Me presenté a trabajar hoy lunes 9 de junio en la escuela donde doy
clases, a primera hora, ya que me toca dar “Comunicación, Cultura y Sociedad” justamente a las 7.30 de la mañana.
No había nadie, claro, ya que se había decretado un paro por
el ataque que una familia infligió a los
profesores en la Escuela Primaria Nº50 de San Francisco Solano, Quilmes, el día
jueves pasado, 5 de junio de 2014.
El paro, sorpresivo, fue comunicado de boca en boca, por
redes sociales y vía telefónica, pero algunos alumnos no se habían enterado,
con lo que hubo que mandarlos de vuelta a la casa, ya que no estaba presente el
personal de Preceptoría, ni la mayoría de los Profesores. Todos se habían sumado
a la protesta, más que válida, por el ataque inhumano e injusto que la familia
de esta alumna perpetró contra los Profesores de la mencionada escuela, luego
de que una Profesora de Educación Física conminara a una de las alumnas a
entrar a la clase. Este pedido fue recibido con palabrotas por parte de la
alumna y justo, dio la
penosa casualidad que al parecer, una tía de la alumna escuchó la conversación,
y prometió volver.
Y volvió. Fue con cuatro hombres y otra mujer quienes,
armados con cadenas, atacaron sin piedad a los trabajadores de la educación,
partiéndole el maxilar a uno de los profesores, y el tabique nasal, lo cual
constituye un incremento de la escalada de violencia que se viene viviendo en
el ámbito escolar.
Muchos dicen que es un “episodio más”, sólo que “es más
grave”. Y la pregunta se impone: si se va agravando, ¿cuándo se detendrá?. ¿Es
posible detener la violencia en el ámbito escolar? La pregunta queda flotando
en el aire, ya que la violencia, y
aún más, la ira desatada, es el elemento
común que recorre todos los hechos de nuestra golpeada sociedad. A fuerza
de contarlo, a fuerza de escucharlo, a fuerza de vivirlo… ya no nos asombra.
Solas, las víctimas cuentan su dolor… a nadie. Víctimas de la delincuencia,
víctimas del atropello, víctimas de los abusos, víctimas de los absurdos, la
negligencia, la desidia, la irresponsabilidad, el “¿y qué?” que escuchamos
todos los días. Y que marca la ruptura profunda del tejido de la sociedad.
“Es la Argentina de hoy” dicen todos, y quizá tengan razón.
Porque a la violencia se suma otro
componente que es el que impera y genera la violencia, que es la falta de límites. Simplemente, la
Argentina perdió sus límites, si es que los tuvo alguna vez. Si los tuvo, los
perdió. Y si no los tuvo nunca muy claros, se fue a la banquina. “Así vivimos”,
dicen todos, como si debiéramos resignarnos a esta situación que se va
acercando día a día a la barbarie más absoluta. Primero te robaban, luego te
robaban y te lastimaban, luego te robaban y te asesinaban, ahora te roban, te
matan y te prenden fuego. La Argentina de hoy.
En medio, los adolescentes, siempre jóvenes, siempre llenos
de promesas, en un país cuyo futuro aún no está claro, intentan sobrevivir en
un país donde las cosas (ellos ya se dieron cuenta) no están nada bien, a pesar de las declamaciones gubernamentales y
los gestos ampulosos, grandilocuentes, que son los que generalmente dicen…
nada. Con gritos se quiere tapar la realidad, y la realidad, como el sol, no se
oculta con las manos. La violencia avanza porque no hay límites a la violencia,
y porque dentro del ámbito escolar, se ha perdido el límite. A pesar de los
esfuerzos denodados de los Directivos (nos consta), la escuela argentina sigue
la pauta de la sociedad en general: cada
uno, “sálvese como pueda”. Incluso, si la cosa se pone fea, y le falta de
comer, recurra al canibalismo, ya encontrará un opinador en la televisión que
le dará la razón. Es todo cuestión de tiempo.
Y con el “sálvese quien pueda” viene el “cada uno haga lo
que quiera”, lo cual es una mala interpretación de la libertad. Porque la
libertad termina adonde comienza el derecho del otro, pero en la Argentina no hay un otro. A lo sumo (y qué
conveniente!) el Otro es el enemigo.
Y esto, fomentado desde varios ángulos de la sociedad, agrava la violencia y
hace correr los límites cada día más. Sin ningún tipo de solución ni respuesta,
los problemas se van sumando, exponencialmente. Sin límites, nuevos problemas
se van sumando. Primero los argentinos cruzaban con el semáforo en rojo, luego cruzaban con el
semáforo en rojo y lastimaban a alguien, luego cruzaban pero dejando a la
persona abandonada, ahora cruzan y matan a alguien, ahora cruzan y van drogados
o borrachos y matan a alguien y dejan a alguien lesionado para siempre. Y
siempre quedan impunes, porque la otra cara de la violencia y la falta de
límites, es la impunidad.
Con ese terceto de cosas, difícil que un país salga
adelante. Sin Justicia, con violencia. Sin Paz, y sin límites. Con el Otro de
enemigo, y sin futuro, la Argentina no saldrá adelante.
Es por eso que muchos intentamos hacer un llamado no
partidario, pero sí político, de alta política, para que nos sumemos a una vida
mejor. Es cierto que en la Historia muchas veces se ha producido la misma
situación: ante la crisis, las aguas se abren. Ya cuenta Bocaccio en su
Decamerón la terrible mortandad que ocasionó en Europa la temible peste negra.
Frente a esta catástrofe, muchos dedicaban sus horas a ayudar a los demás,
incluso arriesgando a que la muerte los atrape en algún momento. Otros, simplemente, se volvían más egoístas y
frívolos, y buscaban “pasar el tiempo” hasta que la muerte los atrape en algún
momento. Es el ser humano y su circunstancia.
La Argentina, inserta en un mundo de valores en crisis, no
escapa a esta pérdida de valores que pertenece a la finalización de estos
tiempos y que, en nuestra opinión, se agravará cada día más. Y si preguntan el
porqué, la respuesta es muy simple: los problemas que hemos generado se
escapan de nuestras manos. El petróleo se acabará, y el agua y el alimento será
escaso. La Argentina no se dará cuenta de esto, mirando como mira siempre su
propio ombligo y se recrimina viejos temas y viejos reproches que jamás
alcanzaron solución, ni explicación, ni concierto. La Argentina, simplemente,
va para atrás, mientras el mundo se está desbarrancando. El calentamiento
global hará el resto.
Y mientras tanto, la
Argentina ha sabido sumar a las crisis mundiales, la crisis que “sabiamente” se
ha sabido generar para sí misma. Un país rico, riquísimo, con pocos habitantes,
donde cada uno de los argentinos podría vivir como en Dubai pero que se ve
obligado a privarse de todo… por la crisis. Un país donde nadie está obligado a
ser pobre y justamente son los pobres los que abundan. La eterna crisis que
jamás, en años, pudimos superar. Y porque además de la crisis económica hay una
serie de valores que se han ido perdiendo, y sobre esta base, la acción
deleznable del Terrorismo de Estado dejó su marca indeleble, de la cual será
muy difícil recuperarse. Luego, el neoliberalismo dio la última palada de
tierra… y así estamos.
Imágenes de Tolle, Sergey Nikolaiev.
Imágenes de Tolle, Sergey Nikolaiev.
Hola Adriana, te felicito por este artículo que suena a distopía, pero que describe tal cual lo que sucede en Argentina. En particular en lo que se refiere a la realidad escolar, es cómo la describís. Coincido totalmente en la mala interpretación sobre la palabra libertad, la base de los atropellos diarios, pequeños, pero que se apilan junto a la violencia más grave.
ResponderEliminarHace unos días leía que en Islandia hay un gran sentido de comunidad y del honor, y que nadie se atrevería a hacerle algo malo a otro porque todos los demás criticarían al que actuó mal. Bueno, acá en Argentina es al revés, los que hacen algo mal se sienten orgullosos. Frente a esto se aplica la ley del más fuerte, entonces en un contexto de violencia, vos tenés que ponerte violento, "entender los códigos" y "saber poner los límites" (como si los adultos fuesen nenes chiquitos que aún necesitan límites). Todo esto forma parte de la exaltación de lo malo como bueno, trocándose los sentidos de las acciones y de las palabras.
Con respecto a las drogas y el alcohol yo creo que no son un problema en sí mismo, sino como se usan. Es lo mismo que decir que la culpa es de Internet porque los chicos se distraen, cuando el sistema educativo está mal desde hace rato, mucho antes de que aparezca Internet.
Sigo con la segunda parte...
Si, Anabel. Los males son muchos, y no se ve con claridad el ánimo de resolverlos. Por eso llamamos a todos a "ser protagonistas", para ir cambiando de a poco esta violenta realidad. Aún el horizonte no se vé claro, ya que venimos cayendo desde hace tanto. Ojalá tengamos oportunidad de reflexionar, como también te puse en el otro comentario!
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