El fuego de lo eterno

 

Alberto Edel Morales Fuentes

EL FUEGO DE LO ETERNO

Detrás de los cristales 

palidece la memoria de otro tiempo, 

los objetos más simples de una época que la historia quiso elegir, 

la crudeza y la claridad que hacen a las cosas eternas.

Registro en los museos la huella de un pasado 

que traza en su espiral de tiempos el sentido de esta hora; 

busco en mi vida el destello inconfundible que anuncie el principio del cambio, 

la cegadora luz de entonces. 

Los bailes de fin de año, el lenguaje de una adolescente 

—su rostro de cabellos cortos en el interior del papel—, 

las palabras del Maestro a la emigración, el calibre de las armas,

la multitud de cuerpos manifiestamente inmóviles sobre la tierra húmeda.

Las galerías están desiertas y en el gran patio de losas 

siento llegar los meses de invierno.

Respiro el aire en que convergen los tiempos de la isla. 

Busco en mi vida el destello inconfundible que anuncie 

el principio del cambio, la cegadora luz de entonces: 

la crudeza y la claridad que dan a las cosas comunes el fuego de lo eterno.

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Gracias por d-gustar estos versos. La referencia textual es de finales de los años ochentas del siglo XX, días  en los cuales el Centro Histórico de la ciudad de Trinidad de Cuba, donde entonces trabajaba, fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad. La imagen visual es del año 2025, corresponde a la muralla en el barrio antiguo de la ciudad de Colonia del Sacramento, también declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1995, y desde la cual se disfruta mucho apreciar una de esas espléndidas  vistas posibles de la puesta del sol sobre el majestuoso Río de la Plata.