Las dotes del maestro de escuela

  Una rica personalidad es el presupuesto necesario de toda acción educativa y didáctica eficaz. Pero ella exige un medio a través del cual comunicarse y comunicar, requiere un subsidio técnico que constituye, precisamente, el vehículo o instrumento vectorial de la prudencia, de la cultura, de la vida del maestro.
  La educación sólo tiene lugar a través de un contacto vivo, de un contagio de “personalidad” (recuérdese la fórmula de Newman, “educar es hacer contacto”, pero contacto de almas). Esto implica que la formación de su personalidad ha de situarse en el centro del programa de formación del docente-educador.
  Esto no equivale, como podría pensarse, a navegar por los caminos aéreos de la metafísica, sino que es algo muy concreto: significa “orientar a la persona en vías de maduración hacia unos ideales”. Por tanto, imprimir una clara y decidida orientación ética y guiar al descubrimiento y a la realización de la propia vocación en el mundo constituyen los dos fines próximos de la formación de la personalidad educadora.
  El maestro logrará influir en la personalidad del alumno en proporción a su madurez personal, humana y espiritual. Las demás cualidades poseídas –preparación cultural, preparación psicológica, habilidad didáctica, etc- resultan operativas sólo después de haber sido filtradas a través de su fundamental “humanidad” y “espiritualidad”.
        Veamos:
  Humanidad del maestro, es decir, la comprensión y la encarnación personal de los valores humanos, de inteligencia, de voluntad de corazón, de simpatía, que no sólo indican adquisición estática, sino que sobre todo permite inclinarse amorosamente al pequeño ser en devenir para abrirlo a todos los auténticos bienes de la vida. Esta “Humanidad” fundamental se desarrolla mediante el ejercicio de virtudes típicamente humanas, que resultan así elementos fecundantes del arte magistral de enseñar:
  • Prudencia
Que sabe adaptar la enseñanza a las posibilidades de los alumnos, sirviéndose del conocimiento del alumno individual suministrando no sólo por los medios naturales de la experiencia personal y científica, sino también por aquellos de índole sobrenatural donados generosamente por el Espíritu de Dios.
  • Justicia:
Que, en el juicio del maestro, debe establecer un equilibrio entre el aspecto objetivo de la valoración de las efectivas capacidades y el aspecto subjetivo de dar ánimo, de la sanción, de la orientación.
  • Fortaleza:
Que subraya el carácter vinculante del estudio, aunque dulcificándolo con el interés.
  • Templanza:
Aplicada a la disciplina externa (funcional) en las relaciones afectivas, en la cantidad de trabajo impuesto a los alumnos.

        Espiritualidad del maestro, que indica el carácter progresivo de la transformación divina que se opera en la personalidad del maestro (evidentemente, no nos conformamos con un significado anodino de “espiritualidad” y pensamos en la de “cuño cristiano”). El docente cristiano no puede dejar de ser un apóstol, que vive en sí mismo y difunde los gérmenes vivificantes de las virtudes teologales:
  • Fe:
“Omnipresente y extremadamente discreta”, que por lo tanto no impone la presencia de Dios, sino que la madura gradualmente y hace sentirla en el fondo de toda justificación racional.
  • Esperanza:
De la fe brota la esperanza en una acaloramiento y en un alegría que traspasa los límites de esta vida apuntando hacia una meta inmortal e infinita, pero que, sin embargo, no anula los valores de esta vida y de este mundo temporal, que ha salido de las manos de Dios.
  • Caridad:
Que no se reduce a “genérica benevolencia”, a “débil indulgencia”, a “sentimental filantropía”, sino que se trata de una virtud más alta, por la cual el hombre se abre a la acción de Dios en él, para que aquel amor creativo, mediante el que Dios saca al hombre de la nada, y de la naturaleza, lo eleva a la posibilidad de superar lo humano, de participar de lo divino, pase por el hombre mismo y fluya hacia otros hombres, informado por la humana colaboración. Esto ilumina con una nueva luz la mirada del docente, que ve en sus alumnos criaturas e hijos de Dios y como a tales los respeta, los ama y socorre.
Preparación cultural
        Se referirá a una preparación remota, formada de cultura general y de cultura especializada (pero no deshumanizada), unifica a la luz de las grandes soluciones e informada por una sólida cultura religiosa, filosófica, moral y social; y a una preparación próxima consistente en la penetración sintética en la propia materia en función de los alumnos a los que ha de enseñarse.

Preparación psicológica
        Que significa conocimiento del alumno desde el punto de vista fisiológico, psicológico, moral, social y religioso; tanto de una manera general como individualmente, tanto en sus aptitudes permanentes y en los índices evolutivos.

Habilidad didáctica
        Que supone una suficiencia de capacidades innatas, pero que puede perfeccionarse en gran medida, mediante el estudio serio de la ciencia didáctica y el ejercicio inteligente del arte docente.
        En general, ¿qué debe saber el docente novel?
        Deberá saber:
- cómo organizar la clase,
- cómo estimular el interés,
- cómo preparar y desarrollar las explicaciones y las descripciones,
- cómo ilustrar las lecciones y las partes de las mismas,
- cómo interrogar, etc.
        En especial, el docente deberá tratar de evitar algunos errores desastrosos y comunes entre los principiantes:
- deberá saber en qué ha de hacer consistir la disciplina y cómo obtenerla desde el principio;
- deberá precisar el grado de moderación que debe acompañar tanto a su actitud ante la disciplina como a su modo de enseñar;
- deberá fijarse una actitud adecuada para mantener en su trato con los alumnos ni débil, ni altivo, ni agresivo, ni receloso, sino flexible y sabiendo adaptarse prudentemente a las situaciones y a las necesidades de los alumnos, considerados individualmente y en grupo);
- deberá sabe regular sus palabras (cantidad, calidad, tono, oportunidad, ritmo, intensidad, claridad, etc);
- deberá poseer el “sentido de la clase” (saber comunicar, coordinar, cautivar a todos con igual interés, sentir el “pulso” de la colectividad como un organismo vivo, etc). 
deberá, por último y sobre todo, estar dispuesto a ejercer sobre sí mismo una constante autocrítica, convencido de que los primeros éxitos no son necesariamente duraderos y de que las situaciones siempre nuevas del acto didáctico exigen una adaptación dinámica y una renovación incesante.
        La enseñanza es un arte, con todos los riesgos, las dificultades y las sorpresas del arte.
Extraído del libro “Metodología Didáctica”, de Renzo Titone, octava edición revisada y aumentada, de la Biblioteca de Educación y Ciencias Sociales, Ediciones Rialp, Madrid, Primera Edición año 1963,  Tercera edición italiana del año 1975. La presente es la Versión Española, realizada por Manuel Rivas Navarro para todos los países de habla castellana, de Ediciones Rialp S.A. de Madrid.
Imagen de portada: "Te regalo la eternidad que habita en mí", del sitio Por Amor al Arte.
http://amoralarteamimanera.blogspot.com.ar/2014/03/accion-poetica.html
Foto de "¿Cuál es la diferencia entre la escuela y la vida?" del sitio del Pastor Ruddy Gracia.

¡Compártelo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario