El diario de Adán y Eva, en la voz de Eva

por Mark Twain ,
escritor estadounidense 
         "Viernes. Martes…miércoles…jueves… y hoy… todo este tiempo sin verlo. Es mucho tiempo para estar sola; aun así, es mejor estar sola que no ser bienvenida.
        Tenía que tener compañía –fui hecha para eso, creo- así que hice amistad con los animales. Son encantadores y tienen la mejor predisposición y las costumbres más corteses; nunca parecen amargados, nunca te dejan sentir que estás entrometiéndote, sonríen y agitan la cola, si tienen una, y siempre están dispuestos a juguetear o ir de excursión o cualquier cosa que se les proponga. Creo que son perfectos caballeros. Todos estos días hemos pasado momentos tan buenos y no me he sentido sola nunca. ¡Sola! No, diría que no. Caramba, siempre hay un enjambre de ellos rodeándome –a veces cubren hasta cuatro o cinco acres-, es imposible contarlos; y cuando una se para en medio de una roca y mira sobre le extensión de pieles, se ve algo tan moteado, salpicado y alegre de color, resplandores juguetones, relámpagos de sol y tan rizado de rayas que una podría pensar que es un lago, aunque sabe que no lo es; y hay tormentas de pájaros sociables y huracanes de alas que giran; y cuando el sol golpea toda esa conmoción plumosa, surge de todos los colores en que puedas pensar una luz ardiente, que basta para encandilarte los ojos.
(…)
        Los pájaros y los animales son todos amistosos entre sí y no hay disputas acerca de nada. Todos hablan y todos me hablan, pero debe de ser un idioma extranjero porque no puedo distinguir  una palabra de lo que dicen; sin embargo, ellos con frecuencia me entienden cuando les contesto, en especial el perro y el elefante. Eso me avergüenza. Muestra que son más brillantes que yo y por lo tanto mis superiores. Eso me irrita, porque yo quiero ser el experimento principal y pretendo serlo, además.
         Ahora he aprendido una cantidad de cosas y soy educada, pero no era así al principio. Al principio, era ignorante. En aquel tiempo, solía fastidiarme porque, a pesar de toda mi vigilancia, nunca era lo bastante astuta como para estar allí cuando el agua corría colina arriba; pero ahora no me importa. He experimentado y ahora ya sé que nunca corre colina arriba, salvo en la oscuridad. Sé que lo hace en la oscuridad, porque la catarata nunca se seca, cosa que haría, desde luego, si el agua no volviera por la noche. Es mejor probar las cosas mediante el experimento real; porque de ese modo una puede saber, mientras que si una depende de adivinar, suponer y conjeturar, nunca llegaría a estar educada.
(…)
        Por miedo de los experimentos sé que la madera flota y las hojas secas y las plumas y muchas otras cosas más; en consecuencia, mediante toda esa evidencia acumulativa sé que una roca flotará; pero hay que conformarse con saberlo porque no hay modo de probarlo, al menos hasta ahora. 
(…)
        Al principio no podía distinguir para qué servía yo, pero ahora creo que es para averiguar los secretos de este mundo maravilloso y ser feliz y agradecer al Dador de todo por haberlo inventado. Creo que todavía hay muchas cosas por aprender: eso espero; y si economizo y no me apresuro demasiado creo que durará semanas y semanas. Eso espero. Cuando se arroja una pluma al viento desaparece de la vista; después se arroja tierra y no desaparece. Baja, todas las veces. Lo he probado y probado y siempre es así. Me pregunto por qué. Caer al suelo no cae, pero ¿por qué parece hacerlo? Supongo que es una ilusión óptica. Quiero decir, una de ellas lo es. No sé cuál. Puede ser la pluma, puede ser la tierra; no puedo probar cuál es, sólo puedo demostrar que una u otra es un fraude y dejar que alguien decida.
        Observando, sé que las estrellas no van a durar. He visto algunas de las mejores fundirse y bajar por el cielo. Si una puede derretirse, pueden derretirse todas; si todas pueden derretirse, pueden derretirse la misma noche. Esa pena llegará: lo sé. Tengo la intención de sentarme todas las noches y mirarlas todo lo que pueda quedarme despierta; y dejaré impresos esos campos centelleantes en mi memoria, para que pronto, cuando sean llevados, pueda devolver con mi fantasía esas miradas encantadoras al cielo negro y hacerlas brillar otra vez y duplicarlas con el velo de mis lágrimas".
Después de la caída 
        "Cuando pienso en el pasado, el Jardín me parece un sueño. Era hermoso, de una belleza insuperable, encantadora; y ahora está perdido y no volveré a verlo.
        El Jardín está perdido, pero lo encontré a él y estoy contenta. Me ama tanto como puede; yo lo amo con todo el vigor de mi naturaleza apasionada y esto, creo, es lo propio de mi edad y mi sexo. Si me pregunto por qué lo amo, descubro que no lo sé y no me importa realmente saberlo; así que supongo que este tipo de amor no es producto del razonamiento y las estadísticas, como el amor que se siente por otros reptiles y animales. Creo que esto debe ser así. Amo a ciertos pájaros por cómo cantan; pero no amo a Adán por cómo canta: no, no es eso; cuanto más canta más lejos me siento de estar reconciliada con su canto. Sin embargo, le pido que cante, porque deseo aprender a gustar de todo lo que le interese. Estoy segura de que puedo aprender, porque al principio no podía soportarlo, pero ahora puedo. Es capaz de cortar la leche, pero no importa; puedo acostumbrarme a la leche cortada. 
        No es por su inteligencia que lo amo: no, no es eso. No hay que culparlo por su brillantez, tal como es, porque él no se hizo a sí mismo; es como Dios lo hizo y eso basta. Había un propósito sabio en ello, eso lo sé. Con el tiempo se irá desarrollando, aunque creo que el cambio no será brusco; y, además, no hay apuro; él está bastante bien como es. 
        No es por sus modales graciosos y considerados y por su delicadeza que lo amo. No, tiene fallas en ese sentido, pero está bastante bien así y va mejorando.
        No es por habilidad manual que lo amo: no, no es eso. Creo que la tiene y no sé por qué me la oculta. Es mi único dolor. Por lo demás, ahora, es franco y abierto conmigo. Estoy segura de que no me oculta nada sino esto. Me apena que deba tener un secreto para conmigo y a veces me quita el sueño pensar en eso, pero estoy resuelta a olvidarme de eso; no va a turbar mi felicidad, que por lo demás es plena, casi desbordante.
        No es por su educación que lo amo: no, no es eso. Es autodidacta y realmente sabe muchas cosas, pero no son esas.
        No es por su caballerosidad que lo amo: no, no es eso. Me ha lastimado, pero no lo culpo. Es una peculiaridad del sexo, creo, y él no hizo su sexo. Por supuesto que yo no lo hubiese lastimado, antes muerta; pero esa es también una peculiaridad de mi sexo y no me jacto de ella, porque yo no hice mi sexo.
        ¿Entonces por qué es que lo amo? Sencillamente porque es masculino, creo.
        En el fondo es bueno y lo amo por eso, pero podría amarlo sin eso. Si me golpeara y abusara de mí, seguiría amándolo. Lo sé. Es una cuestión de sexo, creo.
        Es fuerte y apuesto, lo amo por eso, lo admiro y estoy orgullosa de él, pero podría amarlo sin esas cualidades. Si fuera sencillo, lo amaría; si fuera una ruina, lo amaría; y trabajaría para él y me esclavizaría por él y rezaría por él y estaría junto a su lecho hasta que me muera.
        Sí, creo que lo amo simplemente porque es mío y es masculino. No hay otro motivo, creo. Así que creo que es como dije al principio: que esta clase de amor no es producto de la razón y la estadística. Sólo llega –nadie sabe de dónde- y no se puede explicar. Ni lo necesita.
        Es lo que pienso. Pero soy sólo una muchacha y la primera que examina este asunto, puede resultar que en mi ignorancia y falta de experiencia no lo haya hecho bien". 
Mark Twain,
"El diario de Adán y Eva", 
Colección Grandes Lecturas,
Salim Ediciones, 
tercera edición,
Buenos Aires, 
año 2014

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