Negar siempre cualquier evidencia que cuestione al poder central

El pasado 22 de agosto de 2018, el sitio digital Nobbot publicó una nota sobre la negación de la evidencia científica en lo relacionado con el calentamiento global.Este artículo ha sido escrito por Pablo Francescutti y publicado originalmente en SINC, sitio de divulgación científica de la Web.  Leamos:

        "Según las últimas encuestas, el 36% de los estadounidenses niega que la acción humana sea la causa del calentamiento global, una base suficiente para que el presidente Donald Trump se sienta animado a romper los pactos de lucha contra este fenómeno. Los orígenes de esta triste realidad se ponen al descubierto en “Mercaderes de la duda”, un libro escrito por los historiadores científicos Naomi Oreskes y Erik Conway que desmonta las campañas de desinformación impulsadas por intereses políticos y económicos apoyándose en un puñado de científicos poco escrupulosos con las evidencias. La investigación de sus autores se remonta a los ardides empleados en refutar el efecto cancerígeno del tabaco, matriz de todas las campañas de desinformación posteriores.
        En “Mercaderes de la duda”, Naomi Oreskes y Erik Conway –una adscrita a la Universidad de Harvard y el otro al Jet Propulsión Lab de la NASA – se remontan al origen de estas estrategias de desinformación y manipulación de la opinión y manipulación pública para negar la importancia de la acción humana en el calentamiento global: la "ruta del tabaco", es decir, las técnicas aplicadas por las tabacaleras para negar el poder cancerígeno del cigarrillo.

Negacionistas que explotan incertidumbres
        En los años 50 y 60, sus maniobras allanaron el camino a los posteriores negacionistas. ¿En qué consistían? Por un lado, se investían de autoridad reclutando expertos afines y creando centros de “investigación”; por el otro, explotaban las incertidumbres (“la duda es nuestro producto”, admitían en un memorándum interno). En pocas palabras: si los hechos eran imposibles de obviar, los tachaban de insuficientes y exigían más estudios. Con esas tretas dilatorias impedían la regulación de su negocio y ganaban tiempo para seguir fomentando el tabaquismo.
        La agitación sistemática de las dudas les permitía abusar de una práctica rutinaria del periodismo estadounidense: la cobertura equilibrada de las polémicas.
        Nacida para garantizar el acceso mediático a las partes de un debate político, esa pauta fue distorsionada por las tabacaleras, que así lograron que “The New York Times” o el respetado Edward Morrow otorgaran a sus posturas marginales el mismo rango que el consenso científico mayoritario. Se transmitía de ese modo a la opinión pública la engañosa impresión de que los expertos se hallaban seriamente divididos.

Nuevo objetivo: negar el calentamiento global
        Ese modus operandi se repitió en sucesivas controverisas. Con motivo de la lluvia ácida, las eléctricas se movilizaron para desvincular sus emisiones de la muerte de los bosques. Cuando saltó la alarma por el agujero de ozono, los fabricantes de aerosoles pugnaron por absolver a los CFCs de sus responsabilidad en el trastorno.
        Posteriormente, se intentó rehabilitar al DDT a base de demoniar (convertir en demonio, difamar) a Rachel Carson (autora de "La primavera silenciosa", quien alertara de los nocivos efectos ambientales del insecticida.
        Actualmente, las petroleras y la minería del carbón financian think tanks (grupos de expertos) como el Cato Institute y otros agentes dedicados a difamar al IPPC (el panel de expertos de las Naciones Unidas que coordina los consensos científicos sobre el cambio climático) y culpar del fenómeno al sol, las variaciones naturales, los rayos cósmicos, o directamente sostener que no hay tal calentamiento.

        Cuesta no escandalizarse con la lectura de esta obra, que ha sido llevada al cine; cuesta no deprimirse al ver cómo ejecutivos mendaces, ayudados por investigadores y políticos venales o ideológicamente ofuscados, recurrieron a toda suerte de artimañas para combatir los hechos que no les convenían; y cómo sus falacias, a falta de una respuesta contundente de parte del periodismo y de la comunicada científica, terminaron calando en un segmento significativo de la opinión pública.
        Con todo, el balance no es descorazonador; pese a las patrañas, el tabaquismo fue reglamentado; los CFCs, prohibidos; el armamentismo nuclear, frenado; la lluvia ácida se redujo y el DDT no se ha vuelto a usar; aunque en lo relativo a las emisiones causantes del cambio climático el desenlace sigue en el aire. De ahí la actualidad de este trabajo que desmonta la refinada sofística concebida para desacriditar los hallazgos que chocan con intereses poderosos, a la vez que nos recuerda cómo funciona el método científico, la provisionalidad de sus resultados, y los recaudos que deben tener los periodistas si no quieren ser manipulados por los mercaderes de la duda.
        Por eso último nos parece pertinente concluir con un párrafo extraído del libro reseñado:
“La ciencia no proporciona certidumbre. Sólo proporciona pruebas. Sólo proporciona el consenso de los expertos, basada en la acumulación organizada y el examen de las pruebas. Oír a “ambas partes” de una controversia tiene sentido cuando se debaten políticas en un sistema con dos partido, pero cuando ese marco se aplica a la ciencia hay un problema (…) la investigación produce pruebas que pueden aclarar puntualmente la cuestión (…) A partir de ese punto, ya no hay ‘partes”. Hay simplemente conocimiento científico aceptado”.

Programa español "Cine a Contracorriente" donde se evalúa la película "Mercaderes de la Duda" con especialistas en cambio climático. 

Fuente: Del sitio digital Nobbot, Tecnología para las personas.
https://www.nobbot.com/general/calentamiento-global-mercaderes/#.W4Z-m2LlAq8.facebook

La imagen de portada pertenece a la publicación de Nobbot. Los videos se encuentran en Youtube en Español.

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