Risas contra Divorcio, y que gane el mejor

“Oír la voz de ella, confirmar su vecindad y su existencia, lo colmó de dicha. ‘La felicidad existe’ se repitió, como todas las noches.
Sí, pero a condición de buscarla donde ella era posible. 
En el cuerpo propio y en el de la amada, por ejemplo. 
Porque la felicidad era temporal, individual, excepcionalmente dual, rarísima vez tripartita y nunca colectiva, municipal. Ella estaba escondida, perla en su concha marina, en ciertos ritos o quehaceres ceremoniosos  que ofrecían al humano ráfagas y espejismos de perfección. 
Había que contentarse con esas migajas para no vivir ansioso y desesperado,
manoteando lo imposible”. 
 Mario Vargas Llosa
“Elogio de la madrastra”
          Lo hemos dicho y lo dicen todos: hacer llorar es fácil, hacer reír, una tarea muy difícil. Agregaríamos a esto: terminamos odiando a los que nos hacen llorar, y llegamos a adorar a los que nos hacen reír. Ya que todo acto tiene sus consecuencias, pagarán por ello, llamémoslo karma o con algún otro nombre que se haya puesto de moda.
        En este caso, y frente a la presentación del gran actor cómico Atilio Veronelli el sábado 23 en el Teatro Don Bosco, bien vale la segunda parte. Porque nos hemos reído hasta las lágrimas frente a esta hora y media de risas que no se detuvieron ni un minuto de ese tiempo. Y que terminó con merecidos aplausos, mientras, no va usted a creerlo señor Lector, nos seguíamos riendo.
        Y es que Atilio se hace adorar, porque nos ha hecho reír. Y valga todo este prólogo para hablar de un epílogo: el divorcio. Con el divorcio y sus verdades, nos hemos divertido a mares viendo la realidad que Atilio nos cuenta con su voz, con sus gestos y su cuerpo, él solito frente al público, contando lo que le ha pasado a tanta gente: el amor que no funciona, y que termina en divorcio (de allí lo de “epílogo”, pero sé que usted ya se dio cuenta…)
Un escenario preparado para el Stand Up de Veronelli 
        El amor es amor, pero en sí misma es una palabra engañosa. El conocido “te amaré toda la vida” suena bien, pero resulta que la vida a veces se hace larga, y el amor, como la vieja historia de la frazada corta, no alcanza para cubrirla toda. Uno tira y tira, pero… no abriga. Y ahí es cuando se toma la difícil decisión de terminar.
        ¿Qué antes no existía? Bueno, las “buenas normas sociales” quizá no lo permitían. La vida era más corta, dirán. Los hombres iban a la guerra y no volvían, dirán. Muchas mujeres, lamentablemente, morían en los partos, dirán. Las enfermedades se llevaban a muchos, dirán. Dirán muchas cosas, pero hoy, sin guerra, sin enfermedades y sin partos, la vida se alarga y el amor se termina.
        También se terminaba por aquellos tiempos, aunque usted, señor Lector, no lo crea. Conozco un caso, de hace muchos años, en el que un marido realmente se fue a comprar cigarrillos, y van como treinta años que lo están esperando. No había divorcio, pero de un día para el otro, el amor se terminó. Como aquel famoso “tapado de arminio” del tango, que el cantor todavía está pagando, quién sabe en cuántas cuotas.
Un actor cómico reconocido por su talento 
        Pero nosotros no nos reímos en cuotas, nos reímos todo al contado. Y así, con enormes risas que merecieron los grandes aplausos, Veronelli nos hace un panorama del hombre ahora “libre” en su presentación “Confesiones de un hombre separado” que nos muestra su nueva libertad. Agridulce, por cierto. Libertad de estirarse en la cama, de tomarse un trago y dejar mojada la mesa de madera, y de evitar lidiar con esos archienemigos, los carritos de supermercado.
        Libertad de conocer otras mujeres, y de poner el ojo y otras intenciones en las chicas más jóvenes. Ay, hermosa libertad que también tiene su precio: un poquito de soledad, y de pensar, y de verse a sí mismo. 
        Pues bien, este cócktail (¡bueno, Molotov también lo es!) es duro de tragar, pero es así. Algo se termina, algo en lo que creímos duraría para siempre. Pero por algún motivo, la pareja no dura, qué se va a hacer. Y ahí comienza la búsqueda, y quizá, cierta ansiedad. Ella nos resolvía tantos problemas, y hacía que nos hiciéramos tan pocos en cuanto a nuestras vidas, que ahora no sabemos qué pensar de nosotros mismos. Pensamos qué comer (que ella no nos dejaba), qué vestir (que ella nos aconsejaba), que no tomar (ella nos conminaba), cómo abrigarnos (que ella ya sabía de antemano, y "guay que no lleves la bufanda de colores que te tejí"), cuándo y dónde ir a comer a lo de mamá ("¡vas a ver si no vas este fin de semana!") y toda una serie de ritos y ceremonias que bien valen la frase de Vargas Llosa.
        Pero como dice el grupo de rock quilmeño Vox Dei, “todo concluye al fin, nada puede escapar”, y así sucede. Entonces llega la soledad, y vuelta a empezar. Y de todo esto, y de mucho más, nos habla el monólogo estupendo de Veronelli. Y recomendamos a todos los lectores no perdérselo, porque frente al divorcio, las risas ganarán por knock out.
        Y así debe ser, sobre todo si uno quiere seguir viviendo…
El actor cómico Atilio Veronelli y la periodista Adriana Sylvia Narvaja
Las fotos pertenecen a Adriana Sylvia Narvaja, conductora de "Algo Especial Protagonista del Presente". Agradecemos al actor Atilio Veronelli por su foto y por los buenos momentos que hemos compartido. Gracias! 

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