido previamente
        Otros piensan poner un cine en la ribera de Quilmes.
        Otros, una cervecería.
        Mujeres que quieren volar, y acompañan a sus novios y esposos, y seguro comentarán lo que
ellos hacen mientras preparan sabrosas empanadas con las que harán un festejo inolvidable.
        Muchos, muchos hombres y mujeres que viven y sueñan.
        Y a veces, como el caso del Capitán Hans Langsdorff, también mueren.
        Pero nunca, nunca, sin un porqué.
        Hermosa obra la del doctor Jorge Gabriel Olarte, tan sentida.
        Reúne tanto lo técnico como lo humano.
        En lo técnico, está bien fundamentado, denota un intenso trabajo de investigación, un gran
profesionalismo, una dedicación verdadera.
        Un sueño, compartido con sus padres, de dar de sí, de dar lo mejor de sí.
        De contar la historia de estos hombres y mujeres que no se conformaron con “hacer lo que se
les pedía”, sino que hicieron más.
        Y ese “más”, lo hicieron siguiendo un sueño, lo hicieron por ansias de trascendencia.
        De darle a la vida un sentido humano, una búsqueda, un impulso que nos lleve más allá.
        En lo humano, hay anécdotas reideras, hay cuestiones “de novios” que nos harán sentir
partícipes de estas aventuras, hay un subir al Aconcagua arriesgándolo todo en una pareja amiga,
hay un cadáver que hay que bajar del hielo porque se murió sin darse cuenta que moría, porque
no le importaba morir.
        Porque como dice el dicho, la muerte lo encontró tan vivo que dudó en llevárselo.
        Eso es trascender.
        Y cómo no trascender volando, si volar es trascender. Es dejar la tierra segura, con todas las
personas que amamos, para subir a un avión y en un acto de inmenso arrojo, fotografiar el
hundimiento de un barco como el “Admiral Graf Spee”.
        Es más, subirse al avión sin pensarlo siquiera, subirse porque los sueños nos dan alas en los pies
y salir manejando un avión que sobrevuele una zona de guerra, y traer al regreso las fotos y la
gloria.
        Por eso, la hazaña de “Miguelito”, de Miguel Olarte, de Miguel el padre de Jorge Gabriel que
escribió la historia para que la conozcamos todos, del Miguel que una señorita como Enriqueta
“iba a matar si lo agarraba” por haberla dejado plantada en un festival tan importante, del Miguel
que hizo historia en el medio de la Historia, no se olvidará jamás.
        Es cierto.
        Quizá el Capitán Hans Langsdorff pase a la Historia con mayúsculas (continuando nuestro
recorrido lingüístico con las letras grandes y chicas), pero Miguel Olarte no quedará atrás.
        No puede.
        Lo impulsan los vientos que elevan sus alas, y lo llevan más allá. Lo llevan hasta un momento
histórico en medio de una guerra de la que no participa, y que hiciera decir al escritor quilmeño
Dino de Filippis, “…no es humano el que quiere la guerra, no merece habitar entre hombres
el que pudiendo evitar una masacre se ensimisma en sus caprichos y destruye vidas para
satisfacerlos”.
Vista del Graf Spee en llamas, desde un barco cercano 
        Una guerra que, como toda guerra, es, quizá, la suprema forma de dominación, la forma más
abyecta de la ambición, la síntesis perfecta entre el miedo supremo y la codicia suprema.
        La guerra, que enmarca toda esta historia, es la más horrenda forma de trascender, evitando por
siempre que otros trasciendan.
        De Filippis, en sintonía con lo que pensamos, sostiene también su propia guerra personal, y creo
que nos va dando pistas de por dónde entender algunas cosas: “…la guerra ataca en forma
directa al bienestar y a la cultura de los pueblos; nosotros cumpliendo con nuestro deber
nos ponemos en contra de la acción guerrera que impide en forma completa el desarrollo
en el mundo de las relaciones sociales, y de la cultura en general”.
        Cumplir con nuestro deber, es también una de las formas de seguir un sueño, un sueño ético, un
sueño de un mundo en donde haya cultura y no haya guerra.
        Donde lo humano triunfe definitivamente sobre lo que no lo es. Sobre lo que no deja trascender.
        En este libro, la guerra es el trasfondo. La muerte suprema. Pero es una muerte que no puede
con los sueños, porque son sueños de la gente. Seres que llegan de lugares tan distantes, y que
vinieron a encontrarse aquí nomás.
        Un poco como quizá le gustaría a Jorge Luis Borges, seres que están destinados a encontrarse a
pesar de tanta bala y tanta sangre. Seres vivos, tan llenos de ideales, como Miguel Olarte y como
el Capitán Hans Langsdorff.
        Por eso este libro recupera esta historia, y nos trae de vuelta a sus personajes, que son personas.
Personas humanas, mortales, que deciden seguir sus convicciones y las defenderán con sus
actos.
        Miguel Olarte sube al “Fleet 65” y galopa por el aire hasta llegar al “Admiral Graf Spee”.
Lleva, como único armamento, una cámara fotográfica Leika y cuatro tanques de gasolina extra
que le permitirán tratar de silbar, a la caída de la tarde, el viejo tema “Lilí Marleen”, que, al igual
que Enriqueta que aguarda en Quilmes, está esperando en algún lugar de Alemania.
        Muchos no volverán, para tristeza de Lilí Marleen. Es la guerra. La horrible guerra que todo lo que toca lo destruye.
        Por convicción, el intachable Capitán Hans Langsdorff, “un caballero del mar”, como lo define el autor de este libro, impide que el enemigo se quede con su nave y la hunde irremediablemente en el plateado río que nos convoca a argentinos y uruguayos, tan lejos de su hogar, tan cerca del corazón de sus hombres.
El Capitán Dove, de la Armada Británica, quien admiraba a su colega
Langsdorff y lo calificó "un caballero de los mares",
con una de las cintas marineras del Graf Spee 
        Se quita la vida pero para vivir para siempre en el recuerdo de los que lo respetaron y los que lo
admiraban, porque la vida vale tanto viva como cuando no lo está.
        Y siempre está viva cuando hay un porqué, cuando hay una convicción profunda del deseo de
servir a su patria y de saber que servir a la patria es también un ideal.
        Algunos otros personajes de la historia no dejan de impactarnos.
        Es el caso del Capitán Adolfo Carlos Camilo Udry, el brillante oficial argentino que descubrió el misterio de la “Máquina Enigma”, tal como Edipo de Tebas encontró la solución al problema de
la Esfinge.
        Y como tantos, se ve obligado a sufrir los embates de la vida política argentina, en un país
siempre pendiente de sus vaivenes, siempre a punto de remontar un vuelo muchas veces
prometido y tantas veces postergado, en una patria a la que hoy le faltan sueños y debiera
abrevar y conocer las virtudes de estos grandes hombres que intentaron trazar un camino para
los que vendrán. Y todavía no lo han logrado. El futuro de esos sueños aún se hace esperar.
        Mientras tanto, los que enseñan, los que acompañan, los que ayudan, los que sufren, las novias,
las esposas, sus hijos, como todos los hijos de esta patria, esperan y sueñan sueños que todavía
Argentina no cumplió.
        Y por eso algunos, como Dirck Wesels Van Leyden y Miguel Olarte, se fueron un día a “tomar
posesión” de un territorio que harían propio, por fuerza de la Ordenanza que los amparaba y de
un sueño que había que cumplir, a dos días de vencer y finalizar la única oportunidad que tenían.
Y sabedores de las vueltas y avances y retrocesos de las leyes en nuestra patria, tomaron la
posta y sentaron sus reales en Quilmes.
        Son los primeros, muchos otros pilotos los seguirán, los que la obra nombra, grandes seguidores
de sueños, desde el que enseñaba a volar (y nunca cobraba sus honorarios) hasta el que prendía
el bochón de estopa y kerosene para que los aviadores volvieran sanos y salvos en sus vuelos
nocturnos.
        Todos, los que cuidaban, los que alentaron, los que arrimaron leña para encender esta fogata que
era por aquel entonces la aviación, en una época en que todo estaba por hacerse.
        Y qué decir de Enriqueta, quien fuera novia de “Miguelito” y luego su esposa, cuánta paciencia, cuánta lealtad, cuánta firmeza frente al hombre que amaba y al cual apoyaba incondicionalmente.
        Esos valores, hay que decirlos, también se han perdido.
        Pero no será para siempre.
        Volverán.
        Pascal, el gran filósofo, el gran geómetra del Universo, el creyente eterno cuya alma se renueva
una y otra vez tanto con la ciencia como con la idea de Dios, Pascal, el soñador inmortal, nos pide
que hagamos una profunda reflexión: que el hombre “aprenda a estimar la tierra, los reinos,
las ciudades y a sí mismo en su justo valor”.
        El hombre aprenderá.
        Dejará la guerra, dejará la muerte, seguirá sus sueños, descubrirá a Dios en su corazón.
        Y estos valores, volverán.
        Y serán Amor, y serán Sueños, y serán Patria.
        Bienvenidos a la vida del alma, que nos trae hoy el Doctor Jorge Gabriel Olarte.
        Y bienvenidos a esta historia, que es la historia del hundimiento del “Admiral Graf Spee”, y la
historia de quienes remontaron vuelo más allá de aquello que vivimos todos los días.
        Trascender es ser mortal, saber que se es mortal, y pensar, como Pascal decía, que el hombre
era el único ser que podía tomar conciencia de sí y del Universo.
        Pero esta conciencia, a pesar de ser parte de un ser pequeño como el de cualquier mortal, nos
permite volar hasta el confín del Universo.
        Seguir los sueños es pensar en grande.
        Sólo pensando en grande, se es uno con el infinito".
Adriana Sylvia Narvaja
Periodista y Docente de Quilmes, con admiración

Se puede consultar el libro y sus hermosas fotos en el sitio digital de información histórica HISTARMAR:
http://www.histarmar.com.ar/Biblioteca/El%20Vuelo%20Secreto.pdf

Los motivos del Doctor Olarte
EL MOTIVO QUE ME LLEVO A ESCRIBIR ESTE LIBRO
“Vimos al acorazado alemán destrozado por una explosión desde la carlinga de nuestro
avión, a unos 600 metros de altura y a una milla de distancia de la nave.
Después de una de nuestras repetidas recorridas sobre el mar en busca de buques de
guerra británicos, acabamos de regresar hacia el sitio donde estaba el “Admiral Graf
Spee” y teníamos nuestra mirada fija sobre el buque de guerra cuando una enorme
llamarada roja surgió por su única chimenea y en seguida una columna de humo. No
pudimos oír la explosión porque el ruido de los motores del aeroplano lo impidieron.
Un instante antes habíamos mirado nuestro reloj y eran exactamente las 19.52…·
El sol comenzaba a ponerse en el horizonte cuando regresamos volviendo a pasar una
vez más sobre el Admiral Graf Spee.
El barco formaba un ángulo de unos 45 grados con nuestra línea de vuelo…”.1

        De su lectura se desprenden algunos datos datos sumamente interesantes.
        Primero que el bimotor en el que volaba Snipes al momento de la explosión estaba ubicado a
cuarenta y cinco grados del “Admiral Graf Spee” y esta foto, que inmortalizó ese momento, fue
sacada de frente, sobre las nubes.
        En segundo lugar que en ninguna parte de su relato Snipes reconoce haber sacado fotos de la
voladura de la nave de guerra alemana.
        Por lo tanto, cabe preguntarse…
        ¿Quién piloteaba ese segundo avión desde donde se obtuvieron las impactantes fotografías
aéreas y que “La Prensa” reprodujo al otro día de ese suceso?.
        La respuesta se encuentra en este libro.
        Transcurridos setenta y cinco años de ese acontecimiento histórico, considero que ya es tiempo
de dilucidar ese misterio y por esa razón, he decidido relatar la historia del vuelo secreto de
Miguel Olarte, mi padre, y el hundimiento del “Admiral Graf Spee”…"
Jorge Gabriel Olarte

1. Estas palabras pertenecen a la  nota “Un representante de la United Press voló sobre el “Admiral Graf Spee” en el momento de hundirse”, de Roscoe Snipes, publicada en “La Prensa” el lunes 18 de diciembre de 1939, quien sobrevoló la nave y también sacó fotos del hundimiento.

Invitación al Festival que se realizó el domingo 17 de diciembre en la Ribera de Quilmes, publicado en el Diario Crónica de Bernal 
Diario Crónica de Bernal (Quilmes)
Sábado 9 de diciembre de 1939 – Año XVIII – Nº 852 
Página siete

AERONÁUTICAS
Centro de Aviación Civil
Se preparan diversos actos con motivo de cumplirse el  XXº  Aniversario de la fundación del Centro de Aviación Civil que actualmente tiene su sede en Quilmes.
En el interesante programa, figuran algunas carreras de aviones y otras pruebas para el domingo 17 del corriente a las 16.
Luego, a las 20, se efectuará un reunión danzante en los salones de la Municipalidad de Quilmes. 
Las inscripciones deben efectuarse en el local de la Institución, Avenida de Mayo 953, Piso 1º. 

Cayó Viscarret en Bernal
Una caída forzosa debió efectuar el aviador Viscarret, instructor del Centro de Aviación Civil de Qulmes, el domingo último, en la Ribera de Bernal, siendo atendido por la estación sanitaria que tiene establecida en la Ribera el Hospital Vecinal de Bernal. 
Felizmente la caída no fue de consecuencias y las lesiones recibidas resultaron leves.

Las fotos del Graf Spee y su hundimiento pertenecen al sitio digital HISTARMAR.
http://www.histarmar.com.ar/InfHistorica/Graf%20Spee/GrafSpeeHistoria.htm

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