por Ernst F. Schumacher,
economista budista alemán(1911-1977)
A menudo oímos decir que estamos entrando en la era de la “sociedad educada”. Esperemos que esto sea cierto. Todavía tenemos que aprender a vivir en paz no sólo con nuestros vecinos sino también con la naturaleza y sobre todo con los Altos Poderes que han creado la Naturaleza y a nosotros mismos, porque, sin duda, nosotros no hemos aparecido por accidente, ni tampoco nos hemos creado a nosotros mismos.
El genial actor y director Charles Chaplin en una de sus famosas películas, "Mundos Modernos" |
Sugiero que los fundamentos de la paz no pueden descansar sobre la prosperidad universal, en el sentido moderno de la palabra, porque tal prosperidad, si es que puede obtenerse, lo es gracias al cultivo de impulsos naturales tales como la codicia y la envidia, que destruyen la inteligencia, la felicidad, la serenidad y, finalmente, la tranquilidad del hombre.
En resumen, podemos decir que el hombre de hoy es demasiado inteligente como para ser capaz de sobrevivir sin sabiduría. Nadie trabaja realmente por la paz, salvo que esté trabajando básicamente por la restauración de la sabiduría. La afirmación que “lo sucio es bello y lo bello no lo es” (al decir de Keynes) es la antítesis de la sabiduría. La esperanza de que la búsqueda de bondad y virtud puede ser pospuesta hasta que hayamos alcanzado la prosperidad universal y que con la búsqueda individual de la riqueza, sin devanarnos los sesos acerca de cuestiones morales y espirituales, podríamos establecer la paz sobre la tierra, es una esperanza irreal, anticientífica e irracional. Cuando el nivel de desarrollo era menor, podíamos temporalmente excluir la sabiduría de la economía, la ciencia y la tecnología, pero ahora que hemos alcanzado un alto nivel de prosperidad, el problema de la verdad espiritual y moral ocupa la posición central.
Desde un punto de vista económico, el concepto principal de la sabiduría es la permanencia. Debemos estudiar la economía de la permanencia. Nada tiene sentido económico salvo que su continuidad a largo plazo puede ser proyectada sin incurrir en absurdos. Puede haber “crecimiento” hacia un objetivo limitado, pero no puede haber crecimiento ilimitado, generalizado. Como Gandhi dijo, es más que probable que “la tierra proporcione lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre pero no la codicia de cada hombre”. La permanencia es incompatible con una actitud depredadora que se regocija en el hecho de que “los que eran lujos para nuestros padres han llegado a ser necesidades para nosotros”.
El fomento y la expansión de las necesidades es la antítesis de la sabiduría. Es también la antítesis de la libertad y de la paz. Todo incremento en las necesidades tiende a incrementar la dependencia de las fuerzas exteriores sobre las cuales uno puede ejercer ningún control y, por lo tanto, aumenta el temor existencial. Sólo reduciendo las necesidades puede uno lograr una reducción genuina de las tensiones que son la causa última de la contienda y la guerra.
La economía de la permanencia implica un profundo cambio en la orientación de la ciencia y la tecnología. Estas tienen que abrir sus puertas a la sabiduría y, de hecho, incorporar sabiduría en su estructura misma. ‘Soluciones’ científicas o técnicas que envenenan el medio ambiente o degradan la estructura social y al hombre mismo, no son beneficiosas, no importa cuán brillantemente hayan sido concebidas o cuán grande sea su atractivo superficial. Máquinas cada vez más grandes, imponiendo cada vez mayores concentraciones de poder económico y ejerciendo una violencia cada vez mayor sobre el medio ambiente no representan progreso, son la negación de la sabiduría. La sabiduría requiere una nueva orientación de la ciencia y la tecnología hacia lo orgánico, lo amable, lo no-violento, lo elegante y lo hermoso. La paz, como a menudo se ha dicho, es indivisible. ¿Cómo podría, entonces, construirse la paz sobre una base hecha de ciencia indiferente y tecnología violenta? Debemos procurar una revolución en la tecnología que nos dé invenciones y maquinarias que inviertan las tendencias destructivas que ahora nos amenazan a todos.
¿Qué es lo que realmente necesitamos de los científicos y tecnólogos? Yo contestaría: necesitamos métodos y equipos que sean:
-suficientemente baratos de modo que estén virtualmente al alcance de todos;
-apropiados para utilizarlos a escala pequeña; y
-compatibles con la necesidad creativa del hombre.
De estas tres características nacen la no-violencia y una relación entre el hombre y la naturaleza que garantiza la permanencia.
Vamos a necesitar el coraje suficiente para soñar si es que deseamos sobrevivir y dar a nuestros hijos una posibilidad de supervivencia.
Es casi una bendición providencial que los países ricos hayamos sentido en nuestro corazón por lo menos la necesidad de considerar el Tercer Mundo y de tratar de mitigar su pobreza. A pesar de la mezcla de motivos y de la persistencia de las prácticas explotadoras, pienso que este cambio bastante reciente en la imagen de los ricos es positivo y podría salvarnos, porque la pobreza de los pobres les impide adoptar con éxito nuestra tecnología (destructiva y arrasadora). Por supuesto, a menudo tratan de hacerlo y después tienen que soportar las más desastrosas consecuencias en términos de desempleo masivo, migración masiva a las ciudades, abandono rural y tensiones sociales intolerables. Ellos necesitan, en realidad, exactamente lo mismo a lo que me estoy refiriendo, lo mismo que nosotros necesitamos: una clase de tecnología diferente, una tecnología con rostro humano, que en lugar de dejar cesantes las manos y cerebros humanos los ayude a convertirse en mucho más productivos de lo que habían sido antes.
Como dijera Gandhi, los pobres del mundo no pueden ser ayudados por la producción en masa, sino sólo por la producción hecha por las masas. El sistema de producción masiva basado en una tecnología sofisticada intensiva en capital, con una dependencia energética alta y ahorradora de mano de obra, presupone que ya se es rico, porque para establecer un sólo puesto de trabajo se necesita una cantidad considerable de inversión de capital. El sistema de producción por las masas moviliza los recursos inapreciables que poseen todos los seres humanos, sus cerebros inteligentes y sus manos habilidosas, y los apoya con herramientas de primera clase. La tecnología de la producción masiva es inherentemente violenta, ecológicamente dañina, autodestructiva en términos de recursos no renovables y embrutecedora para la persona humana. La tecnología de la producción por las masas, haciendo uso de lo mejor del conocimiento y experiencia modernos, conduce a la descentralización, es compatible con las leyes de la ecología, es cuidadosa en su uso de los recursos escasos y se adapta para servir a la persona humana en lugar de hacerla sirviendo de las máquinas. Yo la he denominado tecnología intermedia para dar a entender que es muy superior a la tecnología primitiva de épocas pasadas pero al mismo tiempo mucho más simple, más barata y más libre que la súper tecnología de los ricos. Se podría llamar también tecnología de la autoayuda, tecnología democrática o tecnología del pueblo. Una tecnología a la cual todo el mundo puede tener acceso y que no está reservada sólo para aquellos que ya son ricos y poderosos.
La ‘lógica de la producción’ no es ni la lógica de la vida ni la lógica de la sociedad. Es tan sólo una parte pequeña de ellas y está a su servicio. Las fuerzas destructivas liberadas por ella no pueden ponerse bajo control, salvo que la ‘lógica de la producción’ misma esté controlada de modo que las fuerzas destructivas dejen de estar desatadas. Sirve de muy poco tratar de suprimir el terrorismo si la producción de inventos mortíferos continúa siendo tratada como un legítimo empleo de los poderes creativos del hombre. La lucha contra la contaminación tampoco puede tener éxito si las formas de producción y consumo continúan siendo de una escala, una complejidad y un grado de violencia que, como se hace cada vez más visible, no encajan dentro de las leyes del universo, a las cuales el hombre está tan sujeto como el resto de la creación. De de misma manera, la posibilidad de mitigar el agotamiento de los recursos o de conseguir la armonía en las relaciones entre los poseedores de riqueza y poder y los que carecen de ellos es inexistente mientras no exista en algún sitio la idea de que lo suficiente es bueno, y más de lo suficiente, malo.
Parece poco probable que el hombre del siglo XX esté llamado a descubrir una verdad que jamás antes de hubiera descubierto. En la tradición cristiana, como en todas las tradiciones genuinas de la humanidad, la verdad que se ha establecido en términos religiosos, un lenguaje que ha llegado a ser poco menos que incomprensible para la mayoría de los hombres modernos. De toda la tradición cristiana, quizá no haya ninguna enseñanza que sea más importante y apropiada a la situación moderna que las maravillosamente sutiles y realistas doctrinas de las Cuatro Virtudes Cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
El significado de prudencia, llamada significativamente “madre” de las otras virtudes (prudencia dicitud genitrix virtutum) no es el otorgado a la palabra prudencia de la manera que la usamos. Significa lo opuesto a una actitud mezquina y calculadora, que rehúsa mirar y valorar cualquier cosa que no prometa una ventaja utilitaria inmediata.”
Biografía de Ernst F. Schumacher
Ernst Friedrich "Fritz" Schumacher (16 de agosto de 1911 – 4 de septiembre de 1977) fue un intelectual y economista que tuvo una influencia a nivel internacional con un trasfondo profesional como estadístico y economista en Inglaterra. Trabajó como Chief Economic Advisor para la National Coal Board de Gran Bretaña durante dos décadas. Sus ideas se volvieron bien conocidas en la mayor parte del mundo angloparlante durante la década de los setenta. También fue reconocido por sus críticas a los sistemas económicos de Occidente y por su propuesta por una tecnología descentralizada.
Fuente: Del sitio Ecured.
https://www.ecured.cu/Ernst_Friedrich_Schumacher
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