Versos con “Mala Luna”, que brillarán como el Sol


Libros para recomendar a los alumnos


Por Adriana Sylvia Narvaja
(Especial para editorial Babel Books Inc.)

Arduo trabajo llevó adelante la excelente escritora española Rosa Huertas. Arduo y hermoso. Y decimos “arduo”, porque realizó un puntilloso trabajo de recreación de la vida del eximio poeta y connacional Miguel Hernández, quien se convirtiera, con el paso de los años, en el adalid de la Libertad, junto con su par Federico García Lorca, emblema señero del teatro español. La figura de Hernández,  representante de la lucha por la libertad perdida frente al avance de la Falange Española, y ajusticiada por ésta, al igual que la de García Lorca, encuentra aquí un lugar en la Historia y vuelve a la vida gracias a la tarea de Rosa Huertas. Y aquí decimos que su trabajo es “hermoso”.

La historia es simple: dos adolescentes de hoy reviven la historia antagónica de sus abuelos. Por un lado Clara, cuyo abuelo José Castillo acaba de ser sometido a una operación, descubre un tesoro escondido en el pasado de su antecesor. Por el otro, Víctor descubre una historia especial que lo conecta con Castillo, y a ambos con el poeta Miguel Hernández, quien pasara sus últimos meses de vida en la cárcel de Alicante. Hay un cuaderno de tapas negras donde el poeta escribiera sus últimos versos y… ¿quién no querría encontrar ese cuaderno?

No contaremos el final, por supuesto. Pero sí que la trama, muy bien llevada por la autora, respeta la biografía del poeta Hernández, y recrea la época y las luchas de aquellos difíciles años de guerra y posguerra, de hambre y destrucción, que dieran por tierra con lo mejor y más granado de la cultura, los avances y las libertades obtenidas por el pueblo español con la tan ansiada República, que se perdiera definitivamente con el triunfo de la Falange el 1º de abril de 1939 y continuara en forma de dictadura hasta la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975.

Muchos años pasaron entre estas dos fechas. Un cuaderno supuestamente perdido sobrevuela el tiempo, las carencias, los años de culpa y de traición. En la actualidad, estos dos adolescentes se ven obligados a contrastar la imagen de sus respectivos abuelos y a mantener una amistad que oscila entre el cariño y la desconfianza.

A la manera de una novela de detectives, Rosa Huertas nos muestra a dos personajes queribles, Clara y Víctor, buscando descifrar un enigma del pasado,  luchando por mantener en algo esa imagen de sus abuelos, incluso la de sus padres y la de sí mismos, para sobrevivir a un mundo difícil, que no es más que el resultado de aquel que sufrieron sus antecesores, y del que todavía quedan cuentas pendientes. La muerte no cierra las cuentas, sólo las pospone.

Los nietos serán los encargados de encontrar esa verdad, y de rescatar la figura del gran poeta de Orihuela, Miguel Hernández, aquel al que su padre le pegaba cuando lo encontraba leyendo en vez de cuidar las cabras. El poeta cabrero, como le dicen en el libro. El ordeñador de sueños. El que lucha hasta el final sin que su palabra sea escuchada. El que sufría porque su mujer y su hijo comen pan con cebolla, de donde nacen las famosas “Nanas de la Cebolla”. El que hoy está enterrado junto a su hijo y a su mujer en una misma tierra, la que él quería hollar con sus manos en la “Elegía” que escribiera para su amigo Ramón Sijé.

Y esta tierra es la misma tierra de los chicos Clara y Víctor. Ellos también pasan por esta tierra, y quizá, como ellos, muchos jóvenes piensen que sus antepasados no amaron, no lucharon, no vivieron. El libro propone justamente dejar esa imagen de “cartón pintado” de nuestros antepasados, esa foto vieja, apenas pintada de colores, de los que ya no están. Y que lucharon y sufrieron y padecieron tanto con muchos lo harán hoy, tanto como Miguel Hernández, tanto como sus abuelos. Algunos morirán por sus ideas, otros vivirán por sus traiciones.

Porque algo de Caín y Abel hay en esta historia, algo de bíblico en relación al Bien y al Mal, o mejor dicho, algo de Jesús y algo de Judas, por su traición, o por no haber querido salvar cuando el que muere, muere para salvar a todos. Es tarea de las generaciones futuras descubrir el quién y el cómo de la vida, de la muerte, de los sueños y de la traición. Clara y Víctor lo hacen muy bien, y Rosa Huertas lo cuenta con soltura y emoción.

“Mala Luna” se llama la historia, porque así dijo Miguel Hernández, que había “nacido con mala luna”. Una vida oscura, de carencias y luchas, que se agiganta con los años, y que se revaloriza en este libro. Y como diría Pablo Neruda: “Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”. Sentidas palabras de quien tanto lo admiró y lo defendió, incluso intercedió para salvarlo de la muerte y que se conmute su pena por la condena perpetua, hasta que no pudo hacer más por él, y corrió la suerte de García Lorca. Morir por un ideal.

Por eso, la mala luna trae oscuridad, pero sus versos siempre brillarán, por la luz que le damos todos, por la luz que Neruda pedía para él, y que el libro nos vuelve a traer una vez más, de la mano de Rosa Huertas.


Miguel Hernández*
Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la “generación del 36”, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono de la generación del 27».

“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”

Pablo Neruda*
Infancia y juventud
Nació el 30 de octubre de 1910 como segundo hijo varón en una familia de Orihuela dedicada a la crianza de ganado. Pastor de cabras desde muy temprana edad, Miguel fue escolarizado entre 1915 y 1916 en el centro de enseñanza «Nuestra Señora de Monserrat» y de 1918 a 1923 recibió educación primaria en las escuelas del Amor de Dios; en 1923 pasa a estudiar el bachillerato en el colegio de Santo Domingo de Orihuela, regentado por los jesuitas, los que le proponen para una beca con la que continuar sus estudios, que su padre rechaza. En 1925 abandonó los estudios por orden paterna para dedicarse en exclusiva al pastoreo, aunque poco tiempo después cursa estudios de derecho y literatura. Mientras cuida el rebaño, Miguel lee con avidez y escribe sus primeros poemas.

Por entonces, el canónigo Luis Almarcha Hernández inicia una amistad con Miguel y pone a disposición del joven poeta libros de San Juan de la Cruz, Gabriel Miró, Paul Verlaine y Virgilio entre otros. Sus visitas a la Biblioteca Pública son cada vez más frecuentes y empieza a formar un improvisado grupo literario junto a otros jóvenes de Orihuela en torno a la tahona de su amigo Carlos Fenoll. Los principales participantes en aquellas reuniones son, además de Miguel y el propio Carlos Fenoll, su hermano Efrén Fenoll, Manuel Molina, y José Marín Gutiérrez, futuro abogado y ensayista que posteriormente adoptaría el seudónimo de «Ramón Sijé» y a quien Hernández dedicará su célebre Elegía. A partir de este momento, los libros serán su principal fuente de educación, convirtiéndose en una persona totalmente autodidacta. Los grandes autores del Siglo de Oro: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega y, sobre todo, Luis de Góngora, se convertirán en sus principales maestros.

El 25 de marzo de 1931, con tan sólo 20 años, obtuvo su primer y único premio literario de su vida concedido por la Sociedad Artística del Orfeón Ilicitano con un poema de 138 versos llamado Canto a Valencia bajo el lema Luz..., Pájaros..., Sol... El tema principal del poema era el paisaje y las gentes del litoral levantino destacando el mar Mediterráneo, el río Segura y las ciudades de Valencia, Alicante, Murcia y, en mayor medida, Elche. Como anécdota cabe contar que, cuando Miguel recibió la notificación de la consecución del premio, se apresuró a viajar a la ciudad ilicitana en un Ford que alquiló con el dinero ganado de la venta de leche creyendo que el premio sería económico, pero lo que recibiría sería tan sólo una escribanía de plata.

Primer viaje a Madrid
Debido a la reputación que logra gracias a las publicaciones en varias revistas y diarios, en diciembre de 1931 viaja a Madrid, buscando consolidarse en la escena, acompañado de unos pocos poemas y recomendaciones. Las revistas literarias La Gaceta Literaria y Estampa le ayudan a buscar empleo, pero no fructifica y se ve obligado a volver a Orihuela. No obstante, dicho viaje le inspiró para la realización de su obra Perito en lunas.

Segundo viaje a Madrid
Tras este prometedor comienzo marcha a Madrid por segunda vez para obtener trabajo, esta vez con mejor fortuna, pues logra primero ser nombrado colaborador en las Misiones Pedagógicas y más tarde le escoge como secretario y redactor de la enciclopedia Los toros su director y principal redactor, José María de Cossío, que será en adelante su más ferviente entusiasta. Colabora además con asiduidad en Revista de Occidente y mantiene una tórrida relación con la muy liberada pintora Maruja Mallo, que le inspira parte de los sonetos de El rayo que no cesa. Se presenta a Vicente Aleixandre y hace amistad con él y con Pablo Neruda; este es el origen de su breve etapa dentro del Surrealismo, con aliento torrencial e inspiración telúrica. Su poesía por entonces se hace más social y manifiesta a las claras un compromiso político con los más pobres y desheredados. En diciembre de 1935 muere su fraternal amigo de toda la vida, Ramón Sijé, y Miguel le dedica su extraordinaria Elegía, que provoca el difícil entusiasmo de Juan Ramón Jiménez en una crónica del diario El Sol.

Guerra Civil
Al estallar la Guerra Civil, Miguel Hernández se alista en el bando republicano. Hernández figura en el 5º Regimiento y pasa a otras unidades en los frentes de la batalla de Teruel, Andalucía y Extremadura. En plena guerra, logra escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tiene que marchar al frente de Jaén. En el verano de 1937 asistió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en Madrid y Valencia, y más tarde viajó a la Unión Soviética en representación del gobierno de la República, de donde regresó en octubre para escribir el drama Pastor de la muerte y numerosos poemas recogidos más tarde en su obra El hombre acecha. En diciembre de 1937 nace su primer hijo, Manuel Ramón, que muere a los pocos meses y a quien está dedicado el poema Hijo de la luz y de la sombra y otros recogidos en el Cancionero y romancero de ausencias, y en enero de 1939 nace el segundo, Manuel Miguel, a quien dedicó las famosas Nanas de la cebolla.2 Escribe un nuevo libro: Viento del pueblo. Destinado a la 6ª división, pasa a Madrid.

Prisión y muerte
En abril, el general Francisco Franco declaró concluida la guerra y se había terminado de imprimir en Valencia El hombre acecha. Aún sin encuadernar, una comisión depuradora franquista, presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981.

Su amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en Tudanca, pero este decidió volver a Orihuela. Pero en Orihuela corría mucho riesgo, por lo que decidió irse a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Huelva. La policía de Salazar lo entregó a la Guardia Civil.  

Cuando está en prisión, su mujer Josefina Manresa, le envía una carta mencionando que sólo tenían pan y cebolla para comer; el poeta compone en respuesta las Nanas de la cebolla.2 Desde la cárcel de Sevilla lo trasladaron al penal de la calle Torrijos en Madrid (hoy calle del Conde de Peñalver), de donde, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939. Vuelto a Orihuela, fue delatado y detenido y ya en la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid, fue juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940. Cossío y otros intelectuales amigos, entre ellos Luis Almarcha Hernández,5 amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela (posteriormente obispo de León en 1944), intercedieron por él, conmutándosele la pena de muerte por la de treinta años. Pasó a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre al Penal de Ocaña (Toledo). En 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Buero Vallejo. Allí enfermó. Padeció primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. Falleció en la enfermería de la prisión alicantina a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo Vicente Aleixandre compuso un poema.6 Fue enterrado en el nicho número mil nueve del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante, el 30 de marzo.

Póstumamente
Sus restos fueron exhumados en 1984 debido a la muerte de su hijo Manuel Miguel el mismo año. Aquella exhumación causó gran revuelo entre un grupo reducido de seguidores de Miguel, que se agolparon el día del entierro del hijo, llegando a besar su calavera o intentar robar un hueso. El ataúd fue preservado para exponerlo en la Casa-Museo de Miguel Hernández de Orihuela.

En diciembre de 1986, los restos de ambos fueron trasladados a un terreno cedido por el Ayuntamiento de Alicante ubicado en el mismo cementerio y en febrero de 1987 fue enterrada junto a ellos la que fuera esposa de Miguel, Josefina Manresa.
Revisión del juicio

En febrero de 2011, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de España denegó la posibilidad de un recurso extraordinario de revisión de la condena solicitado por la familia, al considerar que la misma fue impuesta por motivos ideológicos o políticos y que ya quedó anulada con la Ley de Memoria Histórica que declaró este tipo de condenas como radicalmente injustas e ilegítimas.

Obras
  •     Perito en lunas, Murcia, La Verdad, 1933 (Prólogo de Ramón Sijé).
  •     Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras,1933.
  •     El rayo que no cesa, Madrid, Héroe, 1936.
  •     Viento del pueblo. Poesía en la guerra, Valencia, Socorro Rojo Internacional, 1937 (Prólogo de Tomás Navarro Tomás).
  •     El labrador de más aire, Madrid - Valencia, Nuestro Pueblo, 1937.
  •     Teatro en la guerra, 1937.
  •     El rayo que no cesa, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949 (Prólogo de José María Cossío. Incluye poemas inéditos).
  •     Seis poemas inéditos y nueve más, Alicante, Col. Ifach, 1951.
  •     Obra escogida, Madrid, Aguilar, 1952 (Incluye poemas inéditos).
  •     Cancionero y romancero de ausencias, (1938–1941), Buenos Aires, Lautaro, 1958 (Prólogo de Elvio Romero).
  •     Antología, Buenos Aires, Losada, 1960 (Selec. y Prólogo de Mª de Gracia Ifach. Incluye poemas inéditos).
  •     Obras completas, Buenos Aires, Losada, 1960 (Ordenada por E. Romero. Prólogo de Mª de Gracia Ifach).
  •     El hombre acecha, Santander, Diputación, 1961 (Facsímil de la primera edición de 1939 perdida en imprenta).
  •     Obra poética completa, Madrid, Zero, 1979 (Introducción, estudio y notas de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia).
  •     24 sonetos inéditos, Alicante, Instituto de estudios Juan Gil-Albert, 1986 (Edición de José Carlos Rovira).

Menciones y condecoraciones
  • Hijo predilecto de la provincia de Alicante.
  • Hijo adoptivo de la ciudad de Murcia.


*FUENTE: Wikipedia.

¡Compártelo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario