Hombres de fe (vivir en el monte en Mendoza)

por Adriana Sylvia Narvaja 
  El hombre del que les hablo vive en el Monte. Podría vivir en cualquiera de las provincias del Norte Argentino, donde el clima es seco y árido, lo mismo da. Pero éste vive en Mendoza.
En el monte mendocino no llueve casi. Uno se pregunta cómo sobrevive el hombre ante tanto polvo y tanta arena, y cómo vive, sola su alma metida entre tanto monte.
Vive porque es un hombre de fe.
Porque se precisa mucha fe para vivir en el monte mendocino.
Fe para levantarse al alba, poner la pava para tomar unos mates con un poco de pan, que a veces es lo único que se va a poder comer hasta la noche, porque no hay tiempo para otra cosa, ni para parar un ratito siguiendo la huella incansable del trabajo, que no da tregua nunca.
Ganando el pan con el sudor de la frente.
Ganando el pan duramente en el duro suelo del monte.
Viendo las cabras nacer y morir; viéndolas nacer y balar por su leche; viéndolas morir para servir de alimento y poder aprovechar su piel. Que para vivir se nace, y que al vivir ya estamos muriendo un poquito cada día.
Llevando y trayendo las cabras a los corrales, alimentarlas y cuidarlas para poder vivir, ellas y el hombre del que les hablo. Vendiendo los cueros para conseguir lo poco que se consigue a pesar de trabajar con tanta fe. Un poco de verdura, otro poco de pan, yerba y tabaco. Alfalfa para el caballo y para unas pocas vacas. Alguna pilcha barata para ponerse, cuando se puede, y nada, casi nada más.
Ahora el sol pega duro bajo el cielo transparente. Los chingolos pasean de rama en rama y, a lo lejos, conversan los loros. Cruzando ese cielo, pero por las noches, algún lechuzón buscará comerse un cuis o lo que consiga, cuando no haga tanto calor y salgan los bichos que ahora no se ven. Los pájaros sí cantan, jamás se callan.
Desde el patio del rancho pobre, llega el sonido inconfundible de la radio a pilas, mezclado con los grititos de los gallitos copetones y del arena, que recorren el suelo en rápida carrera porque con el calor no quieren volar. La radio es la única que se anima a acompañar al hombre en la tremenda soledad. La única que se quedó aguantando a  ver si venían tiempos mejores, que no llegaron. El rancho está viejo, hay que arreglarlo, entra agua por el techo pero, ¿con qué?. Si apenas dan para vivir las cabras. Si apenas se vive esta vida tan humilde del monte caluroso y seco.
Por eso hace falta tener mucha fe para vivir aquí. Fe como una roca, o ya al hombre se lo hubiera llevado el viento, el bravo viento Zonda.
Pero no.
        El viento que a veces sopla días enteros, que levanta polvo y arena, el viento seco que a veces incendia el cardonal.
        El viento que se lleva todo pero no la fe.
        Por eso ya no hay gringos en el monte mendocino. Porque son como el viento, se los llevó el viento mismo. El mismo Zonda se los llevó.
        Así fue que los gringos se llevaron todo el algarrobo, sin dejar nada. Todito cortaron: algarrobo dulce, tala, chañar, sombra del toro. Cortaron incluso todos los árboles que tenían prohibido cortar.    Cargaron y cargaron camiones y se llevaron todo como el viento.
        Ni leña dejaron.
        Quedó el arenal.
        Si se hubieran podido llevar la poca agüita de la que toman las cabras, también lo hubieran hecho. Entonces el hombre de fe también habría tenido que irse. Pero quiso Dios que hubiera agua en otras partes, y no pudieron transformar lo que vale oro en dinero común, y así los gringos se fueron con el viento a seguir devorándolo todo como el fuego que a veces incendia el sequedal.
        Que no deja nada.
        Y quiso Dios que el agüita se quedara en los abrevaderos viejos que construyeron nuestros mayores, desde mucho antes, pero mucho, antes que nuestros padres, y el hombre se quedó, porque eso afirmó la fe del hombre del monte.
        Porque al fin, aunque su vida es humilde, también tiene cosas buenas.
        La primera, y la más importante: no tuvo que dejar su querencia. No como el gringo, que vuela con el viento. No. ¿Hay un premio mayor que éste, no tener que abandonar la Patria?
        No hay.
        Como la raíz del algarrobo, fuerte y profunda para crecer en el seco hasta encontrar la napa de agua, así es la raíz del hombre del monte.
        Ningún viento lo moverá.
        Luego de esto, vienen otras cosas lindas de las que disfruta el hombre en su querencia: ensillar el caballo, agarrar las boleadoras y enfilar para el jarillar, para cazar algún bicho para comerlo a la noche. O salir con los perros a desenterrar quirquinchos, para asarlo poco a poco con el calor del fogón, mientras se toca la guitarra si la hay.
        Y si no hay se escucha la radio, mientras de afuera, en la noche del espinal, llegan ruidos de hurones o zorrinos, de comadrejas huyendo de sus cazadores o algún pichi ciego cavando incesantemente la tierra. El suave arrastrarse de alguna falsa coral. Son apenas murmullos, pero son susurros que el hombre conoce. Nació y fue acunado con ellos. Con ellos morirá.
        O llegarse hasta el pueblo, capaz hay fiesta o procesión. Si es día del Santo, las mujeres se pondrán sus mejores ropas, sencillas, humildes, y vestirán a la Virgen como una Reina, con ropita de seda bordada que ellas mismas confeccionaron. Podrían haber bordado para ellas, ponerle los mismos canutillos a su propia ropa, pero no, lo hicieron para una Reina verdadera, la que saldrá en procesión con manto y corona, adornada con flores.
        Ella lo merece todo.
        Alimenta nuestra fe.
        Suma fe a la fe del hombre del monte mendocino, que canta en la procesión o lleva la imagen, mientras el cura del lugar va bendiciendo a los feligreses. Tanta bendición hace falta para que el hombre siga adelante.
        De regreso al rancho, el hombre comprobará que todo esté en orden, guardará las herramientas, calentará el agua para otros mates y se preparará para levantarse al alba al día siguiente. La vida es una rueda que jamás se detiene.
        Los animales duermen en el corral. Ahora están tranquilos, el puma no ha sabido bajar. El hombre entrecierra los ojos: el hombre le teme al puma, y el puma le teme al hombre. El temor nunca termina. Al fin la tierra dura y seca es un poco de cada uno: un poco del hombre de fe, un poco del puma. Y el viento que no deja de soplar.
        Van quedando pocos pumas, y van quedando pocos hombres.
        Pero quedan.
        No por nada salió de Mendoza un ejército de hombres de fe, en 1817. De fe y coraje inauditos para cruzar la Cordillera de los Andes.
        Con banderas bordadas en las mejores telas, por mujeres que muy bien podrían haber bordado ropa para ellas, y no lo hicieron.
        Las bordaron para que viviera la Libertad, y fuera la verdadera Reina.
        Para que las llevaran hombres que lograron la hazaña que nadie en el mundo repitió ni repetirá jamás.
        Porque sobre los hombros del hombre de fe, como sobre los hombros de aquellos hombres, descansa la Patria.
        Y eso no lo puede arrebatar ningún puma, ni ningún viento.
Águila coronada liberada en Mendoza 
Del diario del naturalista e investigador Charles Darwin sobre la provincia de Mendoza
“(27 de marzo) Nos dirigimos a Mendoza.
Atravesamos un país admirablemente cultivado y
que se parece a Chile. Ese país es célebre por
sus frutas, y ciertamente nada más admirable que
sus viñedos y sus bosquecillos de higueras,
melocotoneros y olivos...
... El suelo, lo mismo que en Chile, no debe su
fertilidad sino a irrigaciones artificiales, y es
verdaderamente asombroso observar qué
extraordinaria fertilidad originan esas irrigaciones
en un terreno naturalmente árido.. 
... Pasamos todo el día siguiente en Mendoza,
sus habitantes dicen que es una población
excelente para vivir, pero dificultosa para
enriquecerse...”

(Charles Darwin, 1835, en “Viaje de un
naturalista alrededor del mundo”)

Fuente:  Veterinaria Animales de Mendoza 
http://veterinaria-animales-mendoza.blogspot.com.ar/2008/01/

Conozcan la lista de especies en extinción de esta zona tan afectada por la falta del algarrobo, y cómo la caza furtiva, la introducción de especies importadas y la afectación de su hábitat en el Noreste de Mendoza
https://www.unosanrafael.com.ar/mas-noticias/varias-especies-peligro-extincion-el-sur-mendocino-n993645.html
Pichiciego, del sitio Uno de San Rafael de Mendoza, en extinción 
Conozcan esta investigación de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional
de Cuyo, titulada "Consecuencias de la intervención del hombre en el ecosistema de bosques"
y cómo destruyó la vida de los pobladores
http://argentinainvestiga.edu.ar/noticia.php?titulo=consecuencias_de_la_intervencion_del_hombre_en_el_ecosistema_de_bosques&id=1647
Imagen de la investigación de la Facultad de Ciencias Agrarias
Conozcan el proyecto para reforestar esta zona árida, leyendo esta noticia del sitio
"Argentinos a las cosas! A las cosas!" de Iberoamérica Divulga
http://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/?Argentinos-a-las-cosas-a-las-cosas
Algarrobo, del sitio Iberoamérica Divulga 
La imagen de portada, del puma, pertenece al sitio de divulgación de Flora y Fauna de Mendoza
http://www.cricyt.edu.ar/institutos/incihusa/geografia/atlas/mendoza/s_ecologico/flora_y_fauna.htm
La imagen del águila pertenece al sitio web de la Radio Regional de Mendoza.
Corresponde a la liberación de un águila coronada que fue rescatada y luego
liberada, en una nota del 17 de noviembre de 2017.
http://radioregional.com.ar/index.php/2017/11/17/liberaron-en-la-reserva-de-nacunan-un-aguila-coronada/
Imagen del monte de Uspallata, Mendoza, del sitio Djibnet.
http://www.djibnet.com/photo/larrea/uspallata-jarilla-ecorregion-del-monte-3556847228.html

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