por Khalil Gibran,
poeta libanés (1883-1931)
¡Despierta, amor, despierta! Que mi espíritu te saluda desde el otro lado del mar y te ofrece sus alas por encima de las olas furiosas.
Despierta, que el silencio suspendió el estruendo de las pezuñas de los caballos y de las pisadas de los caminantes.
El sueño abrazó los espíritus de los hombres, pero yo, sólo yo, permanezco despierto: el deseo me redime del sueño que todo lo envuelve.
El amor acerca a ti, pero , entonces, me aleja la ansiedad.
Amor mío, abandoné mi lecho atemorizado por el fantasma del olvido que se esconde entre las mantas.
¡Dejé de lado mi libro porque mis visiones acallaban las palabras y volvían blancas las páginas para mis ojos!
Despierta. Despierta, amor mío y escúchame.
¡Te oigo, amor! Oigo tu llamado del otro lado del mar y siento el dulce contacto de tus alas. Abandoné mi cama y caminé por el pasto, y el rocío de la noche mojó mis pies y el borde de mi vestido. Aquí estoy, bajo las flores del almendro, escuchando el llamado de tu espíritu.
Háblame, amor, y deja que tu hálito cabalgue sobre la brisa que me llega de los valles del Líbano. Habla, sólo yo escucho; la noche retiene en sus alcobas a todos los demás.
Amor mío, el cielo tejió un velo de luz de luna y lo desplegó sobre el Líbano.
Con las sombras de la noche el cielo formó un grueso telón, forrado con el humo de los talleres y el soplo de la Muerte y lo colocó, amor mío, sobre la ciudad.
Los aldeanos se han dormido en sus chozas, rodeadas de sauces y nogales, sus espíritus, mi amor, ya partieron para la tierra de los sueños.
Los hombres se inclinan bajo el peso del ojo y el empinado de hierba afloja sus rodillas. La inquietud y el aburrimiento oprime sus ojos, y los fantasmas del Miedo y la Desesperación los llevan a refugiarse en sus camas.
Los fantasmas de edades pasadas caminan por los valles y los espíritus de reyes y profetas rondan por montes y colinas. Mis visiones, guiadas por la memoria, me muestran el poder de los caldeos, el esplendor de los asirios y la nobleza de los árabes.
Por las siniestras callejuelas pasan los espíritus torvos de los ladrones; en las grietas de los muros aparecen las víboras de la lujuria, y el escalofrío de la enfermedad, mezclado con la agonía de la Muerte, se estremece por las calles. La memoria arrancó el velo del olvido de mis ojos y me muestran las abominaciones de Sodoma y los pecados de Gomorra.
Amor mío, las ramas se inclinan y su crujido se une al murmullo del arroyo del valle, repitiendo para nuestros oídos los cánticos de Salomón, las melodías del arpa de David y los cantos de Ishak al-Mausili.
Tiemblan las almas de los niños hambrientos en sus casas; la visión de las madres acunando lechos de miseria y desesperación ya llegó al cielo. Sueños de ansiedad afligen los corazones de los enfermizos. Oigo sus amargos lamentos.
La fragancia de las flores se mezcló con el punzante hálito de los cedros. Transportada por la brisa juguetona por encima de las colinas, llena el alma con afecto e inspira ansias de volar.
Pero también surgen las miasmas enfermas de los pantanos y, como agudas flechas secretas, penetran los sentidos y emponzoñan el aire.
Amor mío, ya llegó la mañana y los dulces dedos de la vigilia acarician los ojos de los soñadores. Los rayos de luz llaman a abrir las persianas y descubrir la determinación y gloria de la vida. Las aldeas, que se recuestan, pacíficas y tranquilas, sobre las espaldas del valle, despiertan de su sueño las campanas de las iglesias llenas el aire con sus placenteros llamados a la plegaria matutina. Y desde las cuevas el repiqueteo se repite en eco, como si toda la Naturaleza se uniera en plegaria reverente. Los terneros ya abandonaron sus establos y las ovejas y las cabras sus cobertizos, para pacer en la hierba resplandeciente por el rocío. Los pastores les preceden, tocando su caramillo, y detrás van las doncellas, cantando como pájaros que saludan el nuevo día.
Y ahora la pesada mano del día se ha asentado sobre la ciudad. Ya se han corrido las cortinas de las ventanas y las puertas están abiertas. En los talleres asoman los ojos fatigados y los rostros ojerosos de los trabajadores. Sienten que la muerte se inmiscuye en sus vidas, y en sus semblantes arrugados aparecen el Temor y la Desesperación. Almas anhelantes y apuradas congestionan las calles, y por todas partes se oye el repiqueteo del hierro, el rechinar de las ruedas y el silbido del vapor . La ciudad se ha vuelto un campo de batalla, en el que el fuerte domina al débil y el rico explota y tiraniza al pobre.
Qué hermosa es la vida, amor mío; es como el corazón del poeta, lleno de luz y ternura.
Y qué cruel es la vida, amor mío; es como el corazón de un criminal, palpitante de vicio y temor.
Khalil Gibrán,
"Pensamientos y Meditaciones",
Edicomunicación S.A.,
Colección Fontana,
España,
año 1997
Biografía de Khalil Gibrán
Yibrán Jalil Yibrán (جبران خليل جبران بن ميخائل بن سعد, Ŷibrān Jalīl Ŷibrān ibn Mijā'īl ibn Sa'd; Bisharri, 6 de enero de 1883-Nueva York, 10 de abril de 1931) fue un poeta, pintor, novelista y ensayista libanés; es conocido como el poeta del exilio.
Diversas son las corrientes tanto en lo filosófico como en lo más puramente artístico y religioso, que se dan cita en nuestro creador. Su espíritu originario y genuinamente oriental va a empaparse de todo lo visto, sentido y oído, procurando aprender en todo momento para llegar a la piedra angular de toda su obra: el ser humano.
Diferentes tendencias aflorarán en sus escritos, pero las propias experiencias vividas van a desempeñar un papel preponderante a la hora de forjar una filosofía propia. En la etapa libanesa ha de encuadrarse su carácter rebelde, la manifiesta crítica social que impregna sus escritos. La etapa americana supone una ampliación cultural, a través del descubrimiento de artistas ingleses y norteamericanos. Por último, Europa, su estancia en la capital francesa hace que se amplíen sus horizontes tanto culturales como vitales. Junto a Nietzsche, Buda será uno de sus grandes maestros, como Spinoza. También hay que tener en cuenta la línea sufi o mística que impregna toda su obra.
A grandes rasgos, es posible referirse a dos etapas: una primera de mayor exteriorización y la siguiente de una interiorización más intensa, de una profundización en su propio mundo, en verdad ambos principios, exteriorización e interiorización se van a dar simultáneamente : “yo no soy sino tú”.
Fuente: Del sitio Wikipedia - Yibrán Jalil Yibrán.
https://es.wikipedia.org/wiki/Yibr%C3%A1n_Jalil_Yibr%C3%A1n
La imagen de los cosechadores de lavanda pertenece al artista plástico Cristian Jequel. Nació en 1935 en Ganges en las Cévennes, Francia, y su primera exposición individual se realiza en 1960. Realiza distintas exposiciones e incluso participa de un programa televisivo en el que pinta en vivo. De 1985 a 1989 expone tanto en París como en las principales ciudades de Francia. También muestra sus obras en EEUU, Japón, España. Actualmente colabora con salones de arte en Abu Dhabi y California.
Fuente: Del sitio oficial del pintor Cristian Jequel.
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