“Durante las horas de descanso, un perro se sentaba en el suelo del cuartel, Dostoievski le rodeaba el cuello con el brazo, inclinándose sobre él le hablaba... Yo estaba convencido que el perro callejero lo distinguía de entre todos los compañeros. Si se escondía, entonces el perro corría por todas partes, ladrando, buscándole y siempre corría con un ladrido alegre, levantando sus patas delanteras sobre el pecho de Dostoievski.
Swango llegó al cuartel donde trabajaba Dostoievski al borde de la muerte -por falta de alimento- y Dostoievski lo alimentó al perro hambriento con las escasas raciones que tenía. Swango comenzó a acercarse a Dostoievski y se hicieron amigos. Fyodor abrazó a su nuevo amigo y le susurró algo al oído, acariciándole la cabeza, y el perro se sentó y escuchó.
Cuando Dostoievski enfermó, el perro fue a visitar a su amigo y le salvó la vida, pagando con su vida. El escritor fue hospitalizado por trabajos forzados y el médico del hospital le dio a Dostoievski un sobre con dinero que contenía varios rublos. Este sobre fue enviado al hospital por el hermano del escritor para facilitarle la vida.
En aquella época unos pocos rublos eran buena cantidad de dinero; los presos comían con 30 kopeks al mes. Uno de los reos que estaba al lado de Dostoievski decidió envenenar al escritor y quitarle el dinero; para ello, añadió veneno a la leche destinada a Dostoievski. Cuando el escritor tomó el vaso en sus manos, el perro saltó a la cama, le quitó el vaso de las manos y lamió la leche.
Dostoievski, sobrevivió, pero el perro murió, el escritor sufrió mucho por el animal. Todos los pacientes del hospital vieron esto y decidieron que Dios había salvado al afortunado paciente y no intentaron matarlo nuevamente por temor a la ira de Dios.
Quizás recordando que Swango le salvó la vida, en "Los hermanos Karamazov" dice:
“…Amar a los animales: Dios les dio el principio de pensamiento y alegría serena. No la molestes, no los atormentes, no les quites la alegría, no resistas el pensamiento de Dios. Hombre, no te eleves por encima de los animales: ellos no tienen pecado, y tú, con tu grandeza, pudres la tierra con tu apariencia en ella y dejas tras de ti tu huella purulenta - ¡ay, casi todos nosotros!”
Si no fuera por el perro, el mundo no habría visto las brillantes obras de Fyodor Mikhailovich, que son uno de los símbolos de Rusia".
Fuente: Jhonny Lazo Zubieta, Villazón, en el sitio de Facebok Filosofía, Lectura y Reflexiones, de"Memorias de los compañeros de Dostoievski del “gulag” de Siberia"
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