La naranja

por Enrique Larreta,
escritor argentino (1875-1961)
        “Es muy probable que existan otros mundos habitados; pero es también muy probable que el caso hombre, la gran casualidad hombre no se repita en todo el universo. Vemos en nuestro planeta las formas más variadas de vida, seres de todos los pergeños imaginables y algunos que se nos asemejan sobremanera en su forma anatómica; pero nada vemos, ni en los mismos insectos, que se acerque al intelecto del hombre.
        Bendición o maldición, cosa prodigiosa ese intelecto que, trepando de conocimiento en conocimiento, llega un día a sobrepujar las condiciones de todo lo que existe y a dar por fin del brinco angélico que lo pone del otro lado del abismo y lo lleva a crear otro mundo fuera del mundo, un antimundo, reverso y negación de la naturaleza y lo que es más admirable, a crear también su Dios, otro Dios, un Dios perfecto, todo bondad y justicia, a imagen y semejanza de su propio ideal. 
Es el momento en que el ser humano, ante la tremenda malignidad de todo lo que le rodea, busca refugio en su propio corazón. Verdadero pecado original. Jehová reo del hombre. 
        El “Ser o no ser” de Hamlet es la pregunta del que ya es. Shakespeare plantea el problema a posteriori. Calderón retrotrae los términos: “El delito mayor del hombre es haber nacido”. Para Calderón la cuestión es nacer o no nacer. Su catolicismo no le hubiera permitido colocarse en el caso de la otra perplejidad.
        Cuando uno ve, gracias a las revelaciones de la ciencia moderna, de los microscopios modernos, lo que significa la improbabilidad casi infinita del nacimiento de cada ser humano, no puede dejar de meditar en el privilegio de tan prodigiosa fortuna. El globo repleto de bolillas de la más grande lotería oficial es nonada si se la compara con la cantidad de gérmenes que entran en cada lance, en cada sorteo de esta otra lotería. ¡Doscientos millones!, (es lo que dicen por lo menos los hombres de ciencia) ¡doscientos millones!, en cada sorteo sin contar con los otros millones frustrados, anteriores o posteriores. De esta surte, según un famoso libro de genética, se calcula que en la substancia germinar que puede contener “la tapa de un frasco de dentífrico” (ya se ve que se trata de un libro norteamericano) entran dos mil millones de gérmenes, es decir, lo que se requeriría para repoblar hoy el planeta. Esto produce el mismo vértigo del firmamento estrellado. Telescopio y microscopio apuntan su escopeta hacia uno y otro infinito. Si esos gérmenes pudieran tener cada cual el presentimiento de lo que sería para ellos la vida, con todas sus angustias y desgracias y un “niño cantor” les preguntara previamente cuáles son los que quieren vivir, ¿quién podría dudar de que todos, sin excepción, responderían afirmativamente?
       ¡Cosa admirable también, esa carrera frenética y unánime hacia el óvulo único, que los espera inmóvil y como cerrando los ojos, con femenina malicia!
        Seamos, pues, honrados con nosotros mismos. 
        Demos francamente las gracias. Con todo, vivir es vivir”. 

Biografía de Enrique Larreta 
(Buenos Aires, 1875-1961) Narrador argentino, considerado uno de los más importantes exponentes del modernismo en la prosa de ficción. Proveniente de una acomodada familia uruguaya, estudió derecho y se graduó en 1897 con una tesis titulada Apuntes sobre el estanco de tabaco. Fue un gran viajero, diplomático en París entre 1910 y 1919 y profesor de historia medieval en el Colegio Nacional Buenos Aires. Durante los años que residió en España adquirió piezas de arte y mobiliario para sus casas argentinas.

Se inició en el periodismo en 1896, escribiendo en las páginas de La Nación. Publicó su primer relato, Artemis, de estilo modernista, en la revista La Biblioteca que dirigía Paul Groussac. En 1908, y tras cinco años de viajes y tareas de documentación, dio a conocer en Madrid su obra más célebre, La gloria de don Ramiro, subtitulada Una vida en tiempos de Felipe II. La novela está ambientada en la España del siglo XVI y escrita en una depurada prosa de estilo impresionista; Larreta logra el efecto arcaizante mediante una concienzuda elección del léxico y de las construcciones sintácticas. En 1919 se bautizó con el nombre del escritor a una calle de la ciudad española de Ávila, ya que en ella se inicia la acción de esta novela.

Casi dos décadas estuvo sin publicar otro título, hasta la aparición de Zogoibi (1926), en la que cambia radicalmente la ambientación, pues transcurre en el campo de su tierra natal; el autor combina entonces el dialecto castizo con la lengua coloquial argentina. Su producción no volvió a alcanzar las cimas de su primera obra en Orillas del Ebro (1949) ni en Gerardo o la torre de las damas (1953).

Como dramaturgo, su primera pieza, escrita en francés, se estrenó en París en 1917, La lampe dargile, a la que sucedieron La luciérnaga (1923), El linyera (1932), Santa María del Buen Ayre (1935) considerada la mejor y Tenía que suceder (1943). Recogió su poesía en La calle de la vida y la muerte (1941), mientras que Tiempos iluminados (1939) es un libro de memorias. Fue también autor de guiones cinematográficos y televisivos, recopilados en Tres films (1951). Entre su ensayística cabe citar Las dos fundaciones de Buenos Aires (1933) y La naranja (1947). Miembro correspondiente de la Real Academia Española, integró además la Academia Nacional de Historia en Argentina.
Fuente: Del sitio Biografías y Vidas.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/larreta.htm

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