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Los sapos - leyenda argentina

        Había una vez un hombre rico, que ‘taba viejo, y pensando que podía morir en cualquier momento, determinó de llamar a sus hermanos para dejarles sus haberes. Que esti hombre no si había casau ni tenía hijos. Entonce los hizo llamar a los hermanos que eran varios para darles en herencia todo lo que tenía. Que había siu un hombre muy guapo y había juntau una güena fortuna. 

        Ya vinieron y se sentaron en el patio y ‘taban conversando. Que éstos no maliciaban nada pa qué los había llamau el hermano. 

        Entonce el hombre quiso ver cómo se iban a portar con él cuando se muriera. Les preguntó que cuando a él le llegara el último momento, quén le iba ayudar a bien morir. Contestaron en coro que ellos no podían, que ‘taban muy ocupados. Entonce preguntó quén lo velaría. Lo mesmo contestaron en coro que ellos no. Entonce preguntó quén le rezaría y quién lo enterraría, y ellos dijeron lo mesmo, que ellos no. Pero cuando preguntó quén lo heredaría, todos dijeron muy apurados: yo, yo, yo.

        Y güeno; Dios los castigó a estos hermanos y los convirtió en sapos. Di áhi es que repiten en su canto estas palabras.

        Uno pregunta, y contestan los demás:

-Cuando yo me muera,

¿quén me ayudará?

-Yo no, yo no, yo no.


-Cuando yo me muera,

¿quén me velará?

-Yo no, yo no, yo no. 


-Cuando yo me muera,

¿quén me enterrará?

-Yo no, yo no, yo no. 


-Cuando yo me muera,

¿quén me rezará?

-Yo no, yo no, yo no.


-Cuando yo me muera,

¿quén me heredará?

-Yo, yo, yo, yo.


        Y por ese castigo los sapos dicen en sus cantos estas palabras, que son más como rezos. 

Fuente : Battini, Berta E. Vidal de, “Cuentos y leyendas populares de la Argentina”, Tomo III, Ediciones Culturales Argentinas, 1980. 

"Cuentos literarios tradicionales",

Selección para segundo nivel,

Ediciones Colihue, 

Buenos Aires,

año 1984. 

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