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La República Argentina, los textos de nuestra nacionalidad

        “Como argentinos, las páginas de nuestra epopeya patria exenta de mancilla, deben ser el caudal de linfa pura y clara, en que bebamos la razón de ser de nuestra nacionalidad, los ideales del pasado, las realidades del presente y los anhelos del porvenir, y en donde comprendamos en todo su valor la frase de Sarmiento: “¿Argentinos? Desde cuándo y hasta dónde, bueno es darse cuenta de ello”. Ese caudal que en magnífico ofertorio nos presenta nuestra historia, es donde – aparte del deber de afecto que impone el haber nacido en esta tierra- encontremos razones y lógica para estrechar ese sentimiento aún más. 
        Un eminente militar italiano ha dicho: “Apenas nace en los espíritus  patriotas de 1810, la idea de la independencia, los argentinos se lanzan al través del continente para libertad a los demás pueblos hermanos con los cuales nunca estuvieron en contacto directo. La libertad que buscaban para sí la anhelaban para los demás, y para conquistarla, afrontaron con arrojo extraordinario el peligro de las distancias inciertas, los obstáculos inenarrables, los contratiempos que le imponía la naturaleza. Iban a sacrificios espantables para servir a un ideal de fraternidad, para realizar con incomparable belleza de actitud un pensamiento sublime”.
        Quiere decir que, la República Argentina desde el momento inicial de su vida política e independiente, daba su paso augural y definido para que todos los pueblos iberoamericanos fueran verdaderamente hermanos, y desecharan toda idea innoble de prepotencia, de hegemonía o de conquista. ..”
        Hace ya muchos años que Sarmiento hizo hincapié, refiriéndose a la bandera, en la gloria pura que fluía del nombre argentino. Dijo el gran educacionista: “Y sea dicho en honor y gloria de esta bandera. Muchas repúblicas la reconocen como salvadora, como auxiliar, como guía en la difícil tarea de emanciparse. Algunas, se fecundaron a su sombra; otras, brotaron de los jirones en que la lid la desgarró. Ningún territorio fue, sin embargo, añadido a su dominio; ningún pueblo absorbido en sus anchos pliegues; ninguna retribución exigida por los grandes sacrificios que nos impuso”.
        Y luego, simbólicamente, formula Sarmiento fervientes votos para que a la consumación de los siglos, pueda mostrarse tal cual ha sido hasta ahora, para que “nuestra bandera, blanca y celeste, pueda ser discernida todavía entre los pueblos en marcha, acaudillando cien millones de argentinos, hijos de nuestros hijos”, que puedan depositarla ante lo Supremo, sin mácula…
        Nuestra bandera ha sido siempre un símbolo de paz y de justicia. Sus mismos colores lo proclaman y lo refrenda el sol, signo de universalidad. Ricardo Rojas en su libro “Blasón de plata”, lo dice: “No es la divisa de un gobierno, ni de un partido político, ni de una dinastía reinante, ni de una secta religiosa. No simboliza cosas transitorias, parciales u hostiles. Es el emblema de una entidad permanente, absoluta, sagrada; es el misterio mismo de la tierra donde nacemos sin haberla elegido, donde vivimos sin alcanzar la dicha, donde morimos sin revelar su misterio. No hay en las naciones feudales una semejante, porque todas están enrojecidas en la sangre de antiguos crímenes, o ennegrecidas en la sombra de inconfesables horrores, o tatuadas por la heráldica de la violencia, de la ignorancia o del error”.
        Y, si la bandera argentina, como dijo, también Sarmiento, “no ha sido jamás atada al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra" –salvo una excepción, y bien honrosa, por cierto para nosotros- (1), habría que agregar que, tampoco jamás ondeó orgullosa y soberana en tierras extrañas para oprimirlas o tiranizarlas, porque siempre que flameó fue como nuncio de paz, de gloria o de libertad. 

(1) El combate de Obligado fue el hecho que desmintió la famosa frase de Sarmiento, pues la escuadra anglo-francesa tomó dos o tres banderas. 
La arrebatada por los británicos fue devuelta por pedido especial de almirante inglés Súllivan, a quien impresionó el valor de los argentinos combatiendo contra fuerzas muy superiores. Se dice que el resultado del combate hubiera sido distinto, de producirse en tierra actuando la caballería criolla, cuya pericia e ímpetu es conocido. Las banderas de la época de Rosas eran bastante diferentes a las actuales.” 
Ramón de Castro Esteves
“Inquisiciones acerca de Rosas y su época”
capítulo “La República Argentina ante la desmembración de su territorio”
J. Lajouane & Cía Editores,
Buenos Aires, 

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