Carta a la familia de un adolescente (cuarta parte)

por Vittorino Andreoli
psiquiatra italiano
        “Matada (la esposa) con la complicidad del televisor, un crimen perfecto que, a través del silencio, ha llegado incluso al manicomio del silencio, al lugar de la muerte, mientras aún estás viva, donde, al no poder hablar, te ha permitido delirar y ahora haces discursos de loca y sólo querías decir que necesitabas recibir y dar afecto. Pero él tenía una amante, que hacía cosas que tú ni siquiera imaginabas, y además estaban los espectáculos y los héroes de pantalla, mientras tú sólo eras una persona, seguías el guión de la humanidad, no el de la ficción. Maldita televisión.
        Os lo ruego, desplazad el televisor, ponedlo lejos de la mesa del comedor, lejos del salón. No puedo pediros que lo tiréis por la ventana, sería violencia, pero si hay alguien en casa a quien imponer el silencio, os ruego que hagáis callar al televisor. Es una maldición, una desgracia. Y se reduce, ya lo sabéis, a un instrumento que vende a los telespectadores a las industrias que publicitan sus productos. Poned el televisor en un lugar que no impida que la familia hable, si estáis todos en la mesa quizá haya un poco de silencio, pero luego alguien abrirá la boca para expresar su miedo, un deseo que no será coloreado pero es humano, implica y reclama a esa función de la familia que está hecha para ayudar y para disfrutar juntos. No es necesaria la televisión para llenar el tiempo. Apágala, rómpela, no la uses, devuélvela. Vive y no aceptes que este estúpido instrumento imponga vuestro silencio.
        El dolor del silencio, el deseo de expresarse, de liberar el miedo. Ella te espera y tú llegas y escuchas el televisor y no a ella ni a tu hijo: no tienen nada que vender, sino mucho que pedir, te necesitan y tú estás escuchando los anuncios.
Mickey Mouse, en la obra de Andy Wharhol, artista estadounidense creador del pop art
        El televisor se está convirtiendo en el cabeza de familia, en el déspota de la familia: es preciso destronarlo. De otro modo no queda más que la obediencia y el atropello. Lo sé, está lleno de fascinación e incluso podría ser elogiado, pero yo no lo hago, lo condeno: o calla o es eliminado, o se le deja hablar alguna vez, o bien rompe los ritmos de la familia y mata la motivación de estar juntos. Que cada familia organice un crimen y mate al de veintidós pulgadas. Que no lo regale, por favor, llevaría a la muerte a una nueva familia. Oscureced todas las antenas, también las parabólicas: no os llevan dentro del mundo, sino fuera del mundo de la familia, que es el lugar de los sentimientos. Os arrancan el sentido de la vida y os golpean con ruidos e imágenes hasta intoxicaros. Reducidos a máquinas para responder a las adivinanzas, máquinas sin alma, sin deseos de amar. Capaces de aplastar ese mando a distancia que abre y cierra mundos y hace que todos se sientan unos titanes, mientras son siervos de un sencillo aparato mecánico, de un electrodoméstico endemoniado, en manos de los vendedores de publicidad que luego pueden incluso vender la democracia o disfrazar la dictadura de comedia democrática”.
Arte tipo cómic de Roy Lichtenstein, artista estadounidense del pop art
 
Vittorino Andreoli 
“Carta a la familia de un adolescente –
Un viaje al corazón de nuestros afectos”
Editorial Integral de RBA Libros, 
Barcelona, 
primera edición enero 2007
Las imágenes pertenecen al sitio de Pop Art, donde hay textos que explican esta corriente artística.

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