Pequeños gigantes se nos trepan al corazón

“Cada niño nace distinto de los demás, 
tiene su propio ritmo de crecimiento y su desarrollo 
le causa dolores y conflictos distintos. 
Pero estoy convencida de que estos complejos 
y fascinantes  procesos no escapan  al alcance de los maestros”
Anna Freud
“Psicoanálisis del jardín de infantes
y la educación del niño”
        Cuando un niño juega, crea un mundo. A la manera de un demiurgo*, o de un dios, un niño puede, con un palo de escoba, con un cajón de madera, con una pelota, crear un universo con reglas propias que lo son todo para él. Y si entendemos esta verdad como tal, sabremos respetar este juego.
        Cuando tres niños juegan, hay que combinar tres universos diferentes, lo que no es fácil. Pero rápidamente los más pequeños se las ingenian para inventar reglas que los incluyan a todos, o bien, cambiar de juego. Un niño sabe que un partido de fútbol se puede jugar entre dos equipos de cinco jugadores, o dos equipos de veinte, es lo mismo. Sabe dónde ubicar a cada uno y los conflictos se resuelven generalmente por las buenas (es raro que lleguen a resolverlos por las malas, son sabios hasta en esos temas).
        Los niños saben todo aquello que los adultos ya se olvidaron. Baste recordar al libro que está entre los más vendidos en el mundo, “El Principito”, en donde este reyecito viaja por planetas donde las reglas son de ese planeta y nada más, es cosa de aceptarlas. Distintos planetas tienen distintas reglas, aceptarlas no es lo peor.  Lo peor de todo es perder esa esencia de niño que sabe que lo que ha dibujado no es un sombrero, y no hay nadie que pueda hacerle creer lo contrario.
Mariano, Sol y Fátima en pleno estreno de "Pequeños Gigantes"
        Valga esta introducción para hablar de una obra de niños pero no para niños, sino para toda la familia, para que la vea la familia en conjunto, como es “Pequeños Gigantes”, primera puesta del año del Director Aníbal Dinaro en el Teatro Don Bosco de Bernal. En ella, tres niños, Manuel, Lucy y Turu juegan, se incluyen, se excluyen, cambian de parecer, opinan, se ríen, y mientras tanto… van contando verdades, porque para el niño, su juego ES la verdad. Y su mundo es todo el mundo, y en él están sus padres y sus abuelos como las personas más valiosas.
        Y así nos van poniendo en palabras sus dudas, sus temores, sus conflictos, sus eternos pedidos de atención a los padres, que “siempre están ocupados”, que vuelcan sobre ellos sus expectativas, incluso si el mismo niño tiene intención de vivir su vida a su manera. Y tiene derecho de hacerlo. Claro, hay que ver si los padres lo entienden así.
        Con soltura, con imaginación, con simpatía, los tres chicos se desenvuelven perfectamente sobre el escenario. “El gran Manuel”, que todo quiere saber y aspira a explicar, está en la piel de Mariano Álvarez. “La firme Lucy”, tan dulce, la hallaremos en la de Sol Frattura. Y finalmente, “La pequeña Turu”, tan tierna, estará en la de Fátima Salgado.
        Y con la Dirección excelente de Dinaro, ocuparán todo el espacio escénico, arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda. Realizan un despliegue tan amplio en el escenario, tan correcto de toda la escenografía, que bien vale una felicitación. Los chicos, como chicos que son, saltan, corren, juegan, se sientan, se desplazan, hacen rondas, en fin, no dejan decaer la atención en toda la obra, que no tiene fisuras. Es dinámica y completa, y muestra una tarea de equipo que acompaña la labor de los actores.
        Este equipo se completa con el Vestuario de Ali Damiani, la Modista Nora Amarillo, la Realización de Objetos de Carolina Rivainera, la Fotografía de Florencia Hinojosa. Sumamos también la Escenografía del Director Dinaro junto a Sergio Rey, la Asistencia Técnica de Ramiro Mesa y la Asistencia de Dirección de Carolina Rivainera, también en este rubro. Hay un agradecimiento especial para Sergio Rey y para Brenda Rusconi, por el apoyo constante.
        Lo mejor, sin dudas, es la música, acertada, cambiante, música que va marcando los tiempos de estos juegos que no son simplemente juegos, son relaciones entre ellos, son hilos entre los tres, donde se van hilando las verdades, sin críticas, sin juzgamientos. Simplemente, es la vida, y como va la vida, va la música, que es música original de Ezequiel Occhiuzzi.
        Las canciones son de Mariano Álvarez y resumiendo todo este trabajo, el Libro, la Puesta en Escena y Dirección están a cargo, como ya dijimos de Aníbal Dinaro, a quien vimos actuar en otras oportunidades con solvencia y profesionalismo. Claro, el tiempo pasó, y ahora tenemos a su familia en pleno, a la hermosa Ali y a la pequeña Nina Dinaro Damiani, cuya presencia engalanó la sala y disfrutamos tanto. Nina, la más pequeña de la compañía, también será una Pequeña Gigante como estos niños, y seguramente tendrá, muy pronto, mucho que contar y nos enternecerá.
Los tres jóvenes actores con el gran Director Aníbal Dinaro 
        Y mientras los otros Pequeños Gigantes juegan a la escondida, Manuel, oculto tras sus anteojos intenta parecer serio y saber de todo. Las chicas se esconden, y nos enteramos que una de ellas tiene miedo de  estar sola. Pero Manuel no está libre de problemas, habla permanentemente con su padre que está en el Cielo, y se repite a sí mismo lo que quizá le cuesta sentir, pero se obliga a sentir: “Fui hecho para ganar”. Y si no gana, se reprocha: “Soy un torpe”. Incluso llega a tener conversaciones de padre a hijo que serían la envidia de la Psicoterapia Transaccional. Pero le cuesta ponerse de acuerdo consigo mismo, y su timidez está a la vista.
        Por eso explica y explica, quizá para sentirse más seguro. Explica la Rayuela, “que es un libro de Cortázar”, y explica el juego que tantos chicos jugaron marcando en el suelo el Cielo y el Infierno: “Entre la Tierra y el Cielo no hay separaciones ni fronteras ni descanso”. Pero las burlas entre ellos no tardan en llegar, las chicas también tienen sus inseguridades. Y la permanente, eterna consigna, de “no ensuciar la ropa”, como si los niños no tuvieran la cuasi-obligación de ensuciarla por derecho.
        Pero claro, “los adultos no ven lo que no quieren ver”, dicen, y razón no les falta. Lucy afirma que le cuesta hablar con sus padres, “porque ellos quieren que sea alguien”, como si ya no lo fuera, como una materia que hay que aprobar para ser adulto. Por eso hablan los cajones, que imitan a los padres, y los mismos cajones deberán comprender que “lo importante es lo de adentro, lo otro es superficial, es efímero”. Algo así como lo decía ese reyecito de cabellos rubios del que hablábamos al principio…
Saludo final y aplausos
        Pero para que los padres entiendan, deben salir de su eterno “ahora no, más tarde” que de tan tarde no llega nunca. En cambio los chicos sí la tienen clara: “yo, cuando me divierto, me divierto, y cuando juego, me emociono, crezco, hago amigos…¡amigos de verdad!".
        Por eso, toda la obra es de una riqueza enorme. Y el final, muy hermoso, a toda canción con el marinero que nos hizo emocionar:
“No quiero llegar primero,
sólo quiero navegar,
y salir a  buscar
sin saber qué encontrar
remando donde sea
yo me voy a navegar”
        Bien por ellos. A ver si los padres lo entendemos de una buena vez…
Director y Actores junto a la periodista Adriana Sylvia Narvaja
*demiurgo: en la filosofía platónica y gnóstica, artífice o alma universal que ordena los elementos preexistentes. Artista creador, que dispone que sus personajes vuelvan a vivir su propia historia.
A la izquierda, Ramiro Mesa, Asistente de Direccion y la familia Dinaro, Ali y la pequeña Nina, y a la derecha,
Marisol Vecchi, Coordinadora del Teatro Don Bosco de Bernal
Las fotos pertenecen a Adriana Sylvia Narvaja, periodista y docente de Quilmes, República Argentina, para "Algo Especial Protagonista del Presente"

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