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Dos astrónomos chinos

“Por eso el sabio dice:
Quien soporta las desgracias de un pueblo, 
puede gobernarlo. 
Quien carga con las calamidades que azotan a un país, 
puede ser su rey”
Lao Tsé 
Tao Te Ching
  El Gran Emperador de la China caminaba inquieto recorriendo las innumerables habitaciones del enorme palacio real. Era el día que tanto había esperado, el día de su coronación.
Nieto de Yu, el fundador de la dinastía Hsia, quien había gobernado el gran país durante los años 2205 y 2l97 antes de Nuestro Señor Jesucristo, el nuevo Emperador se preparaba desde hacía años, estudiando y profundizando las tradiciones y los escritos que los antiguos legaron a sus descendientes, plenos de sabiduría y significación.
Recordaba con admiración, hoy, el día en que sería coronado, las historias que había escuchado sobre su abuelo Yu. Pensaba seguir su admirable ejemplo. Yu, en épocas del Emperador Shuen, había logrado contener las aguas del gran diluvio que azotó el norte de China. Gracias a sus conocimientos de ingeniería hidráulica, Yu se había dedicado durante tres años a resolver el terrible problema del agua, salvando la vida a todo el pueblo chino. Tres años había permanecido trabajando, abriendo canales en las nueve provincias hasta que condujo toda el agua de los ríos y torrentes, que tapaban totalmente las colinas, hacia el mar. Tres años en los que no regresó ni un solo día a su hogar, ni visitó a su esposa e hijos.
Pudiendo salvarse solo, Yu, en vez de construir un arca para su familia, había pensado primero en la gente, que se encontraba “aterrada y vencida”, según cuentan que dijo. Y fue por su dedicación que el pueblo le permitió fundar la dinastía Hsia, y ejercer el gobierno, como ahora su descendiente lo ejercería.
Pero el nuevo Emperador guardaba temor en su corazón. Los astrónomos del palacio habían alertado sobre un eclipse que se produciría en ese año, el 2136 a.C. Y los eclipses, todos lo saben, traen desgracias. Y aunque no las traigan, son el temor de cualquier Emperador, por el miedo que infunden. Inmediatamente, el pueblo piensa en cataclismos, pestes, hambre o inundación. Y el temor es más poderoso y destructivo que todos estos males, porque provoca violencia y desorden.
Por eso caminaba temblando por los pasillos y patios del palacio real, aguardando la llegada de los magos y geomantes. Sólo ellos, con sus poderes adivinatorios, podrían predecir si los poderes celestiales delegados por Shang Di, Dios Supremo del Cielo, le permitirían al Emperador contrarrestar cualquier tipo de maldición que el eclipse pudiera traer consigo. Por eso, por los poderes que le han sido conferidos, el Emperador es el “Hijo del Cielo”.
“Tal vez nada suceda”, pensó. “Tal vez estos temores sólo sean supercherías, sin relación con los hechos de la vida real”. Tenía que averiguarlo. Al fin, luego de la espera que le había parecido tan larga, los sirvientes informaron al Gran Emperador de la llegada de los geomantes.
Luego de las largas y complicadas salutaciones al Emperador, los magos se dispusieron a trabajar, con la ayuda de una esfera geomántica. Este aparato, al que llamaban “brújula”, constaba de una aguja magnética que gira en el centro de un círculo de predicciones escritas a su alrededor.
Los rostros de los geomantes expresaban toda seriedad. El Emperador, por su parte, presa de un profundo recogimiento, esperaba anhelante, hasta que al fin, rompiendo el silencio, pidió a los magos que dijeran la profecía con relación al eclipse y a su gobierno en general, no sin antes recordarles que, sean agradables o nefastos los sucesos que auguraran, deberían guardar estricto silencio sobre ellos, para no asustar al pueblo, al cual se le informaría oportunamente la manera de conducirse frente a cualquier eventualidad.
Los geomantes juraron callar y respondieron por este juramento con sus vidas. Luego miraron atentamente la esfera geomántica, y miraron con dolor y preocupación al nuevo Emperador, al que ya sus colaboradores venían a buscar para iniciar la ceremonia de coronación.
“La oscuridad traerá oscuridad. El alma humana perderá por un instante su luz. Luego, el mundo recobrará la calma, vendrán victorias y cosechas”, dijeron convencidos. El Emperador los despidió consternado, y se preparó a su vez para partir a buscar los atuendos correspondientes.
Luego de la ceremonia de asunción, siguieron los días de fiesta en los que el pueblo festejó con danzas y canciones al ritmo del tamborcillo gu, flautas de caña de bambú y timbales, mientras el nuevo Emperador miraba por la puerta por la que sólo el Gran Rey podía salir a observar los festejos. Miraba con tristeza, pero se alegraba con la alegría del pueblo al que tanto amaba.
Una semana después, mandó a llamar a los astrónomos de la “Chung-Hua“, o “Flor del Medio”,  como se llamaba por entonces al gran país de China, y éstos, presurosos, se presentaron frente al Emperador.
Hi y Ho se llamaban, y aunque eran muy versados en las artes del cielo, el palacio entero comentaba que su conducta de no había sido correcta en los últimos tiempos, peleaban entre sí y descuidaban sus obligaciones.
Pero, al correr el tiempo tan deprisa y no contar con otros estudiosos que conocieran el cielo y las constelaciones tan detalladamente como Hi y Ho, el Gran Emperador los llamó para indicarles, en privado y con total seriedad, cuál sería, en adelante, su única función.
“Ustedes, de ahora en más, deberán alertarme sobre la llegada del eclipse, con día y hora exactos. Nuestro destino depende de ustedes, ya que ese día yo mismo subiré a la montaña más alta y pediré a los dioses que sean clementes con este piadoso pueblo, y no lo castigue con guerra, con hambre o con pestes. Nada, repito, nada deberá apartarlos de su función. Deberán turnarse por las noches, para avisar con presteza el día exacto en que el eclipse se produzca. Espero que hayan entendido la importancia de la misión que les estoy asignando” dijo mirándolos severamente el Gran Rey.
Hi y Ho asintieron, mirando fijamente el suelo, ya que por regla jamás debían mirar los ojos del Emperador. Luego de pronunciar estas palabras, éste los hizo marchar, y se retiró a meditar sobre el futuro bienestar de su pueblo, y sobre qué medidas tomar en caso de catástrofes.
Pensaba el Gran Rey alertar al pueblo chino todo, pedirles por favor, por gracia de Dios, que si ocurría un eclipse permanecieran en sus hogares, manteniendo la paz, para lo cual deberían comenzar ya mismo a almacenar alimentos y lumbre, por precaución.
Así lo hizo: en los días subsiguientes, miles y miles de enviados reales recorrieron los largos caminos del Imperio arengando a la población para que mantenga la calma y no se aleje de sus hogares sin un motivo suficientemente importante, al menos en los meses siguientes.
Por otra parte, llamó a todos los capitanes de su numeroso ejército, para ordenarles que se mantengan en estado de alerta permanente para actuar rápidamente en caso de levantamientos populares, desorden o saqueos. “Deben actuar” –les ordenó- “con total presteza. Toda alteración del orden será pagada con la muerte inmediata”.
Convocó de urgencia a todos los médicos del Reino, incluso a los que residían en comarcas alejadas, para informarles de los peligros que encierra la llegada del eclipse, y la diseminación de las pestes. Insistió en que debían permanecer alertas y actuar sin demora en caso de la más mínima sospecha de brote de enfermedad.
Así las cosas, el pueblo estaba preparado; el Ejército lo estaba y los médicos también. El Gran Rey, por su parte, había establecido un campamento en la llanura cercana a las Colinas Perfumadas, con todo su séquito, y obligó a todos sus colaboradores a mantenerse en continua oración para prevenir los males. De producirse el eclipse, y contando con el tiempo necesario de acuerdo a las informaciones oportunas que enviaran los astrónomos, el Gran Rey subiría a la colina más alta y allí pediría protección a los dioses para su pueblo.
En concordancia con este pedido, el Gran Rey había pedido a todos los grandes sacerdotes de todas las confesiones que realicen oficios religiosos en su  nombre, en todos los templos de todas las regiones del país, sin descanso alguno. Si su abuelo Yu no había descansado en años, no había razón para que todo aquel que pudiera colaborar no descanse en los meses que faltaban para el eclipse. Mucho más, si depende de esto la salvación de tanta gente.
Todo estaba preparado.
El gran día llegó.
Hi y Ho, consultados permanentemente por los colaboradores del Gran Rey, aseguraron que el eclipse sería en esa misma noche, y que aún estaban realizando los cálculos para estimar la hora exacta en que se produciría. Los colaboradores pidieron a los astrónomos que se mantuvieran alerta, y se retiraron a informar al Emperador.
Pero la noche pasó, el eclipse se produjo, pero no hubo noticias de Hi y Ho. Los astrónomos habían permanecidos despiertos, disputando y bebiendo aguardiente y riéndose de las supercherías de la gente, que temía lo que no iba a ocurrir, y al fin terminaron riéndose de la cara seria de los colaboradores del Gran Rey y de la seriedad y preocupación del mismo Emperador, al que imitaban mientras hacían burlas entre ellos, y el eclipse pasaba. Sabido es que los necios siempre se ríen de las cosas importantes, tanto que, si no es algo verdaderamente importante, los necios no se ríen.
El Gran Rey quedó al pie de las Colinas Perfumadas, en plena oscuridad, sin tiempo para llegar a la cima, llorando por su pueblo. Intentó subir, pero el eclipse pasó rápido, y sólo llegó hasta la mitad, desde donde miró la ciudad, el palacio y las colinas circundantes cómo se iban oscureciendo paulatinamente, como si una gran nube completamente negra se abatiera sobre ellos, como si un gran pájaro, enorme y oscuro, se arrojara sobre el horizonte. Luego, como un gran pájaro, la oscuridad pasó. El Emperador suspiró, e inició el descenso.
El pueblo, presa del pánico pero atento a las órdenes que el Gran Rey había impartido, permaneció en sus hogares, orando y pidiendo a los dioses del cielo que no manden hambre ni frío, especialmente por los niños, a los que apretaron contra sus pechos temblorosos.
Los saqueadores fueron rápidamente reducidos por el Ejército y fusilados, de acuerdo con la orden real. Los médicos decidieron mantenerse alerta, pues las pestes no se declaran en un día y siguieron atentos los meses subsiguientes, en los que afortunadamente nada sucedió.
En esa noche, la noche del eclipse, cuando la oscuridad pasó, una gran luna blanca maravilló a todos con su luz y, pasado el temor, el pueblo se acercó a los templos para dar gracias y saludarse entre familiares y amigos. Así harían también en los días sucesivos. Trabajar la tierra, mirar agradecidos al cielo y dar gracias a los dioses.
¿Y que fue de la vida de Hi y Ho? Cuenta la leyenda que el Gran Rey, indignado por la inconducta de los astrónomos, mandó a los guardias para que los decapiten y coloquen la cabeza a sus pies, ya que no las habían sabido emplear en su momento. Así acabó su necedad.
Por lo demás, y luego de este mal momento, el Gran Rey obtuvo grandes victorias contra los bárbaros del este y del este. En una sola batalla capturó veinte príncipes enemigos, y en otra, obtuvo la rendición de trece mil guerreros. Las cosechas fueron buenas y no hubo peste que temer.
La profecía estaba cumplida.
FIN 
 
Pintura china del Emperador Yü -
http://culture.teldap.tw/culture_es/index.php?option=com_content&view=article&id=939:em
Pintura de damas cosiendo - Del sitio Uchina, cultura de Okinawa y Japón.
http://www.uchina.com.ar/blog/2008/04/07/historia-de-la-pintura-china-a-partir-del-imperio/
Pintura de paisaje con pareja de pájaros - sitio de Pintura Tradicional China.
http://www.google.com.ar/imgres?imgurl=http://espanol.cri.cn/mmsource/images/2009/03/26/2008313121927365_2.jpg&imgrefurl=http://espanol.cri.cn/921/2009/03/26/1s175272.htm&h=595&w=600&sz=95&tbnid=hRFlgME0P4EfJM:&tbnh=106&tbnw=107&zoom=1&usg=__N6jCJSa1uE2Gk9aJRE-92OLH4Xc=&docid=AkjigazBk0zeRM&hl=es&sa=X&ei=BjyaUYDDDI-E9QTv84GoCQ&sqi=2&ved=0CC4Q9QEwAA&dur=2097
Pintura del Emperador mirando al Cielo - Autor: Ma Yuan, "Paseo por el sendero de una montaña en primavera" - del sitio Taringa.
http://www.taringa.net/posts/arte/12881552/Pinturas-de-Paisajes-de-Diferentes-Epocas-y-Culturas-1.html
Nativo de la ciudad conocida hoy como Hangzhou, Ma Yuan (c.1160-1225) no es tan solo el gran maestro de la pintura del periodo Song del Sur, sino que la calidad de su dibujo y lo variado de sus composiciones lo colocan en la cumbre de la pintura china de cualquier era.
Pintor de corte del Emperador Guangzong, Ma Yuan provenía de una familia de pintores desde finales del periodo Song del Norte, y por ello sus obras reúnen lo mejor de los dos periodos de la dinastía Song (Norte y Sur). 
Pintura del hombre al borde del río - del sitio Pintura Clásica China.
http://www.chinoesfera.com/inxianzai.php?id=20
Pintura de pájaro con flor blanca. - del sitio Entre gubias y Maderas.
azulcieloverdemar.blogspot.com
Pintura de flores - Pintura Nacional China.
www.vacacionchina.com 
Mapas estelares chinos - Wikipedia.
http://es.wikipedia.org/wiki/Dinast%C3%ADa_Song
Uno de los cinco mapas estelarespublicados en el tratado horológico de Su Song, mostrando la corrección de la ubicación de la Estrella Polar según Shen Kuo, como también una proyección cilíndrica similar a laproyección de Mercator. El atlascelestial de Su Song de los cinco mapas estelares es actualmente la más vieja impresión hecha.
Estatuillas de geomancia china. - Del sitio Geomancia China. 
http://www.google.com.ar/imgres?imgurl=http://us.123rf.com/400wm/400/400/shariffc/shariffc0909/shariffc090900003/5470989-imagen-aislado-de-geomancia-china-feng-shui.jpg&imgrefurl=http://es.123rf.com/photo_5470989_imagen-aislado-de-geomancia-china-feng-shui.html&h=267&w=400&sz=29&tbnid=WH7ivtzR9k-RXM:&tbnh=77&tbnw=116&zoom=1&usg=__RNBgswhh9WOgi1KOuxTne-wyzIM=&docid=Fq4EjTcKRIBgqM&hl=es&sa=X&ei=t0OaUdbjMYy08AS6lIDABA&ved=0CD8Q9QEwAg&dur=4315
Dibujo del águila negra - Del sitio Patrimonio Cultural y Natural de China.
http://www.spanish.xinhuanet.com/spanish/2004-05/02/content_115.htm
Dibujo inicial de un Palacio Imperial - Pintores Chinos, Cuadernos de Retazos.
http://cuadernoderetazos.wordpress.com/category/pintores-chinos/

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