La Argentina vista desde afuera - segunda parte

por Gloria Steinem
periodista americana y luchadora 
por los derechos de las mujeres (1934-)
El libro "Revolución desde Adentro", de la periodista y luchadora Gloria Steinem, detalla todos los aspectos en los que las personas sufren por falta de autoestima, que no debe confundirse con "egoísmo" o "narcisismo". La autoestima, según la autora, es necesaria tanto a las personas, como a las familias, como a los países. Veamos qué opina de la Argentina:
        “Todos tienen dos caras: una para aquellos que están por encima, y otra para los que están debajo”. Una descripción clásica del tipo de temperamento que se crea cuando se enajena el autodominio, ya sea en una familia o en una nación. 
        Si tal claro contraste parece resultar de la idiosincrasia de dos pequeños países agrícolas (se refiere a Barbados y a Haití), consideremos el ejemplo de dos naciones industrializadas que se cuentan entre las diez más grandes del mundo: la  Argentina y Australia.
        Ambas poseen gran riqueza natural, numerosa población de inmigrantes europeos, tristes historias de brutalidad para con los indígenas (lo mismo, por supuesto, que los Estados Unidos) y extensas zonas ricas y sub-pobladas. Pero los esfuerzos de la Argentina por instituir la democracia a menudo han caído víctima de dictaduras militares fanáticas; su sociedad está dividida en extremos de ricos y pobres, urbana y rural; y el papel que ha desempeñado como refugio para nazis y otros fugitivos de la democracia se ha tornado ya legendario.
        Australia, sin embargo, tienen una democracia estable, un ingreso per cápita casi tres veces más alto que el de la Argentina, mucho menos violencia y corrupción, y un grupo militar mucho más reducido. Incluso el culto a la masculinidad no es en Australia tan agresivo como en la Argentina
        Puesto que hubo más inmigrantes que emigraron por propia voluntad a la Argentina que a Australia, que era sobre todo un terreno de descarga para las prisiones superpobladas de Gran  Bretaña, podría pensarse que la diferencia en cuanto a autoestima debería haber resultado de manera inversa. 
        Pero la influencia de la religión católica, fatalista y centrada en el pecado, combinada con la aplicación de políticas económicas extremas, la dominación de regímenes militares a lo largo de generaciones y una tradición de tortura política, son factores que han plagado a los argentinos, que, por supuesto, no son intrínsecamente diferentes de los australianos. 
        Contemplando los casos de Barbados y Australia como ejemplos relativamente positivos, uno de los sellos sociales distintivos de la autoestima parece ser la capacidad tanto de brindar como de exigir justicia, una expectativa que se extiende de lo personal a lo político; existe por lo menos una creencia de que la ley, institución ante la cual todos deberían ser iguales, tiene el deber de no caer en el favoritismo. 
        Sin embargo, en la Argentina y en Haití raramente existe siquiera esta expectativa. “El pueblo pudo luchar contra las inundaciones y las pestes –escribió el novelista brasileño Jorge Amado acerca de problemas similares en su país- pero  no contra las leyes; en eso fue vencido”
        Cuando yo iba a la facultad, mi profesor de sistemas de gobierno decía que “la familia es la unidad básica del Estado”, refiriéndose a un tipo de familia paternalista y jerárquica; no sé cómo esperaba él que pudiera emerger una democracia perfecta de este modelo de desigualdad en el cual uno de los padres –la madre- vivía “a través” de los otros, y el otro –el padre- imponía autoridad “sobre” los otros, al tiempo que los hijos eran posesiones con pocos derechos personales, incluso ante la ley. 
        El feminismo está apenas comenzando a cambiar este antiguo paradigma jerárquico, y a crear dentro de este grupo un microcosmos de democracia, desde el cual adquirimos nuestro sentido más profundo del yo y nuestras posibilidades humanas; sin embargo, no hemos comenzado a cambiar, ni siquiera en nuestras mentes ,a imagen de nacionalismo, que sigue siendo intolerante y territorial, un anacronismo peligroso en este planeta frágil y disminuido, donde los límites nacionales ya no pueden contener ni la guerra ni los peligros ambientales. 
        Aun aquellos que nos mostramos más escépticos acerca del nacionalismo hemos llegado a considerarlo un mal necesario. ¿Cómo podemos, entonces, pedirle a cualquier grupo que se las arregle sin él tras las desastrosas secuelas del colonialismo clásico y ante la presencia de colonialismos raciales, económicos y sociales que a menudo están profundamente arraigados? 
        Pero no podemos permitirnos seguir con las viejas prisiones que implica el optar obligadamente por “una cosa o la otra”. Necesitamos estimular la imaginación y visualizar a las naciones como el mejor tipo de familia: estos núcleos familiares democráticos que estamos tratando de crear en nuestras propias vidas. 
        De un modo u otro es preciso cambiar el modelo de familia jerárquica, si es que deseamos dejar de producir líderes que interpretan sobre el escenario nacional e internacional sus traumas de la infancia sin elaborar. Pensemos en ejemplos actuales como el de Saddam Hussein, un chico golpeado y torturado diariamente por su padrastro, que al crecer aprendió a disfrutar presenciando en primer fila la tortura de otros; o el del presidente Ceausescu, que impuso en su país un Estado policial que lo compensaba por los años infantiles que había vivido en una habitación junto con nueve hermanos y un padre alcohólico y sádico. 
        Pensemos también en Ronald Reagan, que sufrió el incesante rechazo de su   padre alcohólico; o en George Bush, cuyos biógrafos describe una infancia acomodada pero con un padre aristocrático y religioso que se valía de un cinturón para imponer disciplina, controlaba todos los aspectos de la vida familiar e insistía en que sus hijos compitieran, ganaran y se convirtieran en líderes, lo quisieran o no. 
        Tener en cuenta estos antecedentes no significa negarles el libre albedrío a dichos personajes (o a nosotros), ni excusar su conducta destructiva (o la nuestra); pues cuando alguien está dispuesto o es capaz de volver atrás y enfrentarse a esos primeros años, los sentimientos pueden dirigirse a sus verdaderas fuentes en lugar de   expresarse de manera más y más intensas.
        Pero cambiar el modo como criamos a los niños es el único camino que, aunque sea a largo plazo, nos llevará hacia la paz o el control de las armas, que nunca han revestido importancia más crucial que ahora. Como dice el adagio feminista, “Lo personal es político”
        Cuando imaginamos estados nacionales, podríamos visualizar familias que estimulen la autoestima y los talentos únicos de cada persona; eso crea independencia, no dependencia; y produce gente lo bastante segura de sí para complacerse en dar poder a otros. 
        Aun ahora, si escuchamos a un dictador o a un revolucionario humanitario, percibimos la diferencia en sus respectivos motivos:  uno quiere imponer su visión de las cosas, el otro aspira a ayudar a descubrir una visión compartida; uno promete beneficios a algunos y castigo a los demás, el otro sabe que nada beneficia a aquellos que no han participado, y que la violencia sólo produce gente violenta. 
        En otras palabras, una de las diferencias cruciales entre los déspotas y los líderes creativos es el contraste entre baja autoestima y alta autoestima. Y así como el principal interés de una familia verdaderamente enriquecedora no es el de mantener a sus miembros para siempre en el hogar, el principal interés de una nación no debería ser el de trazar una línea en la arena y mantener a sus miembros detrás de ella, sino el de crear ciudadanos del mundo lo bastante seguros de sí mismos para tratar a los demás con igualdad: no peor que en el estilo colonial y “masculino”, ni mejor que en el colonizado y “femenino”, sino tan bien como. 
        Es hora de dar vuelta el adagio feminista. Lo político es personal”. 
Gloria Steinem,
“Revolución desde adentro”
versión completa, 
Editorial HCBS, Libro Express,
Estados Unidos de América,
año 1992. 
La periodista Gloria Steinem, en una foto
del año 2008 publicada en el sitio
Wikipedia 

Biografía de Gloria Steinem

Gloria Marie Steinem, más conocida como Gloria Steinem (Toledo, Ohio; 25 de marzo de 1934), es una periodista y escritora estadounidense, considerada ícono del feminismo en su país, así como una activista de los derechos de la mujer referente del movimiento feminista estadounidense a finales de 1960 y principios de 1970.
Fue columnista para el New York Magazine y una de las fundadoras de la revista feminista liberal Ms.. En 1969, Steinem publicó el artículo "After Black Power, Women's Liberation" ("Después del poder negro, la liberación de las mujeres") que le convirtió en una líder del movimiento feminista. Junto a Betty Friedan es una de las referentes de la llamada "segunda ola del feminismo".
En 1971 fue la autora de uno de los discursos referentes del movimiento feminista de Estados Unidos del siglo XX durante la fundación de la Asamblea Política Nacional de Mujeres: "Llamamiento a las mujeres de América".
En 2005 Steinem, Jane Fonda y Robin Morgan cofundaron el Women's Media Center, una organización que tiene como objetivo hacer visible a las mujeres en los medios de comunicación.
Fuente: Del sitio Wikipedia - Gloria Steinem
https://es.wikipedia.org/wiki/Gloria_Steinem

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