Autoestima: sistema inmunológico imprescindible

        En los últimos años el concepto de autoestima ha sido sometido a  un abordaje  múltiple por varias disciplinas.  La  autoestima  no  señala  un  núcleo  estable.  Está  sujeta  a  un  constante proceso de cambio y transformación. La  autoestima  desempeña  la  función de    termostato   emocional     modulando    el impacto de las  emociones negativas, evitando que   se extiendan   al   resto   de   la   vida.   
        Se manifiesta  a  través  de  las  emociones,  de  los pensamientos  y  la  acción,  influye  en nuestras relaciones  sociales  y  proyectos.  Nadie  carece de  ideas  acerca  de  sí  mismo  y  de  su valor.  Y estas  ideas  influyen  en  nuestras  acciones  y sentimientos.  Se  nutre  también  de  los signos de    reconocimiento social,    así    como    por nuestros    logros    y    acciones    consideradas exitosas.   También   de   nuestros   vínculos   y proyectos. La autoestima facilita la acción: la acción alienta, modela y construye la autoestima. 
        La  autoestima  actúa  como el  sistema  inmunológico  del  psiquismo, proporcionándonos resistencia, fortaleza y capacidad de recuperación. Una baja autoestima nos torna vulnerables ante los problemas  de  la  vida.  Si  no  creemos  en  nosotros  mismos,  en nuestra  eficacia,  ni  en nuestra capacidad de ser amados, el mundo es un lugar aterrador. 
La  autoestima  es  una  experiencia  íntima:  es  lo  que  pienso  y  lo  que  siento  sobre  mí mismo, no lo que piensa o siente alguna otra persona acerca de  mí. Mi familia,  mi pareja y  mis amigos  pueden  amarme,  y  aun  así  puede  que  yo  no  me  ame.  Mis  compañeros  de  trabajo pueden  admirarme  y  aun  así  yo  me  veo  como  alguien  insignificante.  Puedo  proyectar  una imagen  de  seguridad  y  aplomo  que  “engañe”  a  todo  el  mundo  y  aun  así  temblar  por  mis sentimientos de insuficiencia. Puedo satisfacer las expectativas  de otros y aun así  fracasar en mi propia  vida.  Puedo  ganar  todos  los  honores  y  aun  así  sentir  que  no  he  conseguido  nada. Millones  de  personas  pueden  admirarme  y  aun  así  me  levanto  cada mañana  con  un  doloroso sentimiento  de  fraude  y  un  vacío  interno.  Pensemos en los “ricos y famosos” que no pueden pasar un día sin drogas.
Conseguir  el  éxito  sin  lograr  primero  una  autoestima  equilibrada  es  condenarse  a sentirse como un impostor y a sufrir esperando  que la verdad salga a la luz. De  dos  modos se obtiene el reconocimiento: por conformidad (ser como los demás) o por distinción (ser distinto y hacer que los  demás valoren esa diferencia).  Ser como los demás representa una garantía de aceptación  social.  Buscar  el  reconocimiento  por  distinción  es  más  frecuente  en adolescentes, porque les  sirve para afirmarse en  su  autoestima  e identidad. Hay adultos que también  tienen un reconocimiento por distinción. Quizá porque siguen conservando la frescura juvenil. 
La  admiración  de  los  demás  no  crea  nuestra  autoestima,  ni  tampoco  la  erudición,  o  la maternidad, ni las posesiones materiales, las conquistas sexuales o la cirugía estética. A veces, estas cosas  pueden  ayudarnos  a  sentirnos  mejor  con  nosotros  mismos  o  a  sentirnos  más cómodos en situaciones concretas. Pero la comodidad no es autoestima. La “zona de confort” genera solo estabilidad.
Estos  breves  párrafos  resumen ideas  presentes  en “Autoestima  e  identidad” (Editorial Fondo de Cultura Económica, 2011)  y “Las  encrucijadas  actuales  del psicoanálisis” (Editorial Fondo de Cultura Económica,  2013), de Luis Hornstein
Fuente: Fundacion de Estudios Psicoanalíticos FUNDEP , compartido el 4 de diciembre de 2014 

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